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Estas consideraciones las centraré en la persona humana de Jesús, por ello no he empleado Jesucristo, ya que el adjetivo cristo, en Latín christus, derivado del Griego antiguo χριστός, christós, y que este, a su vez, es una traducción del vocablo hebreo mesías, que significa “ungido”.
A pesar de luchar para conseguir la felicidad por medios propios, el ser humano no se rinde y procura serlo cueste lo que cueste. Los guionistas e intérpretes de gags cómicos pretenden hacer reír a los espectadores añadiendo aplausos y carcajadas de fondo para que los espectadores se unan a ellos. Muy a menudo estos artificios consiguen todo lo contrario de lo que pretenden, porque la mediocridad de la obra hace llorar en vez de reír.
Hay circunstancias, momentos y estados de ánimo que son solamente de cada quien… de cada uno. Nadie más sabe lo que pasa por nuestra mente y nuestro cuerpo cuando estamos en esas “cosas” de uno. No es que eso nos aparte de los demás, solo que nadie puede experimentar por otro, ni lo del otro.
Está visto que el ser humano cuando se encumbra de egoísmo, se desequilibra totalmente y no piensa en nadie, nada más que en sí mismo, repitiendo la misma historia de siempre. Es una pena que no aprendemos del camino recorrido, que prosigamos los días sin aunar voluntades que favorezcan, mediante un diálogo fecundo, los sentimientos vinculantes de unidad y unión entre las naciones.
El tener conocimiento es agradable; a veces, no tanto adquirirlo. Lo cierto es que nos gusta saber cosas. Los seres humanos somos curiosos, lo que nos ha llevado a lograr descubrimientos que se simulaban imposibles; aunque, también, a meter las narices donde no nos llaman ocasionando la reafirmación de la frase: «La curiosidad mató al gato».
Estoy convencido de que los seres humanos somos como los árboles, que son más fuertes cuando viven en el bosque, potenciados por la otredad y el “nosotros”; pero que de no ser por sus raíces, no podrían sobrevivir, pese a estar en la más exuberante floresta. Los seres humanos no seríamos lo que somos y no tendríamos esperanza de evolucionar, si no viviéramos en sociedad.
Es muy traidora la rutinaria tendencia a simplificar las cuestiones con una afirmación o negación esquemática, en un sí o un no sin matices. Nos vemos obligados a decisiones continuas. La identificación de los peligros importantes no permite disgresiones que retarden las posturas preventivas; representa un arma vital.
Ciertamente el hombre, como ser humano, poco tiene que desvelarnos sobre su condición, sus apetencias y sus propósitos. Esopo, escritor cuya existencia se inscribe entre la realidad y la tradición de la Grecia clásica del siglo V a. C., entre otras de las muchas enseñanzas que nos legó nos dejó una que podemos considerar como el paradigma de lo que somos las personas. Se trata de la fábula de la rana y el buey.
Es curioso observar cómo esas personas, “hombre progre liberal” o esa “mujer progre feminista independiente”, cuando llegan al poder ministerial, se convierten milagrosamente en muñecos ventrílocuos, dando la impresión de que es otra persona la que habla, “el que dirige la función”. Hoy, Siglo XXI, deformar lo natural y teledirigir los sentimientos de las personas es lo normal.
Seguramente que si confiesas tu creencia en la vida eterna puedes ser catalogado de iluso por quienes te oigan, pero será mucho peor para los que nieguen la otra vida y se encuentren con ella cuando ya no tiene remedio. Podemos estar preocupados por mil cosas, ya sea nuestro éxito personal, la política y hasta la olimpiada, pero, por favor, solo Dios es lo único necesario, no lo olvidemos nunca.
Este pensador vasco, que vivió muchos años en Madrid, consideraba ya a principios de la década de los años 50 del siglo XX que el mundo está viviendo en una inmensa turbulencia que se ha acrecentado, diría yo, hasta límites increíbles a la altura del año 2021. De todas formas, es cierto que nos resta el profundo deseo de verdad en todos los ámbitos de la vida y del conocimiento.
A medida que crecemos como especie también aceleramos nuestro paso. Párrafos más cortos y frases acortadas. Valoramos más el ser “productivos” en la vida que el “vivir”. El ir a toda prisa es el epitafio de las personas que llegan estresadas al fin, a la muerte, dándose la vuelta para arrepentirse de no haber sentido un poco más la belleza del mundo.
Los evolucionistas se vuelven locos intentando descifrar el enigma del origen del hombre. Los evolucionistas no creen en la creación. Es por esto que les es un enigma su aparición en la tierra. Cada vez que se descubren nuevos fragmentos craneanos difunden a bombo y platillos el encuentro de un antepasado nuestro.
La evolución del ser humano, en todas sus facetas sociales, va llevándonos hacía escenas bíblicas terribles que nunca soñamos ver tan cerca. El deterioro de las culturas tradicionales de una Europa, hoy común, dentro de poco no sabemos, va tomando tintes escatológicos. La globalización sin moral, ni historia cultural, nos trae lo aquí expuesto de forma mediocre, pero real.
Lo fundamental es pensar correctamente y con profundidad. Indudablemente, la búsqueda de la felicidad es uno de los propósitos de la vida humana. También lo es el desarrollo de proyectos y la producción o realización de los mismos y se puede afirmar que la razón es clave en la existencia. Estos presupuestos vitales también son afirmados por Rand en su objetivismo filosófico.
Con mayor frecuencia de la deseada nos vemos arrastrados por el ritmo de los avatares cotidianos, sin tiempo para consideraciones de mayor calado. Surgen entremezcladas las inquietudes laborales, familiares, de la falta de trabajo, de la soledad o de las múltiples presiones ambientales. Sometidos a semejante proliferación de estímulos, no es de extrañar que limitemos nuestras atenciones ceñidos a la inmediatez.
Es un axioma que en el ser humano existen, bien podremos decir que a partes iguales, la capacidad de realizar las mayores bajezas y abominaciones, como la facultad de llevar a cabo los más grandes sacrificios, actos heroicos y negación de sí mismo en beneficio de los demás.
El estudio de la finalidad de la existencia y del ser humano en toda su complejidad es una tarea inmensa, pero que es desarrollable en la denominada antropología filosófica. La libertad y la naturaleza humana así como la orientación de la vida y el análisis de las enseñanzas de las ciencias humanas y naturales forman parte también de la investigación antropológica.
El ser humano, que es gregario quizá en no menor medida que el ganado ovino, siempre ha seguido a la figura de pastor para sentirse seguro y poder avanzar por los campos, cruzar los senderos, pacer en los prados y retornar al redil al atardecer.
LAS HISTORIAS SE CUENTAN POR SÍ SOLAS. Son como los libros que se leen. No necesitan promotores. Toda buena historia como buen libro toma su propio camino. Un camino forjado en la escucha o lectura de aquellos que son reclamados a través de la conversación o prosiguiendo los párrafos escritos. La imaginación obra en consecuencia para recrear el metalenguaje de lo que late en esas historias narradas a golpe de voz o de palabra escrita.
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