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Diego Vadillo López
Diego Vadillo López
Es la de Fuentes Sánchez una novela negra paradigmática y a la vez originalísima

La trama va avanzando en zigzag, esto es, alternadamente, se suceden los capítulos en los que uno de los dos protagonistas marca la impronta, porque, sí, dos son los protagonistas, y dos son las historias que hacia el final acabarán confluyendo al estar impulsadas por el mismo combustible, si bien con propósitos antitéticos, ya que Cifu y Guti encarnan respectivamente el paradigma de la salvaguarda y transgresión de la ley.

La compañía La Soubrette rescata una olvidada pieza del genial compositor

El jueves 12 tuvo lugar en el salón de actos de la sede de la SGAE el coloquio en torno a la figura de Barbieri, gran compositor y eximio engrandecedor de nuestro género chico; dicho coloquio surgió a propósito del reciente estreno de su obra “La Confitera” por la compañía La Soubrette, coordinada por la musicóloga y cantante lírica Sara B. Viñas.

Doña Rosario de la Cueva mantiene a flote su ya mítica tertulia poética pese a la pandemia

Fue un placer volver a disfrutar de sus siempre afinadas glosas a las obras y al tenor de los poetas de quienes penden estas, máxime cuando a uno mismo es a quien le toca ser glosado, ya que hay tanta o más poesía en sus deliciosos opúsculos que en sus neoclásicos versos, de imparangonable limpidez.

Sondeó nuestra pintora los misteriosos ritmos que se alojan en la materia


Lo eternal, la infinitud son fuentes de inefabilidad que aprehende Bergman, quien se muestra díscola cuando de manejar contornos se trata, pues estos, a su entender, no existirían, siendo no otra cosa que ilusiones ópticas que nos ofrecen las transiciones entre sombra y claridad y entre cromatismos varios. Lo que sí aportaría la materia sería ritmo. En un sinestésico concebir, Anna-Eva Bergman maneja ritmos matéricos de suaves cadencias


Un entramado de cromatísimas morfologías señorea la muestra de Adriana Zapisek que ha tenido a bien alojar en este enrarecido octubre una Casa de Vacas circundada por los otoñales ocres que acostumbran en este tiempo a afincarse en el populoso parque del Retiro en cuyo seno habita el mentado recinto.A tenor de lo observado, un sinestésico vórtice de esencias son aprehendidas sensorialmente y materializadas mediante plásticos ardides, los desplegados por quien se nos muestra como una develadora de entropías; como una expendedora de irredentas geometrías y de disciplinadas y glutinosas curvaturas, que, al fin, se tornan trampantojos de una hiperrealidad sublimada en la que lo punzante es mudado suntuario al emparentar con la sensualidad que todo lo gobierna.

Le apuntaba a Carlos Dávila, cuando este lo entrevistara tiempo ha, Umbral, que no lo incomodaba que lo calificasen de “rojo”, y añadía que dicho color, no en vano, era rico en matices. Al ser inquirido por el periodista al respecto de los tonos de la susodicha gama cromática en que supuestamente él habitaría.

“Donde las diablas bailan boleros” (Calambur, 2004) es la obra que más hondamente me ha tocado la fibra en los últimos tiempos, y ello sin haber estado en el espacio que refiere ni sentir una especial inclinación hacia este, lo cual añade mérito a la mentada obra, capaz, ya les digo, de suscitar acentuada conmoción en quien esto les escribe.

El célebre poeta visual Chema Madoz expone en el Jardín Botánico de Madrid algunas de sus más insignes obras fotográficas en el marco de la muestra “La Naturaleza de las Cosas”, evento comisariado por Oliva María Rubio. Madoz es un fino artesano de la analógica fotografía y un audaz ingenio creativo.

Tiene un libro de epístolas Herrera, “Cartas de ajuste” (Belacqva, 2003), en el que remite misivas a distintas gentes del famoseo patrio (patrimoniales y allegadas) siguiendo una alfabético-onomástica lógica, esto es, los sitúa en el índice en el orden alfabético a que los aboca la inicial de sus respectivos nombres de pila o apelativos.

Semanas atrás, cuando los parques aún permanecían precintados como consecuencia de las medidas implantadas para enfrentar la pandemia, pasé en un momento dado por adyacentes aceras al parque del Retiro y quedé fascinado ante la rozagante naturaleza que se desplegaba desmelenada y exuberante por demás merced a no haber sido acometida por los operarios que, a la sazón, son los responsables de que los visitantes hallemos siempre un ajardinamiento.

Un espíritu vivaz como el de Calderón supo entrever en una época tumultuosa como la suya ciertos rasgos susceptibles de ser emparentados con lo onírico, y sobre tales cosas, sobre si estamos adormecidos cuando creemos vivir y asuntos así, teorizó, al cabo, en su intemporal obra.

En plena debacle pandémico-económica siguen empecinados los proliferantes “comentarólogos de todo” en seguir desplegando sus malos augurios económico-financieros; olvidando por un momento que hay una crisis sanitaria que a todo se impone, para la que también piden medidas.

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