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Una vía hacia la felicidad es la consideración de los retos de la vida, como oportunidades para mostrar de qué estamos hechos a nosotros mismos y a los demás. En toda existencia aparecen obstáculos y problemas, porque la vida, en sí misma, es problemática y no puede ser de otra forma. Una actitud optimista y realista sirve para la interpretación de las circunstancias vitales, desde una perspectiva positiva. Esto mismo puede marcar una gran diferencia, en el nivel de nuestra calidad de vida.
Hoy quisiéramos invitarlos a reflexionar sobre un asunto que siempre es actual, no importa la época en la que estemos parados, a saber, la búsqueda de la autenticidad que se enfrenta crudamente con la tendencia constante de masificarse en una sociedad enferma, sólo para encajar.
La humanidad ha estado siempre en una búsqueda incesante de la verdad y el sentido de la vida. Este anhelo de comprender nuestra existencia ha sido el motor detrás de la filosofía, la religión y el arte a lo largo de los siglos. Sin embargo, Albert Camus, el filósofo existencialista francés, introduce una perspectiva inquietante pero profundamente reveladora: la vida, según él, no tiene un propósito inherente.
Franz Kafka es la mirada profunda, el abismo de unos ojos negros e insondables que nos observan desde el fondo de la angustia sin parpadear. Hay quien dijo que, a su lado, los sufrimientos de Proust parecían cotilleos de portera. Puede que ahora la moda esté en dar la vuelta a las cosas con el único fin de parecer original. Puede que ahora lo que parezca digno de resaltar para los críticos de profesión sea el humorismo en Kafka.
Amanece. Run Run se fue pa’l norte. En un carro de olvido antes del aclarar, sentado en una piedra se puso a divagar, que sí, que esto, que lo otro, que nunca, que además, que la vida es mentira, que la muerte es verdad. Ay, ay, ay, de mí. La cosa es que una alforja se puso a trajinar sacó papel y tinta y un recuerdo quizás sin pena ni alegría, sin gloria ni piedad.
El tiempo es la esencia de la vida. Todos los filósofos se han ocupado de explicar lo que es la temporalidad. Desde Aristóteles que decía que es la medida del movimiento hasta Heidegger que titula su obra más importante Ser y tiempo. Incluso San Agustín escribió que si no se lo preguntaban sabía entender lo que realmente era, pero no era capaz de explicarlo. Aunque reconocía que si nada pasara, no habría tiempo.
Quería ser cantante de folk en tu ciudad Cuyo cabello arrugado vuela en el aire primaveral Deseando tocar el cielo y la casa de Dios, Al menos de la misma manera que una cometa espiritual o Un Ulises en el cielo posmoderno del polígrafo de palabras.
En un mundo “atornillado” por los poderes fácticos transnacionales, el individuo, “nacido sin pedirlo y en un lugar no elegido”, comienza a querer comprender muchos “por qué”.
Schelling da una extraordinaria significación y valor al arte como expresión de la filosofía. Existe, a su juicio, una vinculación profunda entre arte y filosofía en todas sus dimensiones. En relación con esto escribe en su libro Sistema del Idealismo trascendental: «Así pues, lo que nos aparece más allá de la conciencia como mundo real y en la esfera de la conciencia como mundo ideal o como mundo del arte, también son productos de una y la misma actividad».
Esta filósofa nació en Hannover en 1906 y falleció en 1975. Se doctoró en Filosofía en Heidelberg en 1928 con la tesis El concepto de amor en San Agustín que se publicó al año siguiente. Imparte conferencias en diversas universidades del mundo.
Ante esta atmósfera de desconciertos, donde se mantienen las apariencias y se acrecienta el soplo hipócrita, urge tener el valor de interrogarse así mismo, al menos para poder revertirse de otros anhelos y calmar la innata sed en nuestras entrañas.
Su estilo como escritor y pensador es claro, preciso y descriptivo. No exento de energía y vigor en sus frases. Con sus ensayos, obras teatrales y novelas pone ante los ojos y la mente las angustias y desencantos propios de buena parte del siglo XX. Los temores humanos, la falta de sentido de todo y lo absurdo del mundo aparecen continuamente en sus novelas y también en el resto de sus ensayos y escritos.
Es un suspiro, un parpadeo, una brizna de tiempo el instante que separa el pensamiento de la acción, y, sin embargo, en tan breve espacio, caben mil vidas. Porque a veces da miedo decidir. Decidir supone descartar vidas que ya nunca serán pero que quedarán ahí, abortos de existencias que tal vez nos pedirán cuentas en nuestras pesadillas.
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