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El mal uso de los conceptos no los invalida; delata a sus practicantes

Misología corrosiva

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Somos muy complicados. Y más que complicados, enrevesados, cosa bien diferente. Estar constituidos por innumerables elementos nos imbuye de unas características complejas, se añaden la consideración de múltiples cruces en ese conjunto de elementos, sólo conocidos hasta cierto punto. Complicados sí, desde luego. Insistir en el carácter de ENREVESADOS, viene a cuenta de esa tendencia tan manifiesta y generalizada a incrementar las trabas a la hora de relacionarnos, agregar a las dificultades naturales toda clase de obstáculos innecesarios. No es suficiente la explicación de escudarse en aquella complejidad constitutiva; se suma ese talante pernicioso, que nos expone sin justificación a percances evitables.


Es muy patente el enredo progresivo transmitido al uso habitual de las palabras; empleadas a destiempo, con la tergiversación de sus sentidos, atribuciones novedosas o auténticos vocablos sin sentido. Las hemos transformado en instrumentos para todo, tan variables, que pierden su utilidad para el intercambio de pareceres. Se torna imperativo un replanteamiento para enhebrar con ellas un nuevo sentido a la hora de dialogar con fundamento. Algo así como volver a sentar las bases desde cada palabra, para que el VOCABULARIO utilizado sea manejable. De lo contrario, como podemos comprobar con una frecuencia inusitada, el ruido de los parloteos insustanciales origina secuelas evidentes.


De donde, uno acabará por preguntarse cuáles son las vías del ENTENDIMIENTO, ese ente asimilador por excelencia; porque consigue percibir y quizá encauzar una serie de conocimientos realmente desperdigados. Va más allá del registro de unos datos concretos, de una imagen o de unas cifras; se trata de asumir la trama existencial desde algo más adentro. La enorme variedad de sensibilidades es una realidad ineludible. Desde esas percepciones múltiples, la comprensión exige el contraste abierto de las diferencias, para dar paso a un diálogo integrador. Dicho ensamblaje requiere de una labor inteligente si se pretende lograr una estabilidad social satisfactoria; su descuido no augura buenas andanzas en el futuro.


Desde la antigüedad se reitera un olvido con serias repercusiones sobre la vida de las personas y sus relaciones habituales. Se centra en no tomar en cuenta la DISPERSIÓN funcional de las diferentes cualidades humanas. Cada una desarrolla sus condiciones separada de las demás. Que luego confluyan sus efectos es cuestión aparte. Sucede con la razón, capaz de trayectorias enormes, pero quizá distante de los afectos, sensibilidades y vicisitudes en la vida diaria de una persona. La bondad o la maldad siguen por otros derroteros. Las razones pueden distanciarse de las vivencias personales y en ese distanciamiento pueden ubicarse buenas promesas de cara al futuro, como notables perjuicios en la batalla diaria.


A las frases les damos la vuelta con extrema facilidad, donde decía negro, pongo gris o incluso colorado. Pero es que hacemos lo mismo en el desempeño de actividades y, por consiguiente, los resultados se modifican. Mezclamos unas cosas con otras y nos desorientamos completamente; agitamos en esa esfera a la razón, la bondad, las capacidades físicas, los ambientes, la felicidad, los sentimientos. Si en una fase concreta de ese proceso, no vemos correspondencia entre la razón y las demás, casi tiene su lógica la emergencia de la MISOLOGÍA, nos posicionamos muy enérgicos en contra de la razón y le atribuimos los peores epítetos. Aunque los despropósitos no dependían sólo de la razón y además pudo ser utilizada de forma torticera.


El uso de la razón puede seguir orientaciones discordantes, buenas y malas, por omisión o por exageración. En consecuencia, a la hora de relacionarla con el resto de la persona portadora de sus diversos atributos, nos podemos encontrar con una serie inusitada de novedades, con sus correspondientes consecuencias. Sobre todo, si la consideramos aislada de las demás cualidades y le atribuimos falsas expectativas. Habremos facilitado el surgimiento de penosas FRUSTRACIONES, conducentes a la citada misología del odio y del desprecio a la razón. Será una conclusión viciada, debido a la fragmentación irreal de la persona. De continuar así, es un componente tóxico, contaminará los variados comportamientos comunitarios y falseará las percepciones.


Con una frivolidad extremosa, estas tendencias viciadas se polarizan en el sentido de no atender a razones, para basarse en cualquier estímulo o información novedosa y esporádica. O peor todavía, responder a simples caprichos o manipulaciones. Se intuyen enseguida los rumbos desquiciados, pero sobre eso, se imponen arrolladoras las prácticas habituales. La misología tóxica se detecta al eliminar los razonamientos. En el área de la SEXUALIDAD son evidentes los factores genéticos, los mecanismos biológicos, la complejidad del carácter del individuo, las secuelas derivadas de los comportamientos y el hecho relacional entre personas. La sustitución de las razones por otras motivaciones desconjuntadas es pretencioso y con frecuencia demoledor.


