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Una Unión Europea que cae en todas las trampas y se mete en todos los charcos

Curioso que la Europa (la UE) obediente para las guerras, se encrespe ahora cuando se estudia acabarlas
Luis Méndez Viñolas
viernes, 14 de marzo de 2025, 08:52 h (CET)

Tal como si de los hilos de un telar se tratara, hay nudos históricos que impiden tejer la verdad. Un mundo de apariencias falsas, de mentiras y verdades embolsadas en sus contrarias, impiden que se teja esa verdad tan necesaria para la humanidad.


España, que ha sufrido todos estos males debería estar en la primera línea del repudio. Hemos sufrido revoluciones de colores: recordemos la Marcha Verde, urdida entre Washington, Londres y Rabat, por este orden. Demonizaciones interesadas (la Leyenda Negra, que primero nos pintó –o pinta-- como monstruos y después como idiotas). Atentados falsos como el del Maine. Filicidios inventados (embajador inglés John Man) y teatralizados como el de Felipe II. Coletazos imperiales como el de Mckinley, en el cual las mentiras de la prensa tuvieron tanto que ver. Sabotajes y corrupciones como las del submarino torpedero de Peral (y sigue la historia: falso que el submarino “torpedero” lo inventara un extranjero, como se ha dicho en concursos españoles) y con el cual, según el almirante de la otra flota, habríamos ganado la guerra de Cuba. Proyectos Islero abortados. Magnicidios sospechosos como el de Carrero. Aún sufrimos la interferencia de sociedades abiertas que abonan nuestros separatismos mientras nosotros les reímos la gracia.


Un error fatal


George Kennan, diplomático norteamericano del máximo nivel, comienza su artículo “Un error fatal” (New York Times, 1997) de la siguiente forma:


“A finales de 1996 se admitió o impulsó la impresión --hasta ser predominante-- de que se había decidido de algún modo y en algún lugar expandir la OTAN hasta las fronteras de Rusia. Ello a pesar de que no se puede tomar una decisión formal antes de la próxima cumbre de la alianza en junio”.


Lo que ahora interesa del párrafo no es el asunto de la OTAN, sino que un poder anónimo, ilocalizado, tomara decisiones al margen de las instituciones correspondientes.


Tal cambio desdecía lo prometido por cuatro naciones de dos continentes. Durante 1990 y 1991 norteamericanos, europeos y el híbrido euroamericano que es Inglaterra habían prometido que la OTAN no se movería ni una pulgada hacia el este (el ya famoso “no one inch”). (Hablamos de Baker, Bush, Gates, de EEUU; Genscher, Kohl, Woerne, de Alemania; Mitterrand, de Francia; Thatcher, Major, Hurd, de Inglaterra. A cambio de la reunificación de Alemania se prometía un colchón de seguridad para todos, al modo, por ejemplo, de México, Canadá y el Caribe. En el otro lado se disolvía el Pacto de Varsovia. Por cierto, ¿tendría razón Miterrand cuando decía que prefería dos Alemanias?


Es fundamental recordar que Kennan había sido el cerebro de la Guerra Fría (ver su llamado Telegrama largo, de 1946). Es decir, que en sus antecedentes no había señales de blandura ni de pacifismo. La advertencia posterior se basaba en la evaluación, y perseguía la seguridad y la supervivencia mutua. Anticipó el efecto rebote de tanto éxito mal administrado.


¿Qué democracias?


Como decíamos, no entramos en qué estrategia, sino en qué sistemas democráticos son estos en los que dirigentes elegidos pueden ser contradichos y desautorizados por instancias desconocidas.


La promesa de no avanzar hacia el este, ¿era un giro sobrevenido? No. Continuaba el espíritu de coexistencia y de seguridad colectiva acordado en la Conferencia de Helsinki (1975), dentro de los principios fundacionales de las Naciones Unidas, que siguen vigentes. La crisis de los misiles en Cuba había demostrado que el diálogo era mejor que la destrucción mutua.


