El pasado domingo los valencianos acudieron a las urnas y, como ya sucede desde hace años, volvieron a depositar mayoritariamente su confianza en el Partido Popular. No es que la alternativa que presentaba el principal partido de la oposición fuera plato de buen gusto pero la mayoría de los valencianos han vuelto a demostrar que les importa un pimiento que aquellos en los que dejan su confianza y el manejo de los dineros públicos lleven años metiendo la mano en la caja de todos y con el dinero público hagan de su capa un sayo y lo utilicen para sus correrías, jolgorios, fiestorras y demás trapisondas.
No ha sido suficiente con la vergüenza de tener un President de la Comunitat obligado a dimitir a las pocas semanas de ser reelegido, no ha bastado con la condena de un juez a algunos de los dirigentes de la muchachada de la gaviota por haber aceptado algunos trajes a cambio de favores en el caso Gürtel, no ha despertado la conciencia de los valencianos un caso tan maloliente como el de las basuras de Alicante que esta misma semana se ha llevado por delante al que fuera presidente de la Diputación alicantina durante años, la mayoría de los valencianos no han tenido para nada en cuenta las innumerables trapisondas perpetradas por los dirigentes del Partido Popular y han acudido en masa a votarles al son de ese himno zarzuelero que afirma “ofrendar nuevas glorias a España”. Esta es la grandeza de la democracia donde el voto de los ciudadanos es el que pone y quita a los políticos de su puesto de mando.
En alguna ocasión he escrito que el País Valencià cada día se asemejaba más a Italia, las prácticas irregulares de Berlusconi tienen por estas tierras muchos admiradores y algunos de ellos han llegado a superar a su ídolo y maestro. Tan sólo nos faltaba que también algunos políticos valencianos, no contentos con el saqueo a las arcas públicas, emularan a Berlusconi en sus juergas en las que el Lambrusco y las velinas corrían a raudales. Ahora ya tenemos nuestros propios Berlusconi de pacotilla, Alfonso Rus Presidente de la Diputación de Valencia y su Vicepresidente, Enrique Crespo, estos días han sido noticia por ser unos bocazas a los que su florida diarrea verbal les ha gastado, especialmente, al primero una mala pasada.
Alfonso Rus, al que Mariano Rajoy dijo un día que procurara no acudir a los mítines del PP conduciendo su propio Ferrari, tiene la lengua muy suelta y a lo largo de su vida política ha ido dejando tras de si todo un rosario de perlas verbales dignas de cualquier cómico de tres al cuarto.
Un día se metía con los profesores de la Universidad despreciándoles y llenándoles de insultos, otro acusaba de “rojos” a los músicos de la banda de Xàtiva, el pueblo del que es alcalde, en otra ocasión eran los minusválidos la diana de sus envenenados dardos verbales y hasta sus propios votantes, esos que tanto le adoran, han sido objeto de sus chanzas e insultos, después de unas elecciones, que naturalmente ganó, dijo “Si yo mando traeré la playa a Xàtiva. Y van y se lo creen ¡Serán burros! Y me votaron”. Este antiguo vendedor de neveras y televisores no tiene respeto ni por sus propios votantes, aunque tal vez éstos se merezcan el trato que les dispensa. Pero su última salida de tono fue unos días antes de las elecciones cuando en una comida con sus conmilitones en Cullera les dijo “El 20-N por la noche os espero a todos para celebrar la victoria con champán y mujeres”, más tarde alguien le hizo alguna observación sobre tal frase y aclaró que las mujeres eran “las nuestras”, supongo que se refería a sus resignadas esposas y el champán debió quedarse en vino de tetrabrik con gaseosa. Y es que hasta para ser un zafio y un patán hay que tener clase.
Enrique Crespo, su segundo en la Diputación valenciana, presidía la empresa EMARSA dedicada al tratamiento de lodo y que han tenido que cerrar al quedarse sin un euro a pesar de los 135 millones de dinero público que se le transfirió entre los años 2001 al 2010. El dinero ha desaparecido pero una parte del mismo ya sabemos que ha sido gastado en pagar viajes y estancias en hoteles de lujo a señoritas rumanas de las que dicen eran traductoras y empresarias y que eran alojadas en los mismos hoteles que los dirigentes de la empresa, todos ellos miembros del PP. Algo huele a podrido en esta historia en la que no llego a alcanzar que clase de traducción tenían que hacer estas profesionales, supongo que en idiomas. Los mal pensados ya hablan de que se dedicaban a traducir griego, francés y en sus ratos de ocio a explicar a sus anfitriones lecciones del Kamasutra. Y aunque por tierras valencianas solemos decir que “dels pecats del piu Nostre Senyor se’n riu” para quitar hierro e importancia a todo lo que la Iglesia prohíbe en el sexto mandamiento, aquí, al parecer, se ha inculcado también el mandamiento que dice “No robarás”, han hecho tabla rasa del mismo y han entrado a saco en la caja pública para pagar sus vicios privados.
Y a pesar de todo les votan, Qué país. Al final Berlusconi va a resultar una ursulina al lado de toda esta tropa.
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