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Nuestro cerebro está colapsado, ya no sólo por el aluvión de sometimientos y humillaciones, también por un sobrepeso de embustes noticiables, que nos dejan sin tiempo para escucharnos a nosotros mismos y entrar en sintonía con el espíritu meditativo. No solemos tener tiempo para nada, porque nos hemos habituado a malgastarlo en necedades, hasta envolvernos en una realidad intolerable.
En la vida, los aires soplan revueltos, se notan desde todos los ángulos, y cuando no se notan, ni se sabe de sus derroteros ocultos. Por eso, las explicaciones solicitadas en cada evento suenan a componendas de poca consistencia. Y en esto viene el primer trazo del comentario de hoy. Si algo destaca de manera habitual es la notoria incapacidad de decir lo que no se sabe.
A nadie le es lícito permanecer ocioso e indiferente, que lo sepamos. Todos tenemos una tarea que realizar, un quehacer como misión colectiva. El mundo necesita hermanarse, romper fronteras y no vínculos, que son signos evidentes de una pertenencia que marca la vida. El presente lo llevamos a término conjuntamente.
En cuanto a las ciencias, tenemos que aceptar que si un concepto o idea o experimento es aceptado totalmente, por casi toda la comunidad científica de esa especialidad, tenemos que aceptarlo como verídico o verdadero. Después, vendrán algunos científicos de esa rama que puede que pongan en crisis ese concepto o idea o enunciado o teoría.
La vida, por sí misma, es una sinfín de espacios y una pluralidad de latidos. La uniformidad es la propia muerte, que nos deja sin palabras y sin búsqueda. Ciertamente, cada cual somos únicos, pero al mismo tiempo requerimos de un profundo espíritu de comunión, que es en realidad lo que nos hace crecer, para poder alcanzar la ansiada meta de lo armónico.
El escritor, ensayista y poeta Carlos Javier Morales presenta su último libro de poemas Cuerpo Humano, de la Editorial Renacimiento. Un libro de poemas que nos adentra en la aspiración de eternidad del ser, en la posibilidad de la vida imperecedera, con un lenguaje cercano a la soledad poblada de misterios, incluso del propio fin, de la búsqueda de la verdad o de la primera causa del Universo: “...mediodía sin techo y sin cristales/donde respira el mundo su amor indivisible”, Carlos Javier dixit.
Con unas dimensiones variables, cada persona deja su impronta con un sinfín de peculiaridades, de matices recónditos en muchas de sus actuaciones; pero con los suficientes indicadores como para hablar del sello particular de su presencia. La consideración de como se perciba entre el entramado de observaciones es asunto distinto.
Nuestro paso por aquí abajo, se sustenta en allanar los caminos vivientes y en facilitar pulsaciones existenciales. Todo hay que hacerlo con amor, reconociendo, respetando y apreciando a los demás. Por desgracia, aún no hemos aprendido a convivir en paz, porque nos falta cultivar los remos interiores, con la capacidad de escucha, mediante un soplo de entendimiento y de cooperación mutua.
Necesitamos comprensión de hogar, máxime en un tiempo donde las familias son muy heterogéneas; ya que los diversos vínculos suelen sentir y vivir de manera distinta, además de que los espacios sean muy diferentes, pues aún se silencian voces en muchos de ellos, imperando el ordeno y mando, sin apenas diálogo alguno.
Quizá sean pertinentes algunas consideraciones en torno al significado inicial dado por los griegos a la palabra idiota. Aplicada a los sujetos que por alguna motivación se apartaban de la vida pública. Se convertían en elementos inútiles para su organización política. Y de esa inutilidad derivan los posteriores atributos despectivos referidos a esa palabra, apuntan a la nulidad de su inteligencia.
Lo importante es caminar en sintonía con la naturaleza y el cosmos. La vida, por si misma, es una dependencia existencial, que nos llama a ocuparla de modo armónico. Sin embargo, las acciones humanas surgen de la iluminación o de la ignorancia. Esto es lo que tenemos que trabajar, haciéndolo con la energía del corazón y con la actitud de análisis de la mente, para no caer en la deshumanización e inhumanidad de los tiempos actuales.
Está visto que nos necesitamos unos a otros. Además, cuidado con la hoguera que actives contra tu análogo, no sea que se extienda el fuego contra ti mismo. Al mismo tiempo, custodia tu codicia, puedes ascender pero también descender hasta arrastrarte. Únicamente quien sabe preservar lo ajeno puede salvaguardar lo propio.
Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.
La manipulación sin escrúpulos está a la orden del día, en muchos países. Siempre lo ha estado, pero de un tiempo a esta parte, todo se mueve bajo un control interesado, debilitando la vida democrática y censurando, tanto a ciudadanos como a instituciones. No sólo se rompen vínculos, también se quiebra la libre comunicación, con lenguajes corrompidos, que suelen dejarnos en el escándalo permanente.
Tenemos que cambiar de traje vivencial, con una legítima conversión del corazón, que es como se pueden generar procesos de entendimiento. Ahora bien, no se debe imponer nada, todo hemos de proponerlo, porque nadie tiene la verdad absoluta, lo que nos exige una búsqueda incesante de vías justas y humanas, sin obviar los derechos y las responsabilidades que tenemos.
Somos muy complicados. Y más que complicados, enrevesados, cosa bien diferente. Estar constituidos por innumerables elementos nos imbuye de unas características complejas, se añaden la consideración de múltiples cruces en ese conjunto de elementos, sólo conocidos hasta cierto punto.
Estimula tu mente para construir el futuro anhelado, arraigados en nuestra población está el clamor y pensamientos desconcertante que ahoga en profundas aguas a tantas personas sumergiéndolos con dilemas desafiantes que los insta a constantes cambios: sociales, climáticos, migratorios, políticos, también las críticas destructivas, escasez en conocimiento, inconsciencia, como pérdida en valores morales persiguen a cada individuo y su descendencia.
Reconstruir la confianza y modificar el estilo de movimientos, debe ser nuestro afán y desvelo. De entrada, me emocionan esas gentes que son forjadores de humanidad, que cultivan tanto el buen decir como el obrar, en su itinerario viviente. Andamos necesitados de ternura, pues activemos la corrección.
En la compleja danza de la vida, a menudo nos encontramos maravillados por la capacidad de regeneración y adaptación de los seres vivos. Desde la curación de una herida hasta la formación de complejos sistemas biológicos, parece que hay una inteligencia inherente que guía estos procesos. ¿Cómo explicar esta sorprendente capacidad de autoorganización y adaptación?
Todo hay que trabajarlo en comunión y en comunidad, con un nuevo estilo cooperante entre al menos tres Estados, sin obviar el buen talante inteligente, lo que facilitará el entendimiento inclusivo y el brío solidario. Desde luego, el marco multilateral por excelencia hoy en día, se sustenta en la Carta de las Naciones Unidas.
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