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Jorge Hernández Mollar
Jorge Salvador Hernández Mollar nació en Melilla en 1945. Casado y con tres hijos, se considera ante todo católico, vitalista y optimista, además de respetuoso con las personas y con los derechos humanos. Se licenció en Derecho por la Universidad Complutense Madrid y ha sido funcionario del Cuerpo Superior de la Seguridad Social. Ha desempeñado cargos orgánicos en el Partido Popular y ha sido Senador, Diputado en las Cortes y Diputado en el Parlamento Europeo. |
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Decía nuestro insigne poeta y premio nacional de literatura Manuel Alcántara que “escribir es llorar y consolarse”. Reconozco que hay días que al escribir esta columna, siento la misma necesidad ante acontecimientos como los que han sucedido a lo largo de esta semana.
Francisco de la Torre, desde su libérrima libertad, ha tomado la decisión de optar una vez más a regir los destinos de la ciudad de Málaga. Ha dedicado más de dos décadas de su vida al gobierno de su querida ciudad, al frente de la Alcaldía. Y de nuevo asume, en el albor de sus ochenta cumpleaños, el meritorio compromiso de seguir sacrificando su familia, sus aficiones, sus amigos por el incansable, generoso y arduo trabajo de servir al ciudadano.
Cuando toda una ministra portavoz del Gobierno afirma que a España solo la representa el Jefe del Estado en unos funerales de Estado o la ministra de Justicia se despacha con que ha comprobado cómo la gente habla en el autobús o en el metro de la renovación de los órganos judiciales y afirma refiriéndose a Cataluña, que “hay españoles que viven allí también”, es que este gobierno padece una profunda crisis de conocimiento y de sentido común.
El fallecimiento de la Reina Isabel II de Inglaterra ha originado una conmoción mundial después de haber permanecido siete décadas al frente de la Corona y de la Iglesia anglicana. Biógrafos, periodistas, televisiones, redes sociales describen con detalle los rasgos más características de su personalidad y todos los avatares familiares, políticos o sociales que ha tenido que afrontar a lo largo de su nada fácil reinado.
Era lógico que cualquier avezado parlamentario recelara de la oportunidad de celebrar un debate entre el presidente del gobierno y el jefe de la oposición en el Senado, donde la rigidez del Reglamento y la repercusión mediática eran elementos que teóricamente favorecían al presidente y aún más en las actuales circunstancias por las que atraviesa España en su doble escenario nacional e internacional.
Es evidente que la situación económica es importante para la vida diaria de los ciudadanos. En estos momentos tenemos una inflación y unas cuentas públicas desbocadas. Además estamos atravesando momentos de enorme dificultad como consecuencia de fenómenos climáticos, naturales o derivados de una trágica y dolorosa guerra en Europa.
La simple observación de la realidad cotidiana proporciona una forma de captar y percibir el mundo desde tu propia historia personal, influida naturalmente por la educación recibida, los valores y las creencias arraigados y las emociones o percepciones disfrutadas o sufridas.
Recibimos numerosas noticias nacionales o internacionales con las que diariamente estamos siendo machacados, he de reconocer que una de ellas ha despertado estos días mi interés por el especial dramatismo humano que la ha rodeado.
La tarea del cristiano corriente o laico como un miembro más del cuerpo de la Iglesia, me sorprendieron sobremanera, en la medida que era un novedoso mensaje que luego el Concilio Vaticano II recogió en su Constitución Lumen Gentium en su Capítulo IV.
Atosigados por las noticias que nos inundan diariamente los medios de comunicación como guerras, sequías, pandemias, restricciones energéticas o las no menos asfixiantes de contenido político, pasan desapercibidas otras que son la manifestación de algunos graves problemas que hoy afectan a nuestros jóvenes.
El calor que padecemos al igual que el frío, nos produce unas sensaciones térmicas que las mitigamos con una disminución o aumento de la temperatura ambiental. Cuando no existía el aire acondicionado o la calefacción combatíamos el calor con lumbrado, materias orgánicas como el carbón o la madera.
Alabo el temple y la moderación con la que mi Presidente y amigo, Juanma Moreno , ha sabido conquistar con su mensaje de “serenidad y tranquilidad”, la voluntad y porque no decirlo el corazón de millones de andaluces, para conseguir que mayoritariamente depositen en él su confianza para gobernar y administrar los intereses de la región más poblada de España como es Andalucía.
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