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Vacaciones excelentes

¿Hacen las vacaciones más humanas a las personas y efectivas en la solución de los problemas sociales?
Octavi Pereña
lunes, 14 de agosto de 2017, 10:08 h (CET)
¿Es cierto que “las vacaciones podrían ser un tiempo para acercarnos más a Dios y a nuestros familiares, días para renovarnos y días para volver a encontrar nuestros orígenes, y redescubrir nuestra profunda vocación a amar y a ser amados, días para ir a las fuentes de la autenticidad”?, como dice Joan-Enric Vives, arzobispo de La Seu d’Urgell. Excepto unas fugaces menciones de Dios, el escrito podría haber sido redactado por un filósofo ateo o agnóstico. Como Tiempo para hacer vacaciones auténticas ha sido redactado por un arzobispo, muestra la superficialidad del llamado humanismo cristiano.

Ahora que la Iglesia católica pone tanto énfasis en la evangelización que es el anuncio de las buenas nuevas de salvación que se encuentran en el hecho de que Jesús murió y resucitó para perdón de los pecados del pueblo de Dios, escrito como el que comentamos pone el énfasis en el hombre y su capacidad de resolver por sí mismo los problemas. Según la Biblia el ser humano es incapaz de solucionarlos por sus propios medios. La Biblia pone la centralidad en Dios, no en el hombre.

El arzobispo urgelense da un decálogo de buenas intenciones para hacer vacaciones auténticas. Ello nos recuerda al Decálogo de la Ley de Dios que sirve para que los hombres recuerden que son pecadores incapaces de cumplir la Ley de Dios. El decálogo vacacional del arzobispo Vives muestra como deberían ser las vacaciones perfectas pero no aporta la fuerza necesaria para vivir según un listón tan alto. A pesar de que el hombre es incapaz de cumplir la ley de Dios, la Biblia no deja sin esperanza al pecador. Le recuerda que la Ley de Dios tiene la finalidad de llevar al pecador a Jesús que cargó con su pecado y en la cruz pagó la deuda que tenía con Dios. Resumiendo, por la fe en Jesús el pecador recibe el perdón de sus pecados y hace las paces con Dios. Deja de ser enemigo de Dios para convertirse en su amigo. A esta persona que por la fe en Jesús se convierte en amiga de Dios, el salmista que habla en nombre de Dios le dice: “Bienaventurado el hombre que pone en el Señor su confianza, y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira” (Salmo 40:4). La persona bienaventurada, feliz, lo es aquella que pone en Jesús su plena confianza, no la pone en sucedáneos como las vacaciones que no dan lo que prometen. Recordemos las palabras de Jesús: “La paz os dejo, mi paz os doy. Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

Ignoro si el arzobispo Vives ha reflexionado en el boom turístico de nuestros días. Desconozco si ha pensado en la causa que origina el ingente movimiento de personas que colapsan aeropuertos y otros puntos de embarque, que crean problemas de convivencia en los lugares de destino en donde se aglomeran. La industria del ocio mueve miles de millones de euros vendiendo felicidad. Los sufridos turistas aguantan mil impertinencias con el propósito de gozar la felicidad que la publicidad turística vende sin garantizarla. El overbooking en el transporte y la pérdida del medio que debe llevarle al paraíso, la atención al cliente deficitaria. El turista lo soporta todo porque es crédulo. Cree que es verdad la felicidad que venden las supuestas familias que aparecen alegres y felices, enseñando una dentadura blanca y perfecta en los spots televisivos y en los impresos a todo color.

A los promotores del turismo de masas no les interesa enderezar el comportamiento de sus posibles clientes porque si la publicidad lo hiciese en esta dirección los hoteles permanecerían vacíos. Los clientes no abandonarían sus hogares ya que lo que atañe a su perfeccionamiento moral y ético no les interesa.

¿Qué es lo que mueve a las masas a abandonar los lugares de su residencia para emprender molestos viajes hacia destinos que a su entender les aportarán la felicidad que no tienen en su residencia habitual? A los tour operadores no les interesa lo más mínimo lo que es la verdadera felicidad de sus clientes ni éstos saben en qué consiste porque in fluidos por el diablo únicamente desean dar satisfacción a la sensualidad. Cuando los turistas regresan a su hogares pronto se olvidan de las frustraciones recibidas durante le glamoroso viaje y se predisponen a preparar las próximas vacaciones a otro exótico paraje para volverse a sentir frustrados porque el goce sensual no satisface el hambre y la sed del alma.

La Biblia afirma con contundencia que no hay paz para quien niega la existencia de Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Enfatizo a este Dios porque es el único Dios. Los otros dioses, las vacaciones tal como se entienden hoy lo es uno de ellos, son invenciones humanas que no dan lo que prometen. Jesús que fue enviado por el Padre para anunciar las buenas noticias de salvación que hay en el Hijo que da salud al alma del pecador que vive como si Dios no existiese. Creyendo en Jesús el pecador hace las paces con Dios y el Espíritu Santo que habita en él llena su alma de gozo y esperanza. Jesús que es el pan de vida y el agua viva satisface plenamente el alma sedienta y hambrienta. Con ello no quiero decir que las personas no puedan viajar a parajes paradisíacos. Si creen en Jesús como su Señor y Salvador se desplazarán de la manera correcta. No lo harán con el propósito de aumentar su felicidad. Darán gracias al Creador porque sus ojos pueden contemplar las maravillas de los paraísos que sus ojos contemplan.

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