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Reforma inacabada

Las 95 tesis de Martín Lutero siguen siendo tema de debate
Octavi Pereña
martes, 9 de enero de 2018, 06:42 h (CET)
Un hecho que parecía superado porque se reservaba a épocas de oscurantismo religioso sigue siendo de actualidad: el comercio de reliquias. Eusebio Val, escribe: “Los italianos siempre han sido muy católicos y hábiles comerciantes. No debe sorprendernos el pujante negocio de las reliquias sagradas, y menos todavía en estos tiempos de tan fácil mercado global gracias a internet. En el portal de los estados Unidos d’eBay, coloso de las ventas y subastas en línea se ofrece un relicario que contiene un recipiente que supuestamente guarda leche del pecho de la Virgen María, la leche que amamantó a Jesús. El precio es de 3000 dólares”. No puedo imaginarme a alguien acercándose a María mientras amamantaba a su Hijo y ponerle un recipiente bajo el pecho para recoger una gotitas de tan preciado líquido. No puedo entender que alguien crea que después de más de 2000 años se haya conservado una minúscula muestra de la leche de María de no ser que la credulidad de dicha persona le haga creer la enseñanza de que huesos y otras reliquias de supuestos santos deban venerarse con una especie de culto religioso y ver en ellos medios de recibir gracias y favores divinos.

Val sigue escribiendo: “El Vaticano es muy consciente de esta escandalosa realidad y quiere ponerle límite…Por ello, el pasado sábado (que tendría que ser el 16 de diciembre de 2017) se anunció un amplio decreto de 38 artículos con instrucciones muy precisas sobre la autenticación y manipulación de las reliquias sagradas”. ¿Qué credibilidad se le podrá dar a la garantía que procede de una Institución dada a la mentira? El comercio de reliquias seguirá y se pagarán sumas astronómicas por ellas en tanto los fieles católicos sigan creyendo el engaño de que los considerados santos/as se les puede venerar y una vez fallecidos se les pueda rendir culto y súplicas como si fuesen dioses y de ellos recibir bendiciones espirituales y temporales. Una pregunta que deberían hacerse quienes se dejan seducir por el engaños de los poderes de las reliquias es: Si el apóstol Pedro que no aceptó en vida que el centurión Cornelio se postres a sus pies para adorarle cuando salió a recibirle y levantándole le dijese: “Levántate, pues yo mismo también soy hombre” (Hechos 10: 25,26). ¿Cómo podría aceptar ahora que está muerto, aceptar el culto que se le rinde, adoración que pertenece exclusivamente al Señor Jesús? Es imposible esta herejía.

El culto a las reliquias también tiene un fuerte sabor a fetichismo. El fetichismo es la forma más grosera de idolatría. Consiste en dar culto y atribuir virtudes mágicas a objetos materiales tal como los presenta la naturaleza. Solamente se precisa pronunciar unas palabras en latín y hacer con la mano la señal de la cruz y aquellos objetos inofensivos adquieren poderes milagrosos. El pan y el vino conservando sus características naturales, se transforman en el cuerpo y la sangre de Jesús, sustancias objeto de adoración cuando los fieles participan en la eucaristía y al ser llevados en procesión. El agua después de haber sido bendecida por el sacerdote tiene el poder de regenerar al bautizado. El aceite puro de oliva consagrado confiere gracia a los moribundos…


Según Val “la Santa Sede no quiere eliminar una expansión tan importante de la religiosidad popular –que es muy valorada por el papa actual, Francisco- sino regularla de una manera adecuada para evitar los abusos. Se imponen procedimientos muy precisos y controles estrictos”. ¡Sobre todo conservar la religiosidad popular que es contraria a las enseñanzas bíblicas!

Con la celebración del Quinto Centenario de la Reforma iniciada por Martín Lutero, la reforma de la Iglesia todavía no ha finalizado. Lutero denunció la corrupción y la superstición existentes en la Iglesia católica, no solamente denunciándolas, lo hizo de manera más efectiva poniendo al alcance de los alemanes la Biblia traducida su idioma. En otras naciones europeas se siguió el ejemplo alemán y se tradujo a sus respectivos idiomas la Palabra de Dios directamente del original hebreo y griego. Por fin la Palabra de Dios estaba al alcance del pueblo llano de manera comprensible. No basta con tener la Biblia al alcance de la mano, se precisa el deseo de leerla. Las versiones protestantes de la Biblia tienen una característica que las distingue de las católicas: No tienen notas a pie de página que guíen al lector a interpretarla según dicten los doctores que tiene la Santa Madre Iglesia.

Las iglesias tienen que estar en un constante proceso de reforma. Esto es posible si los fieles siguen las instrucciones que el apóstol Pablo da cuando escribe a su discípulo Timoteo: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quien has aprendido, y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:14-17). Este texto no invalida el pastorado evangélico. Refuerza el cumplimiento del deber que tienen los pastores de predicar la sana doctrina. A la vez, el fiel es exhortado a velar por su salvación. N o puede dejarla pasivamente en manos ajenas. El que la Biblia esté en las manos el pueblo y la lea y medite lo leído hace posible que controle a los predicadores. Los pastores también son hombres falibles que asimismo necesitan ser corregidos cuando convenga. La reforma iniciada por Lutero el 31 de octubre de 1517 irá consiguiendo su objetivo en la medida que iglesias y fieles persistan en reformarse a la luz que irradia la Biblia. Se llegará a la meta en el día de la resurrección.

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