Si nos fijamos, es habitual el mal uso de un instrumento, nos lleva a desprestigiarlo e incluso destruirlo; quedándonos sin instrumento y sin mejorar los criterios. Lo podemos observar en diversos ámbitos sociales, en los cuales se plasman dichas conductas. De manera lamentable en la DEMOCRACIA. Con sus cuatro líneas iniciales bien trazadas, ha sido maltratada sin pudor, con actitudes viciosas, algunas hasta totalitarias, abundan las acomodaticias y al fin, los ciudadanos alejados progresivamente de la orientación de sus rumbos. Sus protagonistas son propicios a perderse en motivaciones extrañas, abominando de los razonamientos adecuados y de la dialéctica sana con el conjunto de la ciudadanía.


Si prescindimos de los intereses monetarios, del amarillismo de sentirse apegado a las prebendas del poder, de utilizar inventivas y mentiras adosadas al sensacionalismo cutre, de no preocuparse por indagar en la comprobación de cuanto sucede; sin todo eso, se acrecienta el clamor de una ausencia lastimosa pululando entre los medios INFORMATIVOS, porque no se distinguen los argumentos de una información franca al servicio de los ciudadanos. Las razones se desvirtúan con excesiva facilidad. Estando convencidos del valor real de la pluralidad, el talante arbitrario también trabaja en su contra; iguala el valor de la franqueza investigadora con las trochas sectarias de los empoderados del momento.


Se aprecia una peligrosa marabunta de seres ACECHANTES, dispuestos al asalto y desguace de las mejores virtudes de la razón. Se resumen en hacer caso de cualquier mensaje, con la abstención de razonar, si no es en beneficio de los acosadores. Las novedades y las ocurrencias ocupan puestos preferentes, seguidas de cerca por las aglomeraciones vocingleras; bien dispuestas a despotricar de los desperfectos.


La turbamulta de los acontecimientos nos dificulta la resistencia ante el asedio de la sinrazón. Sólo cabe rebuscar en el recurso intelectual del pensamiento libre, para sentirse IMPLICADO en las prácticas exigentes cargadas con energía del buen sentido crítico y la tenacidad suficiente en busca de las fuentes prístinas. El enfoque de esa dialéctica indagadora es fundamental para no perderse.

Misología corrosiva

El mal uso de los conceptos no los invalida; delata a sus practicantes
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 26 de abril de 2024, 10:23 h (CET)

Somos muy complicados. Y más que complicados, enrevesados, cosa bien diferente. Estar constituidos por innumerables elementos nos imbuye de unas características complejas, se añaden la consideración de múltiples cruces en ese conjunto de elementos, sólo conocidos hasta cierto punto. Complicados sí, desde luego. Insistir en el carácter de ENREVESADOS, viene a cuenta de esa tendencia tan manifiesta y generalizada a incrementar las trabas a la hora de relacionarnos, agregar a las dificultades naturales toda clase de obstáculos innecesarios. No es suficiente la explicación de escudarse en aquella complejidad constitutiva; se suma ese talante pernicioso, que nos expone sin justificación a percances evitables.


Es muy patente el enredo progresivo transmitido al uso habitual de las palabras; empleadas a destiempo, con la tergiversación de sus sentidos, atribuciones novedosas o auténticos vocablos sin sentido. Las hemos transformado en instrumentos para todo, tan variables, que pierden su utilidad para el intercambio de pareceres. Se torna imperativo un replanteamiento para enhebrar con ellas un nuevo sentido a la hora de dialogar con fundamento. Algo así como volver a sentar las bases desde cada palabra, para que el VOCABULARIO utilizado sea manejable. De lo contrario, como podemos comprobar con una frecuencia inusitada, el ruido de los parloteos insustanciales origina secuelas evidentes.


De donde, uno acabará por preguntarse cuáles son las vías del ENTENDIMIENTO, ese ente asimilador por excelencia; porque consigue percibir y quizá encauzar una serie de conocimientos realmente desperdigados. Va más allá del registro de unos datos concretos, de una imagen o de unas cifras; se trata de asumir la trama existencial desde algo más adentro. La enorme variedad de sensibilidades es una realidad ineludible. Desde esas percepciones múltiples, la comprensión exige el contraste abierto de las diferencias, para dar paso a un diálogo integrador. Dicho ensamblaje requiere de una labor inteligente si se pretende lograr una estabilidad social satisfactoria; su descuido no augura buenas andanzas en el futuro.


