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Este 15 de enero, cuando faltaban 5 días para que Donald Trump vuelva a la Casa Blanca, se concretó el acuerdo Israel-Hamás para cesar las hostilidades en Gaza. Mientras los trumpistas se jactan de que este acuerdo se debe a la elección del nuevo presidente, Jose Biden quiere cogerse todo el crédito afirmando que se ha producido un alto al fuego total que podrá devenir en permanente.
En julio pasado, Donald Trump hizo una intervención en la Bitcoin Conference 2024 en Nashville en la que dijo. «Estados Unidos se convertirá en la potencia minera de bitcoins indiscutible del mundo (…) El bitcoin y las criptomonedas harán crecer nuestra economía, consolidarán el dominio financiero estadounidense y fortalecerán a todo nuestro país, a largo plazo».
Después de jalear la elección de Donald Trump a comienzos de noviembre, los mercados comienzan a tomarse más en serio los riesgos que lleva aparejados la figura de Elon Musk. Así, el índice S&P 500 de la bolsa estadounidense pierde más de un 3% (a fecha 2 de enero de 2025) desde el 16 de diciembre. Por su parte, la acción de Tesla se deja un 18% después de dispararse más del 80% entre la elección presidencial y el 16 de diciembre.
Una de las políticas económicas más destacadas que se prevé que implemente Trump son los aranceles a la importación. Como ocurre con casi todo en economía, los efectos de esta medida a medio y largo plazo son difíciles de prever con exactitud.
En estos venideros tiempos trumpistas de la superpotencia estadounidense -histérica ante su ocaso- no perdamos de vista nuestra conciencia clave, nuestra fuerza y nuestros avances. Ciertamente ellos nos atacan desalmadamente, pero así mismo es cierto que los pueblos estamos conquistando victorias en las luchas por la independencia y por la redistribución de la riqueza.
El rally de fin de año está cobrando impulso y el DAX ha registrado sus mayores ganancias desde septiembre. Esta semana, el Banco Central Europeo (BCE) tiene la clave para determinar los próximos movimientos del mercado. Su decisión podría prolongar la subida o frenarla de golpe. Mientras el BCE prosigue su ciclo de bajada de tipos, la pregunta principal sigue siendo: ¿cuánto bajarán los tipos?
La composición del voto que ha recibido Donald Trump en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos es una buena muestra de que el mundo de nuestros días ha perdido la cabeza o, como decía Eduardo Galeano, de que está patas arriba.
Mientras que los principales índices mundiales siguen en una tendencia alcista impecable, la contundente victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, que ha traído promesas de desregulación, recortes fiscales y una retórica que impulsa la confianza empresarial, no ha hecho más que añadir nuevos estímulos para seguir incrementando el riesgo en bolsa en un entorno de euforia generalizado.
Aparte de EEUU, donde Donald Trump ganó con un 51% de los votos, él no es popular en ningún país del mundo, excepto en Israel donde casi el 60% de sus ciudadanos le apoyan. El premier hebreo Benjamín Netanyahu fue el mandatario extranjero que más hizo por lograr que él gane. Un factor clave en la derrota demócrata fue la guerra de Gaza.
Mientras nos deslizamos por el prolongado y resbaladizo proceso de transferencia presidencial en la única superpotencia realmente existente, mientras seguimos sufriendo sus sacudidas, las dolorosas sacudidas de un imperio en su ocaso, no sabemos todavía las decisiones que nos van a golpear a los demás países y pueblos del mundo, pero podemos atisbar algo de lo que nos espera.
El triunfo de Donald Trump colocó al Viejo Continente en un tenso compás de espera silencioso e incierto. Resuenan las palabras que escribiera Friedrich Nietzsche cuando nos hablara del nihilismo: “un fantasma recorre Europa…”, y este “nihilismo” entendido como una “transvaloración de todos los valores” puede que tenga efectos globales.
El largo historial del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, de denigrar a las personas migrantes está alcanzando una peligrosa y probablemente violenta escalada al nominar para puestos clave en su gabinete y equipo de Gobierno a supremacistas blancos simpatizantes del movimiento extremista “Estados Unidos Primero”.
La cultura siempre aporta respuestas. Ante los resultados de las elecciones norteamericanas viene muy bien “Parábola china”. Este cuento de Herman Hesse narra la historia de Chung Lang, un anciano sabio al que se le escapa su mejor caballo.
Lo bueno de la curiosidad es que ayuda a descubrir lo equivocado que estaba uno la semana anterior. Salvada la digresión inicial, que tiene su intención, hay que decir que el drama de la dana ha evidenciado una vez más el ínfimo nivel dialéctico de nuestra clase política, lo cual impide saber qué pasa realmente. Consideramos clase política a todo emisor de opiniones políticas con repercusión social.
Donald Trump se convertirá nuevamente en presidente de Estados Unidos el lunes 20 de enero de 2025. Hasta entonces, el presidente Joe Biden seguirá ocupando la Casa Blanca. En un discurso que pronunció el jueves en el Jardín de las Rosas ante su gabinete y su equipo de gobierno, Biden dijo: “Ahora tenemos 74 días para terminar el mandato, nuestro mandato. Hagamos que cada día cuente. Esa es la responsabilidad que tenemos ante el pueblo estadounidense”.
Esta dramatización orquestada por la izquierda demócrata es una patraña. La frase, de Guy Sorman en ABC, retrata una realidad que aparece con la victoria de Donald Trump en las elecciones de EE. UU. Al aviso de patraña le falta una advertencia. El economista y filósofo francés ha unido el término ‘demócrata’, sustantivo o adjetivo, a una izquierda que, a la vista está, no profesa la democracia y la ensucia cuando puede.
«Podría ponerme en mitad de la Quinta Avenida y disparar a alguien y no perdería ni un votante». Quizá esta frase sea la que mejor retrata la manera de pensar de un individuo que está por encima de la ley y de unos votantes cautivos cuya única pretensión es adorar a un líder mesiánico y por supuesto peligroso, tal y como suelen ser todos los iluminados.
Como ciudadano que busca la paz y estabilidad en todos los sentidos, esta columna la he escrito alejado de todo sinónimo, antónimo, calificativo, es para que se reflexione en pro de la paz del mundo. Es oportuno poner el pie donde es. Sólo los ambiciosos quieren guerra.
El holgado triunfo de los republicanos en las dos cámaras del Congreso y en la presidencia de EEUU es algo que ha sorprendido a muchos, pues ha contradicho a todas las encuestas previas. Más que una victoria de Donald Trump por sus propios méritos, lo que hemos experimentado es un colapso de la dupla presidencial Joe Biden-Kamala Harris.
Cuando en plena pandemia Donald Trump sugirió tratar el coronavirus inyectándose desinfectante y luz solar, me acordé de toda la fauna que conocí en el bar que mis padres tuvieron y donde me crie. Allí, como el expresidente de los EE.UU., los clientes sabían de todo, algo que, a mí, muchacho observador donde los hubiera, me fascinaba.
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