“Crecer, crear empleo y recaudar” Estos son objetivos para 2017 con los que nuestro inefable presidente del Gobierno ha sorprendido a la grey (antes súbditos y hasta hace no tanto ciudadanos) en las recientes declaraciones pseudo institucionales, producidas con motivo de la Conferencia de Presidentes, celebrada esta semana. Y digo “pseudo institucionales” porque, que sepamos, no existe ninguna institución ni organismo oficial que esté formado por los máximos representantes de las diecisiete autonomías; se trata, antes bien, de una actividad extraparlamentaria que se ha “oficializado” en esta segunda convocatoria (la primera fue en 2012) revestida del relativo boato (estamos en España, no en Gran Bretaña) que supone la presencia del Rey el día de su apertura. Otro dato curioso es que la jornada se desarrolló a puerta cerrada, lo cual sugiere que lo que allí se debatió no debía ser oído por alguien... pero ¿por quién?
Un salón del Senado acogió a quince presidentes de otras tantas comunidades, pero faltaron dos que, como es fácil adivinar, eran los representantes de Cataluña y el País Vasco, siempre dispuestos a hacer patria y a tratar de demostrar lo diferentes y ajenos que se sienten. En fin, para el caso daba igual. Pero resulta divertido, por otro lado, que haya sido precisamente el Senado (lujosísimo cementerio de elefantes y elefantas) el lugar de su reunión.
Tics, ceceos y bisbiseos aparte, conviene detenerse un poco en lo que dijo Rajoy: Crecer, crear empleo y recaudar.
¿No les recuerda a la tarara de incrementar el I+D+I que cualquier político nos coloca cada vez que está en campaña electoral y de la que no se oye hablar después? Porque sí; está claro que para crecer como país es preciso desarrollar la investigación e innovar, pero ¿se hace? ¿No es verdad que el dinero estatal destinado a becas para la investigación supone un porcentaje ridículo del PIB y que muchos de nuestros científicos, en cualquier especialidad, tienen que irse fuera de España? ¿Y qué me dicen de la machacada inciativa privada, representada por los que llaman “emprendedores”, que es víctima de la política fiscal más dura e injusta de Europa?
El modelo económico de nuestro país está basado –y anclado- en el negocio turístico. Seguimos siendo una nación de servicios, con un desarrollo relativo de la industria de valor añadido, mucha de ella en manos de capital extranjero. Así que ni investigación, ni desarrollo ni innovación, por mucho que nos den la monserga en campaña electoral.
De la creación de empleo casi no habría que hablar, ya que el “empleo de mala calidad”, consecuencia directa de los “contratos basura”, ha creado la paradoja de que haya mucha gente que aun teniendo trabajo no se sitúe muy por encima del umbral de la pobreza ¿Es éste el gran logro del PP en los más de cinco años que lleva gobernando?
Sin embargo, la “almendra” de la declaración de intenciones de don Mariano es precisamente el tercer punto: la recaudación. En ella y en la emisión de deuda pública se asienta la sesuda estrategia de su ministerio económico para tratar de equilibrar el déficit (recordemos que la deuda externa equivale, hoy por hoy, al 100% del Producto Interior Bruto)
A estas alturas no habrá muchos que duden de que Montoro & Co. nos van a crujir a impuestos; unas cargas fiscales inusitadas, absurdas y tremendamente injustas para los ciudadanos que tienen nómina y no pueden maquillar como otros sus ingresos. Y todavían se harán cruces porque haya economía sumergida.
Al Gobierno, que dice haber subido las pensiones (sí, un 0,25%; lo que equivale más o menos a 1 € mensual para las más bajas) no sólo no se le cae la cara de vergüenza, sino que alardea de logros que no son tales. Y se queda tan ancho porque sabe que varios millones de españoles, aplicando la triste doctrina derrotista del “que me quede como estoy”, los seguirán votando.
No sabemos de qué secretos (esperemos que confesables) tratarían a puerta cerrada en la Conferencia de Presidentes. Quizá Revilla, que no suele firmar contratos de confidencialidad, lo cuente un día de estos en una de sus tertulias televisivas.
Pero todo huele demasiado a chamusquina.
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