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Los miserables

“En efecto, un país se considera tanto más desarrollado cuanto más sabias y eficientes son las leyes que impiden al miserable ser demasiado miserable y al poderoso ser demasiado poderoso”. Primo Levi
Iria Bouzas Álvarez
miércoles, 4 de enero de 2017, 00:23 h (CET)
Cuando los políticos se llenan la boca y el ego utilizando sin ningún pudor las palabras pobreza, necesidad o justicia, en la mayoría de los casos hablan de una realidad que ni conocen ni tienen interés en conocer.

Por más que haya quienes se empeñan en ocultarlo, en España hay muchas personas que están en una situación de una vulnerabilidad terrible.

Aquellos que tenemos la fortuna de disfrutar una vida “normal” solemos llevar una venda sobre los ojos que nos provoca una especie de ceguera selectiva. Las vidas corrientes están llenas de problemas, agobios y estrés, pero no se acercan ni de lejos al infierno de desesperación y abandono al que se han visto abocadas muchas personas que, aunque muchas veces invisibles, cohabitan con nosotros diariamente en nuestro entorno.

El mundo está lleno de miseria. Existen países enteros donde el hambre y la violencia reducen a polvo el valor de la vida y la dignidad de sus ciudadanos.

Existen países, como España, donde una parte de la población puede trabajar, vivir, formar familias, defender sus derechos y exigir respeto a su dignidad. Pero donde otra parte se convierten en seres excluidos que por la misma esencia de su vulnerabilidad no pueden o no saben como exigir el reconocimiento de sus derechos.

¿Sabe usted cuánto cobra de pensión no contributiva una persona con una minusvalía del más del 65%?

¿Sabe usted qué pasa con un niño en una familia desestructurada que pasa a ser tutelado por el estado?

¿Sabe usted que hay ayuntamientos que están dejando en la calle a madres víctimas de malos tratos con hijos a cargo mientras venden los pisos que tienen de protección pública para financiar proyectos “más importantes?

Vivimos en una sociedad llena de miseria y pobreza. Pero los verdaderos miserables no son aquellos que sufren, no son aquellos que se ven arrojados a las cloacas de la nación para no incomodar al resto, sonrojando así a sus dirigentes.

Los únicos miserables que hay aquí son aquellos que teniendo el poder para hacer que esto cambie, venden la poca dignidad que les queda por un cargo, un sillón o un sueldo y dedican sus escasos esfuerzos a mantener sus repugnantes prebendas a costa del sufrimiento de otros menos afortunado.

Basta abrir cualquier red social para darse cuenta de que estamos a ostias entre diferentes corrientes de pensamiento.

Izquierdas, Liberales, Derecha, Centristas, abonados del Celta, miembros del `Club del Libro¨....¿Qué más da? Todos insultándonos, acusándonos de lo que sea y retroalimentando el odio.

Y ¿mientras? Los que necesitan ayuda están solos, abandonados esperando que alguien, quien sea, haga algo para poder aliviar su necesidad.

Señores y señoras de todas las ideologías, si tuviésemos la mínima decencia nos sentaríamos hoy mismo y nos pondríamos a hacer cambios. Aislando a los sinvergüenzas y a los paniaguados que no quieren cambios porque necesitan parasitarnos a todos para poder sobrevivir a su propia ineptitud e indignidad, seguro que podemos llegar a algún sitio donde al menos, se pueda paliar un poco el sufrimiento de los que están ya sin fuerzas para luchar por ellos mismos.

Quien esté dispuesto, que sepa que cuenta con una servidora. ¡Ya es hora!

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