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Las procesiones y su significado oculto

Muchos no son conscientes del verdadero significado de los sucesos de Semana Santa
Vida Universal
sábado, 8 de abril de 2017, 11:14 h (CET)
Muchos siguen creyendo que Jesús de Nazaret tuvo que ser sacrificado como chivo expiatorio para apaciguar a un Dios encolerizado. Con toda seguridad que la muerte de Jesús en la cruz no hubiera sido necesaria si las personas Le hubieran aceptado a Él y a Sus enseñanzas. Entonces el Nazareno habría podido traer el Reino de Dios a la Tierra si aquellos que se decían sus seguidores hubieran cumplido las enseñanzas verdaderas del cristianismo.

En el libro de la Editorial Gabriele “Esta es Mi Palabra, alfa y omega”, leemos lo siguiente en relación a la muerte de Jesús: “Quien piensa en el crucificado y adora al cuerpo colgado en la cruz de la resurrección, aún está colgado él mismo en la cruz del pecado. No Me ha aceptado ni acogido aún en su corazón. Es decir que quien dice que sí al hecho del cuerpo en la cruz, aferrándose aún a la cruz con el cuerpo martirizado, no ha resucitado aún en Mí, el Cristo. Da testimonio de sí mismo, de que vive aún en la servidumbre del pecado y de que se deja influenciar por lo pecaminoso. Pues los demonios quieren ver al crucificado, la cruz con el cuerpo, que para ellos significa la derrota del Nazareno, no la victoria del Cristo. Con el cuerpo muerto en la cruz, quieren inculcar a la humanidad la idea de que el Hijo de Dios ha sucumbido al pecado. Pero Yo he resucitado y he regresado al Eterno. Os he traído la Redención. La cruz sin el cuerpo muerto simboliza la resurrección y la victoria sobre las tinieblas. Por eso todos los hombres que viven en Mí, y a través de los cuales Yo vivo, se atendrán a la cruz de la victoria, que no lleva cuerpo; pues al igual que Yo conquisté la victoria sobre las tinieblas, los hombres y las almas que conscientemente creen en Mí y hacen cada día más la voluntad del Santísimo, han conquistado la victoria sobre el pecado”.

En la actualidad todavía se cuentan por millones las personas que, en la creencia de seguir a Cristo, participan en las procesiones, con ello denotan que no son conscientes de que así están dando fuerza y apoyo la imagen que el demonio quiere: el paseo público de la derrota y la humillación del Nazareno, de Jesús de Nazaret, el hijo de Dios. Además siguen apoyando a una institución, que ya abrumada por los casos de sacerdotes pedófilos, pone al descubierto quienes son y que justamente ahora por Semana Santa, vuelve a utilizar el recuerdo de Su vida para tratar de encubrir con ritos y procesiones lo ya inocultable.

Para muchas personas todo esto supone un conflicto interno, pues por un lado desean participar de la festividad pagana pero por otra parte desean seguir a Cristo en su interior cumpliendo Sus excelsas enseñanzas. De esta última forma es como únicamente conseguirán descubrir que Él, el maestro de la paz y de la humildad, hace tiempo que no está en las iglesias, ni en sus ritos ni en sus celebraciones.

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El 3 de agosto de 2020, se emitía un comunicado desde la Casa de Su Majestad el Rey donde Don Juan Carlos venía a decir, entre otras cosas, a su querido hijo Felipe lo siguiente: «Hace un año te expresé mi voluntad y deseo de dejar de desarrollar actividades institucionales. Ahora, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey, comunico mi meditada decisión de trasladarme, en estos momentos, fuera de España».

La ilusión, la emoción y la sorpresa siguen en un rincón de nuestra memoria dispuestas a desatarse si sabemos encontrar en el recuerdo de nuestra vida la autenticidad de aquel preciso momento. Ahí queda a la vista nuestro asombro ante la aparición del prodigio, y su magia es la única realidad que nos rodea.

Tenemos unos políticos y escritores aparentemente realistas que viven en el mejor de los mundos, a no ser que sepan algo que nosotros ignoramos. No es que no tengan sueños, el problema es que no tienen pesadillas (que podrían materializarse). En esa página lapa pegada a nuestro ordenador, mezcladas con la información más banal, aparecen noticias tremebundas que mueven a dudar bien de su credibilidad, bien de su cordura, dado el resto de la información.

 
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