El filósofo del absurdo que es Albert Camus expresa su sentir en la novela El primer hombre que dejó inconclusa por causa del accidente de tráfico que prematuramente acabó con su vida
Su estilo como escritor y pensador es claro, preciso y descriptivo. No exento de energía y vigor en sus frases. Con sus ensayos, obras teatrales y novelas pone ante los ojos y la mente las angustias y desencantos propios de buena parte del siglo XX. Los temores humanos, la falta de sentido de todo y lo absurdo del mundo aparecen continuamente en sus novelas y también en el resto de sus ensayos y escritos.
En su novela "El extranjero", que es la obra con la que empezó a ser conocido en 1942, se observa cómo el sinsentido de la existencia se revela en las conductas del protagonista que no reacciona ante las desgarradoras situaciones que padece y se mantiene en una aparente insensibilidad ante lo que le sucede.
En cambio, en su novela "El primer hombre", con la forma de la ficción, recrea su propia autobiografía y una descripción de un mundo de miseria que él mismo vivió en la primera parte de su existencia.
Camus alcanzó su consagración máxima al lograr el Premio Nobel de Literatura en 1957, tres años antes de su muerte en 1960. Dedicó el discurso de agradecimiento del Nobel a su profesor del colegio y le envió una carta para expresarle su reconocimiento por las enseñanzas que le impartió y por su talante y actitud.
Sus escritos no se ciñeron al ámbito del ensayo, la novela o el teatro, ya que también fue un excelente periodista. El campo de lo que se escribe puede ser muy amplio y diverso. Y se puede alcanzar la excelencia también con artículos.
El propio Camus llega a escribir que «Una novela no es otra cosa que una filosofía puesta en imágenes». No puedo estar más de acuerdo. En efecto, las peripecias y vicisitudes que se narran y describen en el texto de cualquier novela son la manifestación de un mundo vital que está traspasado o atravesado por la filosofía vital que cada personaje afirma con sus actos y pensamientos en la trama del texto.
En relación con el absurdo de todo, las explicaciones que se extraen de sus obras son claras. Ante el silencio indiferente del universo usando sus mismas expresiones no cabe duda de que el orden y la significación de la existencia de cada ser humano son aparentemente inexistentes. Sobre todo, si se parte de la ausencia de la trascendencia de lo divino y se piensa que es un invento cultural y no una realidad material objetivable.
Ante la insensibilidad del Universo respecto a los sufrimientos de las personas, según Camus, se pueden pensar tres respuestas filosóficas fundamentales. Dos de ellas son formas de evadirse de la responsabilidad sobre nuestra propia vida. Pero la tercera es la que nos salva según este filósofo francés.
Rechaza la opción del suicidio ante lo absurdo de la existencia, puesto que es, en el fondo, un modo de renunciar a la vida y no es una verdadera rebelión o lucha por vencer las dificultades y problemas de la realidad en la que vivimos.
Tampoco está de acuerdo con la opción o posibilidad de búsqueda de satisfacción en el más allá o en el mundo trascendente de lo divino. A su juicio, es una especie de suicidio filosófico y está convencido de que es una especie de fraude para los hombres y una manera de evadir responsabilidades y sobre todo de no vivir una vida plena y autosuficiente en sí misma.
En realidad, para Camus la actitud realmente eficaz para cada sujeto viviente es que acepte el absurdo y siga viviendo sabiendo que, de alguna forma, todo es posible si se lucha y existe esfuerzo. O, al menos, que las posibilidades están abiertas a todo mientras estamos vivos.
En cierto sentido, el existencialismo de Albert Camus también está influido por el vitalismo de Nietzsche y su sí a la vida con todo lo bueno y lo malo. No se pueden establecer condiciones a las contingencias de la existencia y a la inseguridad y al azar que forman parte intrínseca del mundo. Camus afirma que la vida «se puede vivir mejor si no tiene sentido».
Resalta la valentía y el coraje para afrontar todos los retos vitales.
En una era donde la información fluye rápidamente y la conectividad es parte de nuestra vida cotidiana, la privacidad de los datos personales se ha convertido en un tema crucial. En particular, el acoso telefónico representa uno de los efectos más evidentes y molestos, de la falta de control sobre nuestra información personal.
Pedro Sánchez y sus disciplinados ministros han estado durante una larga temporada enfangando los escaños y pasillos del Congreso, con una lluvia de insultos, mentiras y hasta vulgares gestos hacia la oposición parlamentaria. Lo que ellos no podían imaginar es que un “fango real” iba a dejar un reguero de destrucción y muerte en la región de Valencia. El “fango” de su discurso se ha convertido en su propia pesadilla.
«Hay Estado porque el Rey no se fue de Paiporta», decía el diario ABC. No quiero imaginar qué hubieran pensado en el extranjero si toda la comitiva que acudió a Paiporta hubiera salido corriendo y demostrado la misma cobardía que Pedro Sánchez. Seguramente, hoy sería otra la situación, salvo el encastillamiento del presidente, que seguiría abrasándose en su sillón con tal de no salir de Moncloa.