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Etiquetas | Cataluña | Felipe VI | Política

El jefe del Estado y el artículo 56 de la Constitución

Me da la impresión de que don Felipe se ha metido en un jardín
Mario López
jueves, 5 de octubre de 2017, 00:11 h (CET)
Antiguamente se decía que era un país de misa diaria en donde no se paraba de blasfemar. Hoy podemos decir que España es el país de los constitucionalistas que no pierden ocasión para burlarse de la Constitución: primero, PP y PSOE con el artículo 135 y ayer el Jefe del Estado pasándose el artículo 56 por el burladero a puerta gayola.

El artículo 56 de la Constitución obliga al Jefe del Estado a ser árbitro institucional y no juez y parte, que es como se presentó ayer don Felipe ante el soberano pueblo. Repitiendo en lo sustancial lo ya dicho anteriormente por distintos miembros del Gobierno, omitió toda apelación al diálogo y dejó en el olvido a los centenares de heridos en la jornada de referéndum ilegal. Claro, que siempre es preferible el silencio a la compasión retórica.

Que el Parlament de Catalunya se ha apartado de la Constitución es una obviedad y huelga decir que el Estado ha de tomar cartas en el asunto. Pero el arbitraje no significa actuar como ariete de parte. Don Felipe ha pretendido emular a su padre, pero una cosa es un golpe de Estado que pretendió devolvernos a la dictadura y otra cosa es una rebelión independentista a la que no se ha querido hacer frente por medio del diálogo. Y llega tarde. El 1-O asistimos a una manifestación popular que no llegó a cobrar las dimensiones de la Gloriosa. Me da la impresión de que don Felipe se ha metido en un jardín. No se me ocurre otra solución que la convocatoria inmediata de elecciones al Parlament de Catalunya.

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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