La cuestión es que tales derivas antidemocráticas no se dan sólo en las grandes reuniones internacionales, sino que se ha convertido en el método usual. Nos lo dan todo hecho. La reunión, la asamblea, el congreso, no son lugares de debate, sino de ratificación de lo que otros, fuera (desconocidos, sin legitimidad) han decidido en pequeño comité. Los organismos deliberativos se convierten así en coros litúrgicos con función de pátina democrática.


Nuestro sistema europeo es un mecanismo vertical que va de arriba abajo sin saber por qué. El ciudadano no es el sujeto primordial, sino un objeto a sortear. Se ha logrado introducir en las mentes que la sociedad no es nuestra: que somos inquilinos con un contrato temporal. Sin embargo, tengamos la convicción de que ningún gobierno tiene otra cosa que no sea nuestra confianza y nuestro dinero. Y sin la primera no merece lo segundo.


Se nos habla de amenazas y nos viene el recuerdo de las armas de destrucción masiva de Irak. Evaluando los movimientos de este a oeste y viceversa no nos salen las cuentas. Ha habido bastante más actividad en el oeste supuestamente amenazado.


Viendo la deriva actual parece que los temores de Kennan estaban justificados. No hay evidencia de que el camino criticado por el diplomático haya dado frutos: Rusia y China entendiéndose y EEUU dividido internamente y enfrentado a una UE en deriva autoritaria, económica y quizás mental.


En este punto se dirá que la política exterior escapa a la lógica democrática. Pero, ¿política exterior de quién, de qué? Lo único evidente es una dinámica destructora de las soberanías nacionales sin que las sustituya nada equivalente, creado según los procedimientos democráticos que se dice defender.


Problema de una civilización vaciada


En todo esto destaca una gran falta de seriedad. Naturalmente, en unas sociedades con tendencias histriónicas aquella huelga. Baste recordar los vaivenes discursivos de Macron, esas rebeldías conciliatorias, esas semiasambleas (no más de 12 países de la UE) autoconvocadas, en las que no están todos los que son ni son todos los que están (como Inglaterra o Canadá). En definitiva, algo que no tiene verdadero cuerpo orgánico y que convoca según adhesiones previas. ¿Unas élites buenvivientes que nos van imponiendo así sus intereses?


Si lo de Ucrania, con los EEUU a la cabeza, no ha dado los frutos perseguidos (¿nos seguiremos creyendo lo de los chips de lavadoras?), ¿qué se pretende sin ellos? Por cierto, ¿cuándo unas palabras para Gaza, para Siria, donde ya hay miles de muertos (mayormente cristianos).


Para que Europa tuviera una defensa propia, previo sería crear esa Europa. Pero no ha sido así. Ni la Presidencia ni la Comisión ni el Parlamento europeos están conectados con los ciudadanos europeos. Ni siquiera conectan adecuadamente con los países integrantes (muy oportuna la crítica de Meloni sobre Rumania. Pésimo precedente). Por lo contrario, se trasluce una intención de control exógeno, sin freno alguno. Mediante una euroburocracia tecnócrata y sin espíritu se ha llegado a la situación actual: en recesión, sin espíritu y altamente ineficaces.


Defensa contra el exterior, se dice: ¿no se querrá en realidad un temor permanente que distraiga de los desaguisados internos, entre ellos esa deuda pública que crece imparable? Vemos caer gobiernos para que sus contrincantes los sustituyan para hacer lo mismo. ¿Cuál es el misterio?


Los únicos que funcionan realmente son sus pasivos ciudadanos, que sí pondrán sobre la mesa 800 mil millones de euros (casi un billón, de los cuales el 70 por ciento irá a EEUU por nuestra desindustrialización y por el accionariado norteamericano, mayoritario en muchas empresas europeas). Añádanse los intereses devengados y se tendrá a los europeos totalmente cautivos de esas cúpulas y de sus historias. Todas las barreras que había para el gasto social han caído repentinamente, con la misma facilidad con las que se levantaron.


