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Crear es la misión del género humano. Sin duda, hay que poner en escena ese ánimo alumbrador para todo, puesto que todo camina apagado y con mil achaques. Naciones Unidas, a través de su Secretario General (Antonio Guterres), acaba de hacer un llamamiento para que hagamos del 2021 un año de reacción a estos desórdenes.
Dice la RAE en sus dos acepciones:
-Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización.
Hace tiempo que nuestra madre Tierra nos pide, entre lágrimas y sollozos, otro semblante más respetuoso con su abecedario existencial y lo que encuentra es indiferencia. Olvidamos que nosotros mismos formamos parte de ese aliento que nos restaura, de esa agua que nos vivifica y de ese sol que nos renace.
Utilicemos este momento de crisis, no para enrejarnos en nuestra soledad, sino más bien como un tiempo para la reflexión. Por otra parte, no es cuestión de encerrarse en los dolores, tampoco en el espíritu de los lamentos, sino en la gracia de poder vivir en la fuerza de los anhelos, aunque nos envuelva el fracaso y nos ciña la desesperación con su amortajado lenguaje.
Ha bastado un coronavirus con nombre de mascota de una Olimpiada, Covid 19, para despertar la condición humana en 2020.
Realmente con su filosofía intentó dar soluciones a todo tipo de cuestiones filosóficas y también a las políticas y sociales. Fue fundador junto con Sartre y Simone de Beauvoir de la prestigiosa revista Los Tiempos Modernos.
Es indubitable que las personas somos capaces de realizar los más grandes sacrificios y abnegaciones posibles, así como las mayores atrocidades y bajezas inimaginables. La Historia nos da incontestables pruebas de ello.
El adviento es la espera. La preparación a la llegada del Salvador. Para ello, durante las cuatro semanas previas a la Navidad, nos vamos mentalizando a la vivencia, una vez más, del aniversario del Nacimiento de Jesús.
La televisión en blanco y negro de finales de los sesenta terminaba sus programas con una reflexión bajo el título de “El alma se serena”.
Hay evidencias que están ahí, en la soledad que nos acompaña, pero la innata grandeza del ser humano, consiste en hacer valer y en poner en valor, su propio espíritu moral; en saber mirar con los ojos de la autenticidad para poder encauzar otros caminos más sensibles con nuestros análogos.
Las costumbres, comportamientos, conductas, mentalidades y formas de vida han interesado siempre a los filósofos. En definitiva, el fenómeno humano es objeto de investigación desde una perspectiva antropológica que forma parte fundamental de la filosofía. El campo de estudio de la antropología filosófica es muy amplio.
Tenemos tendencia a pensarnos como una entidad consistente, no tanto como sólida pero sí de una firmeza aguerrida. Apreciamos como accesorias las sucesivas modificaciones surgidas en la mente o en el cuerpo propio. Preconizamos esa forma de ser personal con actitudes intransigentes, dispuestos a los enfrentamientos dialécticos con cualquiera.
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