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Tras el apagón que se produjo ayer en todo el país, muchas personas consumidoras han sufrido pérdidas importantes y se preguntan si pueden reclamar los daños sufridos por perdidas de alimentos, en electrodomésticos o dispositivos electrónicos, por viajes que no se han podido realizar, o por no contar con conexión a internet, entre otros problemas.
Los mercados bursátiles han reaccionado con tranquilidad ante el inédito cero energético vivido en España durante la jornada del lunes. Pese a la magnitud del shock, es importante subrayar la estabilidad de los mercados, tanto el lunes, cuando el Ibex 35 cerró la sesión en positivo y no se detectaron señales de tensión en el mercado de la deuda soberana, como en el inicio de esta nueva jornada.
La humanidad se siente muy ufana porque ha engrosado su capacidad de conocimiento basándose en la inteligencia artificial. Cualquier iletrado puede “redactar” un artículo copiando simplemente lo que el dichoso “chatgpt” le dicta. Los estudiantes encargan parte de sus deberes a su ordenador y los “expertos” en el copia y pega presumen de sus “conocimientos”. Todo el mundo sabe de todo. El apagón de ayer nos ha puesto en nuestro sitio.
El Covid, la Filomena, la Dana, la luz. ¿Cuántos desastres más tenemos que padecer para despertar de este letargo en el que nos tienen sometidos? Los tres primeros fueron causas externas al gobierno, pero no así el último. En todas ellas hubo apagones informativos, se hicieron tarde y deficientes o mal, sobre todo cuando no tienen a quién culpar para ocultar su falta de preparación para desempeñar la presidencia de un país.
Este 28 de abril quedará en la historia de España como el día en que el país se detuvo. Un apagón masivo, iniciado a las 12:33 horas, dejó sin electricidad al 99% del territorio peninsular, afectando también a Portugal y el sur de Francia. El presidente Sánchez lo calificó como un evento "sin precedentes", atribuido a la pérdida súbita de 15 gigavatios (60% de la demanda nacional) en cinco segundos, provocando el colapso del sistema eléctrico y su desconexión de Europa.
Van ustedes a permitirnos esta apuesta vital, y ya iremos viendo el desarrollo de los acontecimientos. Salí, hacia las cuatro de la tarde, a echar un vistazo al centro de la ciudad donde vivo, para ver cómo la gente enfrentábamos un inesperado apagón nacional, un increíble colapso de nuestro sistema energético.
El sector de las telecomunicaciones y las empresas afectadas por el apagón de las redes 2G y 3G dan por hecho que antes de 2030 tiene que estar culminado un proceso que lleva en marcha varios años, aunque a una velocidad inferior a la deseada por muchos expertos. El problema de fondo es que no existe una fecha oficial y unificada para dejar a un lado definitivamente ambas redes.
El día D ha llegado. A partir de este 19 de abril, empezarán a dejar de funcionar las 440.000 líneas de ADSL, que según los datos de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), se verán afectadas por el paulatino cierre de las 8.526 centrales de cobre que hay en nuestro país. La mayoría de estas son propiedad de Telefónica, que espera culminar este proceso antes de mayo de 2025.
En medio de una vorágine de innovación tecnológica, la Televisión Digital Terrestre (TDT) prepara un nuevo “apagón” el próximo 14 de febrero. Esa es la fecha en la que todos los canales deberán transmitirse en alta definición (HD) y, por tanto, desaparecerán las frecuencias en calidad estándar. Esto implica que todos los españoles que no cuenten con televisores con un receptor de HD incorporado deberán adquirir un decodificador compatible.
Las redes se han llenado de alarmismo y de burlas por la noticia del posible apagón indefinido en toda Europa. Muchos no lo creen, otros hablan de teorías conspiratorias y comparan este posible apagón con el covid. Nada se sabe, podemos pensar cualquier cosa, como que somos cobayas de laboratorio con las que experimentan y estudian para modificar algo en nuestra sociedad y, por supuesto, ganar más dinero con ello.
El apagón de hace unos días fue distinto. Nos quedamos sin acceso a la mayoría de las redes sociales. Durante las horas que la humanidad prescindió del maldito artilugio cibernético, se detuvieron las maquinas de la comunicación no verbal. En una palabra: casi se paró el mundo.
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