Por cierto, no se trata de una defensa europea (seguramente no saldría adelante), sino del esfuerzo de cada país bajo el imperativo del sempiterno “lo ha dicho Europa”.


¿Y qué Europa?


Sabemos que en sus albores figura la Fundación Ford. Y que en la actualidad hay dos modelos posibles: el libertarista, que más o menos la gobierna, y el igualitarista. La expresión más poderosa de esta opción en Occidente fue una socialdemocracia ahora desdibujada y belicista (como en 1914), que debería haber defendido unos derechos sociales que van cayendo por la vía del derecho --sin que nadie vigile las ilegalidades de las empresas-- o de la deuda. En estas circunstancias la lucha por el aumento de tales derechos si sería un programa para una Europa muy diferente, que no ha sido posible porque una minoría no quiere.


¿Y qué la estructura?: Un parlamento formado por grupos heterogéneos integrados a su vez por partidos nacionales más heterogéneo aún, y lastrados por las miserias e hipotecas nacionales. Es decir, una política europea imposible.


En la cúspide, una Comisión cada vez más autoritaria, que mira a Europa de arriba abajo, sin que el Parlamento Europeo o los distintos estados puedan influirla o detenerla. Al revés, estos pueden ser amonestados, sancionados y parece que hasta de expulsados. Que nostalgia por aquellos tiempos en los que no se podía quitar el acta a un diputado sospechoso porque era quitárselo a sus electores.

Ahí tenemos los casos de Hungría y de Rumania en el ojo del huracán por faltas a la democracia, etc. ¿Podría alguien o algo sancionarla a la Comisión por recibir el próximo 17 de marzo, en Bruselas, a al Golani, exyihadista “vinculado al terrorismo” por el cual EEUU ofrecía 10 millones de dólares?¿Veremos su panegírico en EuroNews y demás?


Qué dirigentes


Para reaccionar contra todo esto ¿qué dirigentes tenemos? Poco sabemos de ellos. No son producto de una larga y visible trayectoria de lucha política. Aparecen de repente, casi por cooptación, todos con perfiles similares: Durão Barroso, Goldman Sachs; Macron, Rothschild; Merz, Black Rock; Draghi, Goldman Sachs, Meloni, Instituto Aspen; el “laborista” Keir Starmer, caballero comendador de la Honorabilísima Orden Militar del Baño y de la Trilateral; Breton, de Atos (vetado por la baronesa, no siempre wonder, von der Leyen)… Y si tales antecedentes no existen, existirán en un futuro como miembros de algún consejo de administración importante (el futuro hipoteca al presente tanto como el pasado). ¿Fantasías? Preguntemos a esos lobbys con “vocación de liderazgo” según ellos mismos reconocen.


No hay ideas, menos ideales


Ya no nos mueven las ideas, menos los ideales. Somos borregos desperdigados que ni siquiera tenemos sentido de rebaño. De vez en cuando nos llaman para trasquilarnos; y a veces ni eso. Y si el resultado no gusta, se anula. Ni siquiera pertenecemos a una empresa. Hubo un tiempo en el que la empresa era la patria. Pero, ¿quién va a sentirse de una patria que te despide por burofax, sin finiquito y que te obliga a ir a magistratura para reclamar lo legal? Miremos en nuestro interior: ¿por qué idea sacrificaríamos algo? ¿Qué idea colectiva nos quita tiempo, incluso familiar, como ocurría en otros tiempos? ¿Qué idea terrenal nos consuela pensando que sí hay algo que rellena nuestra vida?


¿A la tercera va la vencida?


Volviendo a George Kennan, (su trayectoria recoge la esencia de parte de nuestra Historia y quizás el epílogo de esta) un año después del artículo mencionado, comentaba que “no había ninguna razón para esto en absoluto. Nadie estaba amenazando a nadie”.


