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¿La inminente crisis de China?

Con el colapso de Europa y la floja economía de América, una desaceleración china notable serían malas noticias
Robert J. Samuelson
lunes, 9 de enero de 2012, 08:33 h (CET)
WASHINGTON -- ¿Hasta China? ¿Puede enfrentarse a una desaceleración, o lo que en el caso de China sería una recesión, el coloso económico del mundo, habiendo crecido a una media del 10% anual? ¿Posee una "burbuja inmobiliaria" a punto de "pinchar"? ¿Cuáles serían las repercusiones globales? El Secretario del Tesoro Timothy Geithner visita China y Japón esta semana. Estos interrogantes ponen el contexto. Con el colapso de Europa y la floja economía de América, una desaceleración china notable serían malas noticias.

China despierta ambivalencia. Sus políticas -- sus tipos de cambio devaluados en particular -- se manipulan para darle ventaja en los mercados mundiales. Esto ha costado puestos de trabajo en Estados Unidos, en Europa y en los países emergentes. Aun así, China es una fuerza económica tan poderosa que una desaceleración súbita reverberaría más allá de sus fronteras. La actividad comercial lo acusaría. El proteccionismo de China se intensificaría para compensar la destrucción del empleo. Si el superávit de acero y demás materias primas saliera a la venta en el mercado mundial de golpe, el precio y la producción en todas partes se desplomarían en caída libre.

Hay indicadores de advertencia. El economista de la institución privada Instituto Peterson de Economía Internacional cita tres. En primer lugar, el colapso de Europa ha debilitado la actividad comercial de China; Europa adquiere en torno a la quinta parte de su exportación. En segundo lugar, la vivienda está manifestando comportamientos de burbuja y se está desinflando. Por último, el gobierno de China va a tener más dificultades para llevar a cabo un estímulo que durante la crisis 2008-09. La deuda pública saltó del 26% del producto interior bruto en 2007 al 43% del PIB en 2010.

La forma en que todo esto afecta al crecimiento de China es polémica. "Lo más probable es que China registre un ajuste suave", dice Justin Yifu Lin, vicegobernador de crecimiento económico del Banco Mundial. "El crecimiento alcanza el 8% ó el 8,5%". Eso está por debajo del entorno del 9% de 2009. La deuda pública sigue siendo lo bastante baja para permitir amplio margen de estímulo, cree Lin. Muchos pronósticos convienen.

Pero el escepticismo está creciendo rápidamente. La casa de valores japonesa Nomura considera que hay una posibilidad entre tres de que se produzca una "corrección brusca" -- una caída inesperada del crecimiento en torno al 5% ó menos. Para los estadounidenses, que experimentan hoy un ritmo de crecimiento económico anual en torno al 2%, esto puede sonar fabuloso. Pero para la economía emergente y la enorme población activa de China, un ritmo de crecimiento del 5% elevaría el paro y el descontento social. El giro adverso del dato del PIB sería equivalente a grandes rasgos al descenso norteamericano registrado durante la recesión de 2007-09.

La vivienda podría zanjar quién tiene la razón. China ha invertido desproporcionadamente en la vivienda, sostiene Lardy en un libro nuevo ("Sostener el crecimiento económico de China tras la crisis económica global"). La principal razón, dice él, es que las políticas económicas impiden a los ahorradores calcular la rentabilidad idónea de sus ahorros. La inversión bursátil se considera manipulada. Los regímenes de regulación pública mantienen bajos los tipos de interés de las cuentas -- el principal escape del ahorro. De 2004 a 2010, los tipos estuvieron por debajo de la inflación. Los frustrados ahorradores invertían en la vivienda, donde el precio no está regulado.

El resultado parece ser la burbuja especulativa clásica. La gente compra porque está convencida de que los precios van a seguir subiendo; y los precios suben porque la gente compra. Un estudio del año 2010 concluye que el 18% de las familias de Pekín son propietarias de dos casas o más; otro estudio de 2010 realizado entre todas las ciudades concluye que el 40% de las compras eran segunda residencia como inversión. Muchos domicilios, informa Lardy, están desocupados porque los alquileres en Pekín, Shanghái y los demás municipios son bajos.

Por desgracia, los ciclos de crecimiento alimentan los ajustes bruscos. El comprador acaba dándose cuenta de que el creciente precio plasma una demanda artificial. La compraventa de casas se desacelera. El precio cae en picado. La nueva construcción desciende. El mecanismo se retroalimenta. Con desequilibrios modestos, el resultado es una corrección menor del mercado. En los demás, se produce una crisis.

¿A cuál de las dos cosas se enfrenta China? Una burbuja inmobiliaria pinchada podría ejercer un tirón enorme. La construcción supera el 10% del PIB. Son máximos históricos, dice Lardy. En una etapa comparable de desarrollo económico, la inversión inmobiliaria de Taiwán era del 4,3% del PIB. Durante el reciente ciclo de crecimiento inmobiliario estadounidense, la vivienda alcanzó máximos en el 6% del PIB. En China, la vivienda estimula gran parte del consumo (mobiliario, electrodomésticos) y representa el 40% de la producción acerera, destaca Lardy. La venta de suelo también es una importante fuente de recaudación pública para las instancias locales del gobierno. Todo acusaría un pinchazo de la vivienda.

Existen factores paliativos. Fuera de Pekín o Shanghái, no está claro que el precio de la vivienda "mantenga un desfase con respecto al crecimiento de la renta familiar", según el economista de la Universidad de Cornell Eswar Prasad. Los compradores chinos también pagan de forma típica importantes letras de sus propiedades. En comparación con Estados Unidos, un pinchazo inmobiliario tiene menos probabilidades de convertirse en crisis bancaria cuando las hipotecas dejan de ser atractivas.

Con independencia de lo que suceda, el modelo económico de China está alcanzando sus límites, como aduce Lardy. Se ha apoyado en la exportación, promovida a través de tipos de cambio controlados, y en la inversión, incluyendo la vivienda, subvencionada a través del crédito abaratado. Mientras tanto, los ahorradores chinos vienen siendo castigados a través de la escasa rentabilidad de sus ahorros. Esto obstaculiza su riqueza y su consumo. El problema reside en que la desaceleración global amenaza a la exportación y los excesos de la vivienda amenazan a la inversión. A menos que China sepa desplazar el acento a un consumo interno más fuerte, su economía se desacelerará -- o llegará al crecimiento siendo todavía más rapaz con los demás países.

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