Siempre recordaré una breve frase que un religioso descolocado repetía a menudo: “Si quieres vivir como un rico haz un voto de pobreza”.
En su momento quise entender que era un sentimiento de despecho… Hoy, dudo de mi inocencia y, sin generalizar creo que ese religioso, no tan despechado, tenía bastante razón.
La evolución del ser humano, en todas sus facetas sociales, va llevándonos hacía escenas bíblicas terribles que nunca soñamos ver tan cerca. El deterioro de las culturas tradicionales de una Europa, hoy común, dentro de poco no sabemos, va tomando tintes escatológicos: lo primero y base de todo lo que vendrá es permitir que la IGNORANCIA gestione, que las LENGUAS separen en vez de unir y que las “JERARQUÍAS” vuelvan a los tiempos de palios, con humilladero de cerviz.
Esas tres categorías han hecho que lo SOCIAL esté en manos de utilitarios servidores de intereses populistas, que las LENGUAS se hayan convertido en parapetos de “gobernantes de ínsulas quijotescas” y que las JERARQUÍAS se conviertan en especialistas de “Juegos de Tronos”.
Según escribo, voy pensando, que aquel religioso despechado tenía bastante razón, porque, generalizando, estamos viendo que la sociedad sacia a los mediocres con tal que tiren del carro, en silencio y sin preguntar.
Se habla de CONVENTOS, donde los votos se han convertido en una especie de condimento necesario para recibir, “con humildad”, todo lo que fuera se recibe con el “sudor del trabajo incierto”.
Se habla de INSTITUCIONES, en las que el sometimiento sin crítica es la mejor manera de llegar al contrato indefinido.
Se habla de JERARQUÍAS RELIGIOSAS, en perpetuo cónclave con los adversarios, como forma de asegurar un “Status”.
En definitiva, la globalización sin moral, ni historia cultural, nos trae lo aquí expuesto de forma mediocre, pero real. La subsistencia personal y de grupo, tomada como base de desarrollo, trae consigo el sometimiento, el “paso por las horcas caudinas”… eso no nos llevará a un desarrollo cultural, social y moral, sino a la vergüenza de vivir y respirar “tirando del carro globalista, en silencio y sin preguntar”.
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