Desde la antigüedad se reitera un olvido con serias repercusiones sobre la vida de las personas y sus relaciones habituales. Se centra en no tomar en cuenta la DISPERSIÓN funcional de las diferentes cualidades humanas. Cada una desarrolla sus condiciones separada de las demás. Que luego confluyan sus efectos es cuestión aparte. Sucede con la razón, capaz de trayectorias enormes, pero quizá distante de los afectos, sensibilidades y vicisitudes en la vida diaria de una persona. La bondad o la maldad siguen por otros derroteros. Las razones pueden distanciarse de las vivencias personales y en ese distanciamiento pueden ubicarse buenas promesas de cara al futuro, como notables perjuicios en la batalla diaria.


A las frases les damos la vuelta con extrema facilidad, donde decía negro, pongo gris o incluso colorado. Pero es que hacemos lo mismo en el desempeño de actividades y, por consiguiente, los resultados se modifican. Mezclamos unas cosas con otras y nos desorientamos completamente; agitamos en esa esfera a la razón, la bondad, las capacidades físicas, los ambientes, la felicidad, los sentimientos. Si en una fase concreta de ese proceso, no vemos correspondencia entre la razón y las demás, casi tiene su lógica la emergencia de la MISOLOGÍA, nos posicionamos muy enérgicos en contra de la razón y le atribuimos los peores epítetos. Aunque los despropósitos no dependían sólo de la razón y además pudo ser utilizada de forma torticera.


El uso de la razón puede seguir orientaciones discordantes, buenas y malas, por omisión o por exageración. En consecuencia, a la hora de relacionarla con el resto de la persona portadora de sus diversos atributos, nos podemos encontrar con una serie inusitada de novedades, con sus correspondientes consecuencias. Sobre todo, si la consideramos aislada de las demás cualidades y le atribuimos falsas expectativas. Habremos facilitado el surgimiento de penosas FRUSTRACIONES, conducentes a la citada misología del odio y del desprecio a la razón. Será una conclusión viciada, debido a la fragmentación irreal de la persona. De continuar así, es un componente tóxico, contaminará los variados comportamientos comunitarios y falseará las percepciones.


Con una frivolidad extremosa, estas tendencias viciadas se polarizan en el sentido de no atender a razones, para basarse en cualquier estímulo o información novedosa y esporádica. O peor todavía, responder a simples caprichos o manipulaciones. Se intuyen enseguida los rumbos desquiciados, pero sobre eso, se imponen arrolladoras las prácticas habituales. La misología tóxica se detecta al eliminar los razonamientos. En el área de la SEXUALIDAD son evidentes los factores genéticos, los mecanismos biológicos, la complejidad del carácter del individuo, las secuelas derivadas de los comportamientos y el hecho relacional entre personas. La sustitución de las razones por otras motivaciones desconjuntadas es pretencioso y con frecuencia demoledor.


Si nos fijamos, es habitual el mal uso de un instrumento, nos lleva a desprestigiarlo e incluso destruirlo; quedándonos sin instrumento y sin mejorar los criterios. Lo podemos observar en diversos ámbitos sociales, en los cuales se plasman dichas conductas. De manera lamentable en la DEMOCRACIA. Con sus cuatro líneas iniciales bien trazadas, ha sido maltratada sin pudor, con actitudes viciosas, algunas hasta totalitarias, abundan las acomodaticias y al fin, los ciudadanos alejados progresivamente de la orientación de sus rumbos. Sus protagonistas son propicios a perderse en motivaciones extrañas, abominando de los razonamientos adecuados y de la dialéctica sana con el conjunto de la ciudadanía.


Si prescindimos de los intereses monetarios, del amarillismo de sentirse apegado a las prebendas del poder, de utilizar inventivas y mentiras adosadas al sensacionalismo cutre, de no preocuparse por indagar en la comprobación de cuanto sucede; sin todo eso, se acrecienta el clamor de una ausencia lastimosa pululando entre los medios INFORMATIVOS, porque no se distinguen los argumentos de una información franca al servicio de los ciudadanos. Las razones se desvirtúan con excesiva facilidad. Estando convencidos del valor real de la pluralidad, el talante arbitrario también trabaja en su contra; iguala el valor de la franqueza investigadora con las trochas sectarias de los empoderados del momento.


Se aprecia una peligrosa marabunta de seres ACECHANTES, dispuestos al asalto y desguace de las mejores virtudes de la razón. Se resumen en hacer caso de cualquier mensaje, con la abstención de razonar, si no es en beneficio de los acosadores. Las novedades y las ocurrencias ocupan puestos preferentes, seguidas de cerca por las aglomeraciones vocingleras; bien dispuestas a despotricar de los desperfectos.


La turbamulta de los acontecimientos nos dificulta la resistencia ante el asedio de la sinrazón. Sólo cabe rebuscar en el recurso intelectual del pensamiento libre, para sentirse IMPLICADO en las prácticas exigentes cargadas con energía del buen sentido crítico y la tenacidad suficiente en busca de las fuentes prístinas. El enfoque de esa dialéctica indagadora es fundamental para no perderse.

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