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Este pensador vasco, que vivió muchos años en Madrid, consideraba ya a principios de la década de los años 50 del siglo XX que el mundo está viviendo en una inmensa turbulencia que se ha acrecentado, diría yo, hasta límites increíbles a la altura del año 2021. De todas formas, es cierto que nos resta el profundo deseo de verdad en todos los ámbitos de la vida y del conocimiento.
A medida que crecemos como especie también aceleramos nuestro paso. Párrafos más cortos y frases acortadas. Valoramos más el ser “productivos” en la vida que el “vivir”. El ir a toda prisa es el epitafio de las personas que llegan estresadas al fin, a la muerte, dándose la vuelta para arrepentirse de no haber sentido un poco más la belleza del mundo.
Los evolucionistas se vuelven locos intentando descifrar el enigma del origen del hombre. Los evolucionistas no creen en la creación. Es por esto que les es un enigma su aparición en la tierra. Cada vez que se descubren nuevos fragmentos craneanos difunden a bombo y platillos el encuentro de un antepasado nuestro.
La evolución del ser humano, en todas sus facetas sociales, va llevándonos hacía escenas bíblicas terribles que nunca soñamos ver tan cerca. El deterioro de las culturas tradicionales de una Europa, hoy común, dentro de poco no sabemos, va tomando tintes escatológicos. La globalización sin moral, ni historia cultural, nos trae lo aquí expuesto de forma mediocre, pero real.
Lo fundamental es pensar correctamente y con profundidad. Indudablemente, la búsqueda de la felicidad es uno de los propósitos de la vida humana. También lo es el desarrollo de proyectos y la producción o realización de los mismos y se puede afirmar que la razón es clave en la existencia. Estos presupuestos vitales también son afirmados por Rand en su objetivismo filosófico.
Con mayor frecuencia de la deseada nos vemos arrastrados por el ritmo de los avatares cotidianos, sin tiempo para consideraciones de mayor calado. Surgen entremezcladas las inquietudes laborales, familiares, de la falta de trabajo, de la soledad o de las múltiples presiones ambientales. Sometidos a semejante proliferación de estímulos, no es de extrañar que limitemos nuestras atenciones ceñidos a la inmediatez.
Es un axioma que en el ser humano existen, bien podremos decir que a partes iguales, la capacidad de realizar las mayores bajezas y abominaciones, como la facultad de llevar a cabo los más grandes sacrificios, actos heroicos y negación de sí mismo en beneficio de los demás.
El estudio de la finalidad de la existencia y del ser humano en toda su complejidad es una tarea inmensa, pero que es desarrollable en la denominada antropología filosófica. La libertad y la naturaleza humana así como la orientación de la vida y el análisis de las enseñanzas de las ciencias humanas y naturales forman parte también de la investigación antropológica.
El ser humano, que es gregario quizá en no menor medida que el ganado ovino, siempre ha seguido a la figura de pastor para sentirse seguro y poder avanzar por los campos, cruzar los senderos, pacer en los prados y retornar al redil al atardecer.
LAS HISTORIAS SE CUENTAN POR SÍ SOLAS. Son como los libros que se leen. No necesitan promotores. Toda buena historia como buen libro toma su propio camino. Un camino forjado en la escucha o lectura de aquellos que son reclamados a través de la conversación o prosiguiendo los párrafos escritos. La imaginación obra en consecuencia para recrear el metalenguaje de lo que late en esas historias narradas a golpe de voz o de palabra escrita.
Crear es la misión del género humano. Sin duda, hay que poner en escena ese ánimo alumbrador para todo, puesto que todo camina apagado y con mil achaques. Naciones Unidas, a través de su Secretario General (Antonio Guterres), acaba de hacer un llamamiento para que hagamos del 2021 un año de reacción a estos desórdenes.
Dice la RAE en sus dos acepciones:
-Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización.
Hace tiempo que nuestra madre Tierra nos pide, entre lágrimas y sollozos, otro semblante más respetuoso con su abecedario existencial y lo que encuentra es indiferencia. Olvidamos que nosotros mismos formamos parte de ese aliento que nos restaura, de esa agua que nos vivifica y de ese sol que nos renace.
Utilicemos este momento de crisis, no para enrejarnos en nuestra soledad, sino más bien como un tiempo para la reflexión. Por otra parte, no es cuestión de encerrarse en los dolores, tampoco en el espíritu de los lamentos, sino en la gracia de poder vivir en la fuerza de los anhelos, aunque nos envuelva el fracaso y nos ciña la desesperación con su amortajado lenguaje.
Ha bastado un coronavirus con nombre de mascota de una Olimpiada, Covid 19, para despertar la condición humana en 2020.
Realmente con su filosofía intentó dar soluciones a todo tipo de cuestiones filosóficas y también a las políticas y sociales. Fue fundador junto con Sartre y Simone de Beauvoir de la prestigiosa revista Los Tiempos Modernos.
Es indubitable que las personas somos capaces de realizar los más grandes sacrificios y abnegaciones posibles, así como las mayores atrocidades y bajezas inimaginables. La Historia nos da incontestables pruebas de ello.
El adviento es la espera. La preparación a la llegada del Salvador. Para ello, durante las cuatro semanas previas a la Navidad, nos vamos mentalizando a la vivencia, una vez más, del aniversario del Nacimiento de Jesús.
La televisión en blanco y negro de finales de los sesenta terminaba sus programas con una reflexión bajo el título de “El alma se serena”.
Hay evidencias que están ahí, en la soledad que nos acompaña, pero la innata grandeza del ser humano, consiste en hacer valer y en poner en valor, su propio espíritu moral; en saber mirar con los ojos de la autenticidad para poder encauzar otros caminos más sensibles con nuestros análogos.
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