Hay circunstancias, momentos y estados de ánimo que son solamente de cada quien… de cada uno. Nadie más sabe lo que pasa por nuestra mente y nuestro cuerpo cuando estamos en esas “cosas” de uno. No es que eso nos aparte de los demás, solo que nadie puede experimentar por otro, ni lo del otro. Tener ese tipo de momentos es lo que nos hace como los demás, pero bullendo en la individualidad propia de los humanos.
Pensando todo eso hace algún tiempo escribí un hiperbreve titulado Cosas de uno:
Hay cosas de uno
que no son de dos,
ni de tres,
ni de cuatro,
sólo de uno.
Este poema de estructura geométrica con soporte autopoiético y posibilidades exponenciales me permitió decir tanto, que es cuando se agradece el valor comunicativo de la poesía. Ese uno puede ser cada quien, pero también puede ser aquello que simboliza o refiere el uno. Por ejemplo, aquello más íntimo y profundo de nuestro ser.
Hay cosas que provienen de lo más íntimo y profundo de nuestro ser, por eso no son de dos, ni de tres, ni de cuatro, así ad infinitum, sólo de la fuente de lo que somos. Esto remonta a la mónada (del griegoμονάςmonas,"unidad" deμόνοςmonos, "uno", "solo", "único"), el origen o el Uno según los pitagóricos; aquello que representaban con un punto en el centro del círculo.
Hay cosas exclusivas del punto que está en el centro del círculo, no del resto dentro de la circunferencia, ni fuera de ella. Del uno se desprenden los demás números, pero hay cosas que son solo de uno, dentro del Uno, la vida íntima en la unidad y al seno de ella.
Esotéricamente el punto representa el espíritu, la circunferencia la materia, lo contenido la mente.
Hay cosas de uno
que no son de dos,
ni de tres,
ni de cuatro,
sólo de uno.
Meditar viendo atentamente un punto en el centro de un círculo facilita el silencio, la concentración del estudiante. “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, dijo el maestro Arquímedes para explicar el poder de la palanca. El Cristo gnóstico trazó con el dedo un círculo en la arena y se aprestó a fluir en las tentaciones que pusieron a prueba su fe.
Hay cosas de uno que no son de dos, ni de tres, ni de cuatro, sólo de uno… ahí radica la fortaleza, la templanza, la fe; es el Sanctasanctórum. Hay cosas de uno, del Uno con mayúscula; hay que ir en su búsqueda, hay que regocijarse en ese mundo, descomponerse en partes, reconstruirse para volver sabiendo que ya nada es igual, que todo es diferente, que todo está conectado y todo tiene sentido desde la mirada profunda del Uno.
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