A principios de octubre de 1948, tras un levantamiento armado fomentado por el APRA en Perú, el gobierno declaró ilegal a dicho partido e informó que el Rector Universitario Luis Alberto Sánchez estaba impedido de seguir en sus funciones.
El Rector, conocido escritor peruano que llegaría a ser décadas más tarde vicepresidente del Perú, halló refugio en la embajada de Paraguay en Lima, donde un imperturbable pero enérgico embajador resistió todos los intentos de intimidarlo, hasta que el 13 de enero el asilado obtuvo salvoconducto para refugiarse en Paraguay.
Aquel bravo diplomático paraguayo no era otro que Luis Irrazábal Barboza, hèroe prohibido de la èpica defensa de Nanawa. Era hijo de Mariano Irrazábal, nada menos que un veterano de Cerro Corá, herido en la última batalla que se había librado en el último confín de la patria, y donde el adalid postrero del Paraguay independiente eligió morir antes que capitular.
Por estas fechas del año 1933, la providencia quiso que se encontrara en el exacto lugar donde se lo necesitaba: el Fortín Nanawa, que los bolivianos consideraban la llave para llegar a Concepción.
Irrazábal, a pesar de lo crítico de la situación, la falta de municiones y otras carencias y lo pavoroso del ataque boliviano, rechazó varios ofrecimientos para huir del cerco enemigo y salvar su vida. Uno de ellos había provenido del mismo capellán, quien ofreció incluso su sotana como disfraz al jefe militar.
Tajantemente, Irrazábal respondió entonces que moriría con honor en el puesto que le habían comisionado defender. Su principal antagonista sería el general alemán Hans Kundt, nimbado por el prestigio bélico prusiano, hijo de un célebre astrofísico catedratico universitario en Berlín y Zurich.
August Kundt, padre del jefe del ejército boliviano que atacó Nanawa, había sido un destacado miembro de las Academias Prusiana y Rusa de Ciencias, legando importantes descubrimientos en el campo del magnetismo y la óptica. Incluso un cráter ubicado en el Mare Nubium de la Luna lleva su nombre.
Su hijo también dejaría un cráter, sin proponérselo, pero en la historia bélica y el orgullo militar de Bolivia.
El general Kundt pondría toda la carne en el asador en pos de forzar el paso de Nanawa y el ese empeño, el 24 de enero el comando boliviano convocó a escena al aguerrido regimiento del coronel David Toro. Jamás se hubiera imaginado el general alemán que casi toda la parafernalia bélica de siete regimientos acabaría superada por la surrealista y casi onírica aparición de los bien afilados machetes paraguayos. Quizás una prueba más de que las batallas las ganan los hombres, y no las armas.
El jefe alemán del ejército boliviano no se daría por vencido, y repetería su ataque más tarde, con idénticos resultados. Como dice una popular canción paraguaya en guaraní, el cantar de gesta “13 Tuyutí”, “el gringo tonto (Hans Kundt) se rompió la nariz en las puertas de Nanawa”, y los bolivianos perdieron el camino sin poder llegar al río.
A fines de ese mismo año de 1933, el once de diciembre, se consumaba el desastre militar boliviano de Campo Vía. Allí los paraguayos obtendrían la victoria más fulminante de la guerra, y también la que tendría consecuencias morales más demoledoras.
Aquella debacle boliviana obligó a renunciar al general alemán Hans Kundt, quien fue incapaz de vislumbrar la ofensiva paraguaya que se había iniciado en Octubre y terminaría en Diciembre. Dos divisiones bolivianas con lo más moderno del armamento de entonces, entregarían al Paraguay un arsenal superior al que este contaba al iniciarse la guerra. Los agitadores de controversias insisten en que hubiera significado el final de la contienda si no se hubiera concedido un armisticio, en el que los suspicaces creyeron entrever la mano de la empresa petrolera Standard Oil, acusada en el Congreso norteamericano de financiar a Bolivia.
El viejo y derrotado general alemán, obligado a renunciar, debió abordar un trimotor que rugiendo amargura en las hélices, lo alejaría para siempre del Chaco.
La credibilidad de la pequeña comunidad germana en Bolivia se vio seriamiente afectada, y fueron arrestados u hostigados varios alemanes de actividades diversas, entre ellas el comerciante Eduard Strohmann, el minero Paul Hepner, el mecánico de la Patiño Mines Josef Althoff y otros sospechos de espionaje como Hermann Mallet y Hans Bartschaft, e inclusive un Teniente Coronel del Ejército boliviano de ascendencia alemana, Max J. Ungewitter.
El político e historiador Juan Stefanich escribió sobre aquel gran momento de la historia militar paraguaya:”Desde los campos encendidos del Chaco fueron barridos de América, como en los tiempos de la emancipación, generales y técnicos europeos y otros de menor jerarquía, en forma aleccionadora”.
La superioridad de los arios, había quedado demostrado, era una teoría tan ilusoria como el poder mágico de las runas, mucho antes que los soviéticos izaran su bandera sobre el Reichstag.
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