Curioso que la Europa (la UE) obediente para las guerras, se encrespe ahora cuando se estudia acabarlas.


La estrategia de EEUU comenzó a venirse abajo con las políticas expansionistas de los Bush – Clinton, quienes carecían de la talla necesaria para afrontar lo que ellos mismos iban provocando.

Iluminados por el marchito Fukuyama, y ya todo ganado, sólo bastaba con ampliarlo a costa de un dispendio inútil y cruento. Ni los beneficios del dólar ni los réditos de un pib que llegó a representar la mitad mundial, pudieron evitar los daños. Lo de Trump no es una decisión, sino un efecto. Se olvida que poco antes Biden realizaba el enésimo abandono de EEUU, esta vez en Afganistán (por cierto, llevándose el dinero del país, 57 mil millones de dólares). Atentos a las reuniones en Mar-a-Lago donde Trump planteó a los ministros de Finanzas del G7 y a los dirigentes de los bancos centrales la necesidad de pagar las deudas de Estados Unidos mediante la compra de los llamados “cupones cero” (ver Erik Sherman, en Forbes).


Un giro radical


La cuestión es que en este punto hay quienes creen que incidir en la senda equivocada resolverá el problema. Mientras tanto, otros creen que el mundo necesita una nueva política de coexistencia, paz, de desarrollo. Y que se deben olvidar los pivotes de Mackinder y los rimlands de Spykman. El arma nuclear no permite llevar al extremo estas políticas; y a medias son inservibles. No se puede rodear a un continente y medio (más dos que no están por la labor; más una Europa disminuida). No es que se quiera o no. Es que no se puede.


Pero, no. Parece que ahora habremos de estar a expensar de tres señores feudales candidatos a emperadores del imperio que nunca fue. Inglaterra, (también reversible: está y no está a conveniencia) y sobreviviendo como siempre mediante conflictos, divisiones externas y bajo el terror a que un día Eurasia se conecte dejándola a ella fuera. Francia, bajo la megalomanía de alguien que casi no manda en su país y que proclama la guerra en el lejano este cuando la pierde en el sur próximo (África), y procurando un eje Francia, Alemania, Polonia bajo su sombrilla parisina nuclear. Y una Alemania que no se entera de que en realidad iban a por ella en cuanto motor de una UE que en 30 años ha pasado del primer lugar al tercero. Paralelamente a estos proyectos en pugna, Trump apoyándose en Polonia y en la Iniciativa de los tres mares (Báltico, Adriático y Negro). ¿Veremos a Polonia invitándonos dirigir la caballería contra los tanques, como ya hizo en el 39?


Resulta paradójico que se quiera calentar el mundo cuando se comienza a pasar frío en las casas. Mientras tanto sigue pendiente lo planteado por Kennan: lo “que se había decidido de algún modo y en algún lugar”.

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Incapaz para valorar el “reality” geopolítico que nos invade, me inclino por reflexionar acerca de cuestiones más permanentes. Y se me ocurre que no es baladí la cuestión relativa a la oposición entre altruismo y egoísmo. No se trata de una disputa cotidiana ni explícita, pero está ahí, en segundo plano, alimentando, de manera subrepticia y subconsciente, la infraestructura de nuestro pensamiento y condicionando, por ende, el mecanismo de la ideología.

Las primeras impresiones no siempre son las más fidedignas, aunque tampoco conviene desdeñarlas sin más; estamos acostumbrados a los descubrimientos sorprendentes y equívocos. Nos encontramos en esa tesitura al confrontar la capacidad de poder elegir, con la libertad y el aprovechamiento de las decisiones derivadas.

Las razones obscenas, fundadas en valores corrompidos, destruyen la libertad, y aplauden y enaltecen a innumerables criminales, prevaricadores, insurgentes y mentecatos. España está borracha, y desde su Gobierno quiere transmitir una falsa y condenable alegría que nos llevará a la autodestrucción. 

 
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