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Cada despertar es el inicio de un principiante recomenzar, de una nueva vida que se hace a través de pequeñas acciones conjuntas, eso sí, con grandes sueños siempre. Luego hay que procurar no endiosarse, para ello la aureola hemos de beberla en ínfimas dosis, para no caer en absurdos embobamientos o en sobredosis de soberbia.
Por regla general, recorremos unos trayectos curiosos en las diferentes edades y situaciones. Los matices abundan, con rasgos de intensidad desiguales, sin que los ritmos comunitarios o personales se mantengan inmutables; con numerosas modificaciones en cuanto a las metas proyectadas.
La vida por sí misma está cuajada de dimensiones, tanto cósmicas como históricas, que nos encienden el soplo creativo, ante el cúmulo de realidades sorprendentes y el conjunto de fisonomías distintivas, anímicas y materiales, intelectuales y afectivas, que caracterizan a una sociedad y que abarca, los diversos cultivos, ya sea de la ciencia, el arte o las letras, las tradiciones, creencias, principios y valores.
Todos tenemos tras de sí una historia que no se contempla, sino que se vive realizándola cada cual consigo mismo, con un ojo puesto en el pasado y otro en el futuro, para tener siempre las manos en el presente, que es nuestro y de nadie más, el cual también nos interroga cada aurora.
En la maravillosa diversidad que nos constituye, hemos de añadir el conglomerado de los sentires y actuaciones de los humanos. Si esto nos provoca algún incordio por desaveniencias, convendremos en su oportunidad; quién sabe a dónde nos conduciría el aburrimiento con su aplanamiento progresivo.
Dejémonos estimular por los signos del verso, activemos la voluntad y la mente para repoblar el planeta de menos poder y más poesía, para que en las noches oscuras puedan sobrellevarse las diversas sintonías de andares, con activos sueños colectivos, renunciando a los intereses personales.
Hablar es fácil, hacerlo con algo de sustancia es algo más complicado. No digamos, si pretendemos catalogar la realidad, lo virtual, ficciones, o las peculiares perspectivas de los individuos. Al intentarlo, penetramos en sectores resbaladizos, donde la precisión de las definiciones se derrite al menor contacto. La espontaneidad se dispersa sin control.
Aquí nadie se libra de la batalla del buen hacer y mejor obrar de los productos alimenticios, tanto si cultivas, transportas, almacenas, distribuyes, vendes, sirves o incluso como mero consumidor; absolutamente todos tenemos un rol significativo que desempeñar, al menos para mantenerlos en buen estado. Ojalá fuésemos más responsables al respecto.
Las especulaciones del pensamiento, sean de gente común o de egregios pensadores, cotizan a la baja frente a los requerimientos prácticos; generan una serie de abstracciones teóricas, difíciles de amoldar en la encarnadura de lo que son el ser humano concreto, el individuo, y el sujeto colectivo.
Necesitamos vencer a la desconfianza con una lluvia de buenos deseos, que son los que nos hacen florecer por dentro y por fuera. También los caminos existenciales deben desarrollarse, poniéndonos en movimiento para injertarnos savia. Nuestro tránsito es para transformarnos, para que se abran en nuestra vida los caminos del verso, como aliento y continuidad.
Nuestro cerebro está colapsado, ya no sólo por el aluvión de sometimientos y humillaciones, también por un sobrepeso de embustes noticiables, que nos dejan sin tiempo para escucharnos a nosotros mismos y entrar en sintonía con el espíritu meditativo. No solemos tener tiempo para nada, porque nos hemos habituado a malgastarlo en necedades, hasta envolvernos en una realidad intolerable.
En la vida, los aires soplan revueltos, se notan desde todos los ángulos, y cuando no se notan, ni se sabe de sus derroteros ocultos. Por eso, las explicaciones solicitadas en cada evento suenan a componendas de poca consistencia. Y en esto viene el primer trazo del comentario de hoy. Si algo destaca de manera habitual es la notoria incapacidad de decir lo que no se sabe.
A nadie le es lícito permanecer ocioso e indiferente, que lo sepamos. Todos tenemos una tarea que realizar, un quehacer como misión colectiva. El mundo necesita hermanarse, romper fronteras y no vínculos, que son signos evidentes de una pertenencia que marca la vida. El presente lo llevamos a término conjuntamente.
En cuanto a las ciencias, tenemos que aceptar que si un concepto o idea o experimento es aceptado totalmente, por casi toda la comunidad científica de esa especialidad, tenemos que aceptarlo como verídico o verdadero. Después, vendrán algunos científicos de esa rama que puede que pongan en crisis ese concepto o idea o enunciado o teoría.
La vida, por sí misma, es una sinfín de espacios y una pluralidad de latidos. La uniformidad es la propia muerte, que nos deja sin palabras y sin búsqueda. Ciertamente, cada cual somos únicos, pero al mismo tiempo requerimos de un profundo espíritu de comunión, que es en realidad lo que nos hace crecer, para poder alcanzar la ansiada meta de lo armónico.
El escritor, ensayista y poeta Carlos Javier Morales presenta su último libro de poemas Cuerpo Humano, de la Editorial Renacimiento. Un libro de poemas que nos adentra en la aspiración de eternidad del ser, en la posibilidad de la vida imperecedera, con un lenguaje cercano a la soledad poblada de misterios, incluso del propio fin, de la búsqueda de la verdad o de la primera causa del Universo: “...mediodía sin techo y sin cristales/donde respira el mundo su amor indivisible”, Carlos Javier dixit.
Con unas dimensiones variables, cada persona deja su impronta con un sinfín de peculiaridades, de matices recónditos en muchas de sus actuaciones; pero con los suficientes indicadores como para hablar del sello particular de su presencia. La consideración de como se perciba entre el entramado de observaciones es asunto distinto.
Nuestro paso por aquí abajo, se sustenta en allanar los caminos vivientes y en facilitar pulsaciones existenciales. Todo hay que hacerlo con amor, reconociendo, respetando y apreciando a los demás. Por desgracia, aún no hemos aprendido a convivir en paz, porque nos falta cultivar los remos interiores, con la capacidad de escucha, mediante un soplo de entendimiento y de cooperación mutua.
Necesitamos comprensión de hogar, máxime en un tiempo donde las familias son muy heterogéneas; ya que los diversos vínculos suelen sentir y vivir de manera distinta, además de que los espacios sean muy diferentes, pues aún se silencian voces en muchos de ellos, imperando el ordeno y mando, sin apenas diálogo alguno.
Quizá sean pertinentes algunas consideraciones en torno al significado inicial dado por los griegos a la palabra idiota. Aplicada a los sujetos que por alguna motivación se apartaban de la vida pública. Se convertían en elementos inútiles para su organización política. Y de esa inutilidad derivan los posteriores atributos despectivos referidos a esa palabra, apuntan a la nulidad de su inteligencia.
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