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Existen formaciones de extrema izquierda que hoy día no tienen cabida en la esfera política. Estas formaciones que comulgan con un falso anticapitalismo siempre afirman que no son políticas, que son antisistema, entonces, ¿qué hacen presentándose a las convocatorias electorales?
La sociedad occidental está amenazada por un totalitarismo global que está promocionado por las grandes fortunas en conjunción con los que se hacen llamar progresistas, y que, además, es apoyado por las formaciones de extrema izquierda.
No hay libertad sin liberticidas dispuestos para cercenarla. Al menos, eso parece a la luz del acaecer histórico. No es fácil, en realidad, lograr la suficiente autonomía para ningún individuo; somos animales sociales y no es posible ni sensato plantear una quimera basada en el solipsismo. Pero tiene nuestra especie una parte individual que le aleja de la dimensión puramente zoológica. En ella reside, creo, nuestra propensión a ser libres.
Socialmente considerado, vista la situación actual, emplear el término 'avanzada' para referirse a alguna sociedad, que así se autoconsidera, no pasa de ser un eslogan publicitario para entretener al auditorio en general, mientras los más ilusos pueden seguir mirándose el ombligo y las víctimas de la anestesia consumista se lo creen.
El diccionario se equivoca, dice: “Partido liberal que promueve las libertades públicas”. El sanchismo, en cambio, lo tiene claro. Su principio básico es degradar el Estado de Derecho para que sólo YO tenga todo derecho sobre el Estado. ¡Y le funciona! porque le votan muchos y le apoyan muchos más.
Siempre se ha venido hablando de unos ciudadanos de primera categoría y otros de inferiores categorías. Hoy, con el auge dado a eso del progreso, aunque este sea claramente un producto comercial, parecería una cuestión superada a tenor del derecho a la igualdad. Sin embargo, las cosas no han cambiado demasiado, pese a decir que aquí se vive en una sociedad avanzada —sin perder de vista su condición de colonia euroamericana—.
“Ya hay un español que quiere/vivir y a vivir empieza,/ entre una España que muere/ y otra que bosteza…”, estos versos del poeta Antonio Machado a quien el corazón se le helaba entre las dos Españas, encierran mucha melancolía y preocupación ante el desgarro de una nación que se agitaba entre la agonía de su muerte y la fatigade sus luchas y disputas.
Un sol restaurador, gestado a través del Estado de derecho y de la justicia social, debe prevalecer sobre este mundo sombrío, cuajado de incertidumbres e inestable. Esto nos indica, que tenemos que centrarnos más en las personas, interiorizar nuestros pasos con ojos nuevos que nos permitan ver la realidad tal y como es, también con sus variadas crisis y sus singulares tormentos, para poder edificar horizontes armónicos y celebrar otros frutos más esperanzadores.
Es evidente que no hay, en este mundo revuelto en el que nos encontramos, temas de mayor enjundia, problemas de mayor trascendencia o injusticias más graves que aquellas de las que vienen lamentándose los separatistas catalanes. La guerra de Ucrania, pché, una simple futesa; la crisis energética, cosa de simplones; las consecuencias de la pandemia del Covid19, manías de hipocondríacos...
Ahora, que nuestro itinerario viviente está inmerso en la era digital, constituye un requisito previo la confianza en uno mismo, ya no sólo para la futura competitividad global, sino también para salvaguardar principios y valores como la igualdad, la democracia y el estado de derecho. No podemos caminar con esta frialdad de espíritu, en parte porque nos deshumaniza por completo.
El sentido social y moral del juramento ha sido siempre el eje del funcionamiento justo y fiable de un estado de derecho. No ser consecuente con el juramento es poner piedras en el camino e imposibilitar el recto funcionamiento de los Estamentos Sociales. Una sociedad y un Estado que consienten convertir en baladí el juramento social, comienzan a cavar su propia tumba.
Lo que corresponde es que los poderes públicos faciliten pisos con alquiler muy reducido a muchas personas que necesitan un espacio digno en el que vivir. La ocupación de las viviendas ha crecido considerablemente en los últimos años y es el resultado, en parte, de planteamientos relativistas que no respetan los derechos de los demás. Me parece bien que se haya eliminado el plazo de 48 horas para desalojar a los ocupas con un nuevo protocolo.
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