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“Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar… Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol… Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores”.
Vivimos agazapados sobre los detalles mínimos a nuestro alcance y llegamos a convencernos de que esa es la auténtica realidad. Convencidos o resignados, estamos instalados en esta polémica de manera permanente; no aparece el tono resolutivo por ninguna parte. Aunque miremos las mismas cosas, cada quien ve cosas con matices diferentes y la disyuntiva permanece abierta.
Nos encarcelan nuestras propias miserias. Sin duda, tenemos que tomar la vida con otras luces, vestir con un estilo más auténtico y liberador, además de transitar con lenguajes más poéticos que mundanos, para poder discernir y no enterrarnos en las tinieblas. Con un horizonte que nos sustente existencialmente, mediante un sincero espíritu de diálogo y compromiso, podremos unir fuerzas entre análogos y caminar despojados de lamentos.
El mundo es un horizonte de puertas abiertas, con unos moradores que acompañan la vida, que han de ser símbolo de unidad para tender puentes, romper muros y sembrar la reconciliación. Lo armónico nunca viene dado, sino que debe trabajarse corazón a corazón, que es como se hace vínculo hogareño.
Nos hemos globalizado, ahora nos falta fraternizarnos. Es nuestra gran asignatura pendiente. Esto tampoco es nada nuevo, hace muchos años cuando se crearon las Naciones Unidas, un orbe conmocionado salía de un campo de batalla tan devastador que los líderes mundiales, se propusieron diseñar otros horizontes de entendimiento, donde gobernase la escucha y no el conflicto.
Nada permanece, todo pasa de un extremo a otro. Esto no indica que debamos huir del mundo; al contrario, tenemos que comprometernos más con él. Lo prioritario radica en llevar esperanza en vez de abatimiento, sobre todo a cuantos son vulnerables en los cambiantes destinos de una tierra injusta.
Aún tratándose de su versión más comentada, las estrategias militares no son la única expresión de estas técnicas del disimulo. Vivimos muy ligados a las diferentes formas de mostrarnos de manera equívoca, con toda clase de matices e intensidades. Si unas veces las desarrollamos con plena voluntariedad, son evidentes los encubrimientos que se manifiestan al margen de las intenciones del protagonista.
Crear puentes de solidaridad, nos ayuda a reconectar unos con otros, que es como se rejuvenece el espíritu cooperante, en medio de un poder desenfrenado y corrupto, que suele dejarnos dormidos bajo el paraguas de una nueva normalidad traicionera.
La vida es un manantial incesante de novedades, no cabe imaginar su detención. Desde la espontaneidad de un solo sujeto a la amplitud del entorno, el flujo de las nuevas impresiones es muy caudaloso; la vorágine de ese movimiento se convierte en elemento esencial. Junto al peso de la enorme carga del misterio subyacente, perfilan las características de la existencia.
Hoy quisiéramos invitarlos a reflexionar sobre un asunto que siempre es actual, no importa la época en la que estemos parados, a saber, la búsqueda de la autenticidad que se enfrenta crudamente con la tendencia constante de masificarse en una sociedad enferma, sólo para encajar.
Juntos tenemos que comprometernos más y mejor, superando los egoísmos y enmendando actitudes. No debemos pretender sustituir el cielo azul o el aire limpio, por otra atmósfera creada por nosotros. Hay que bajar del pedestal, despojarse de mundo, volver a recrearnos entre nosotros y con aquello que nos rodea.
La esencia del humanismo es valorar a la persona, cada persona, por su dignidad intrínseca. Reconocer a cada persona como ser individual y tratarla con el respeto y la consideración como ser individual con naturaleza humana específica, diferencial y trascendente; como tal, superior al resto de los seres vivientes de la Tierra.
De las suntuosas fiestas de la aristocracia de San Petersburgo y Moscú, al frente ruso donde las tropas luchan contra el ejército de Napoleón, sí, esa es la trama de "Guerra y paz", que nos presenta un cuadro de la sociedad rusa del momento a través de las vivencias de algunos miembros de varias familias rusas aristocráticas.
Es sabido por muchos, aunque al parecer le importa a pocos, que en nuestro tiempo los conceptos de banalidad y trivialidad han adquirido una relevancia singular, reflejando un cambio profundo en la manera en que se experimenta la vida cotidiana y se construyen los valores culturales.
Cuando acumulamos expectativas es frecuente que nos asedien las frustraciones, con ese sino tan reiterativo de inclinar progresivamente la balanza hacia las insatisfacciones. Aunque todos disponemos de momentos mágicos determinados para abstraernos de los sucesivos lamentos; para centrarnos en alguno de los espectáculos que se nos presentan por delante.
Hoy más que nunca necesitamos reavivarnos. No es fácil en el actual contexto mundial, marcado por un aluvión de conflictos y sufrimientos, pero tampoco un imposible. Querer es poder. Es cuestión de pararse, de tomar aliento, de activar una visión nueva, lo que conlleva cultivar la confianza en nosotros mismos, para reconstruir y recomenzar con tesón y paciencia, el mejor de los sueños; que no es otro, que la realización como ciudadanos de una casa común.
Vivimos de los sanos alientos, de la gratuidad de darse y del donarse, de la conjugación de los sueños en un camino que es hermoso, a pesar de las cruces que nos ponemos e imponemos unos a otros; lo que requiere activar el sentido común, que no es otro que el de las obligaciones morales, liberadoras de este espíritu mundano de rigidez e intereses mezquinos, que nos usurpan la libertad.
Una de las características modelada por el ángulo es su apertura, sus lados delimitan el grado de su amplitud con el fondo ilimitado. Al hablar de mirar las cosas, está clara la importancia de la dirección establecida y nuestra capacidad de colocarle obstáculos, somos agentes activos. En el diseño de los automóviles aparecen las zonas invisibles para el conductor, ángulos muertos.
La búsqueda de la felicidad es una constante en la vida humana. Osho, un renombrado pensador y guía espiritual, presenta una perspectiva única y profunda sobre este tema en su obra. En el prólogo de su libro “Alegría: la felicidad que surge del interior”, Osho explora las percepciones de la felicidad y la infelicidad, y cómo la sociedad influye en nuestra capacidad de ser felices.
Está visto que no evolucionamos mar adentro, continuamos sin abandonar el camino de la arrogancia y el oleaje comunitario no puede ser más violento, porque no hemos renunciado aún al estilo agresivo en el que nos movemos, en vez de adoptar una dócil corriente de entendimiento entre análogos.
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