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Conversaciones que avergüenzan

Fabra se sonroja al escuchar a Camps
Rafa Esteve-Casanova
domingo, 18 de diciembre de 2011, 08:42 h (CET)
Por fin Francisco Camps y Ricardo Costa, el que fuera su segundo, en el Partido Popular valenciano, se han sentado en el banquillo de los acusados en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana. El que fuera President del gobierno valenciano alargó tanto como pudo el vergonzoso momento de amoldar sus honorables posaderas a la dura madera del banco de los presuntos delincuentes, pero al final no ha tenido más remedio que comparecer ante los jueces para que un jurado popular dictamine si es culpable de cohecho impropio por haber aceptado dádivas de los cabecillas de la trama Gürtel.

Camps, tan religioso él que hasta sus conmilitones le conocen como “el curita”, se ha visto obligado a cambiar el tiempo de Adviento en que nos encontramos por el de la Pasión por la que esta pasando al verse finalmente sentado en el banquillo como cualquier “roba gallinas”, aunque más atildado en su gratuita indumentaria. Durante toda la semana se le ha visto con esa sonrisa con la que durante dos largos años ha estado apareciendo ante la prensa sin abrir la boca para hablar de los trajes y si la abría era para mentir diciendo no conocer a “El Bigotes” afirmando que “mis trajes me los pago yo”. Debe confiar en ser absuelto por el jurado formado por vecinos de Valencia, ciudad que en las últimas votaciones les ha exculpado votándole masivamente. Él, como Carlos Fabra, está convencido que los ciudadanos al votarles les han perdonado esos posibles pecadillos que archivan en sus conciencias, el uno trajes, zapatos, americanas y corbatas y el otro esas supuesta s defraudaciones a Hacienda por las que también espero verle sentado un día, ya no muy lejano, en el banquillo de los acusados. Ninguno de los dos ha cumplido ese código ético que su partido estableció y en el que se establece que los imputados deben abandonar de inmediato sus cargos públicos. Tampoco Mariano Rajoy ha tenido lo que hay que tener para exigirles el cumplimiento de esta norma interna, el próximo presidente del Gobierno de España siempre ha mirado hacia otro lado e incluso más de una vez a puesto la mano en el fuego por ellos.

Las sesiones del juicio transcurrían tranquilas para Camps y Costa, quienes podían testificar en su contra callaban con la excusa legal de que están imputados en otros procesos o bien afirmaban no haber regalado nunca nada a los dirigentes del PP valenciano, los otros dos acusados que aceptaron su culpa y reconocieron que habían recibido los regalos daban burdas excusas para tirar balones fuera y una todavía empleada de la sastrería rectificaba su declaración tal vez temiendo perder el empleo si se ratificaba en sus anteriores declaraciones claramente contrarias a los intereses de los acusados. Y aunque esta vez no hubo caravana de acompañamiento para Camps en su llegada a la Audiencia valenciana si que se ha visto en el juicio entre el público a Consuelo Ciscar, Directora del IVAM, a su marido Rafael Blasco, antiguo dirigente socialista y desde que fue expulsado de las filas del PSOE ideólogo tanto de Zaplana como de Camps y a Cotino, Presidente de las Corts valencianas y destacado miembro del Opus Dei que el primer día sirvió de chofer a Francisco Camps, es el único de los actuales dirigentes del PP valenciano que ha hecho causa común de manera externa con los sentados en el banquillo.

Alberto Fabra, el actual President valenciano, aunque en alguna ocasión ha defendido la honradez de sus conmilitones no ha podido decir otra cosa que “sentir sonrojo” al escuchar las conversaciones telefónicas que se han oído estos días en la sala de la Audiencia. Conversaciones tabernarias que nadie hubiera esperado escuchar nunca en boca de un personaje externamente tan comedido como Camps, ese “te quiero un huevo” demuestra a las claras que la relación existente en uno de los “capos” de Gürtel y el President era estrecha, lo mismo que lo debía ser entre Costa y el mentado “Bigotes”, nadie se atreve a pedir cien gramos de caviar y teléfonos de última tecnología si no es a un amigo. Costa afirmó que lo hizo porque no sabía donde comprar el caviar y nadie le cree, un “dandi” como él es imposible que no conozca las tiendas especializadas en delicatesen que hay en Valencia, seguro que las ha visitado en más de una ocasión.

Pero las risas se tornaron en caras serias cuando un antiguo empleado de la sastrería proveedora de los supuestos regalos afirmó que los trajes que tanto Camps como Costa se hacían en ella los pagaba la trama y no ellos. Ante esta afirmación volvieron las caras serias, el revuelo entre el público y el patético intento de Camps de enviar a su esposa con una bolsa en la que había uno de sus trajes para mostrar a la sala que éste llevaba la etiqueta, naturalmente no era el momento procesal oportuno ni una prueba definitoria, el traje lo podía haber comprado en cualquier tienda y momento, y el juez no acepto esta prueba. Por otra parte Costa, que según el sumario recibió un reloj de 30.000 euros acudió al banquillo luciendo un “peluco” de plástico. Ambos resultan patéticos.

A pesar de todo, de las vergonzosas conversaciones telefónicas, de las pruebas que les implican y de las declaraciones de los testigos que todavía faltan por pasar por la sala, entre ellos José Tomas, el sastre que declaró en su momento haber acudido al Palace madrileño a tomar medidas a Camps para trajes que éste nunca abonó y al que la defensa espera con toda la artillería preparada, Camps continua pensando que el jurado popular le absolverá, al fin y al cabo siempre le han dado mayorías electorales. Podría suceder, pero la vergüenza, si es que le queda un ápice, de haberse sentado en el banquillo nadie se la va a quitar, esa le quedará para siempre en una carrera política que para él ya ha terminado precisamente ahora que los suyos sin el menor esfuerzo se han alzado con el santo y la peana. Y Mariano Rajoy sigue mirando hacia otro lado sin acordarse ni citar para nada a quien defendió ardorosamente durante dos años.

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