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Una persona que se jubila, después de toda una vida trabajando, tiene un derecho adquirido, ya que ha cotizado durante toda su trayectoria, por tanto, se ha ganado más que de sobra su pensión, estamos hablando de quienes tienen más de cuarenta años cotizados, y como tal no debe de estar sujeto a condiciones económicas, ni a que la esperanza de vida haya subido, algo que no justifica el recortar su poder adquisitivo.
Aunque la esperanza de vida en España ronda los 83 años, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), al 68% de los españoles les gustaría tener una vida más larga. Concretamente, les gustaría vivir hasta los 101 años. Estas ganas de vivir más aumentan en el 58% de los españoles que, además, considera estar preparado para ello, según las principales conclusiones del estudio “Longevidad: ¿estamos preparados para una vida feliz, larga y saludable?”.
Si bien es un hecho que, de forma general, ha subido la longevidad esto no significa que esté bien éticamente subir la edad de jubilación, por razones que se pueden fundamentar muy bien. En primer lugar, son promedios estadísticos que, como es lógico, no tienen en cuenta los millones de personas que mueren antes de llegar a jubilarse o que fallecen a los pocos meses o años de haber llegado a ser pensionistas.
Parece mentira. Pero tres días después de la jubilación pasas de ser D. Juan a ser juanillo. He conocido el hecho, protagonizado por un altísimo ejecutivo de una importante empresa, de un jefazo que se encontró que, una semana después de su cese, el chofer que le había acompañado y peloteado constantemente, le ignoraba por completo.
En efecto, son docentes interinos que llevan trabajando en la enseñanza pública, de forma continua, encadenando contratos durante, en muchos casos, más de 5, 10, 15, 20,25 años, o incluso más, resulta que cuando les quedan pocos años para jubilarse se les quiere echar, porque no se está aplicando correctamente lo que dicen las sentencias del Tribunal de Justicia Europeo que supone hacerlos indefinidos o fijos.
Junté las manos, agaché la cabeza, mordí los labios, cerré los ojos… Era el momento deseado, que siempre quise no llegara… Todos me dieron la enhorabuena, algunos, simplemente, por mero roce, otros por mucha convivencia. Recogí un pequeño cuaderno, único material propiedad personal; en él estaban todos los contactos que fueron, pero que no sé si el tiempo borrará.
La jubilación es un derecho reconocido y que debe suponer una retribución económica justa y suficiente para que las personas que han trabajado durante décadas puedan vivir de una manera digna. Es esencial que las pensiones suban cada año, según el IPC real y efectivo, para que no pierdan poder adquisitivo. En mi opinión, ningún jubilado o jubilada debería cobrar menos de mil euros mensuales.
Cuando un trabajador acaba su trayectoria profesional, su principal fuente de ingresos suele ser su pensión pública de jubilación. El gran desafío, tanto individual como colectivo, es que España es el segundo país del mundo con mayor longevidad, solo por detrás de Japón. Desde los 64 años de jubilación efectiva pasan casi 20 años en los que la persona depende del cobro de la pensión.
Cuando se llega a esa edad en la que te consideras perteneciente al “segmento de plata”, descubres la cantidad de posibilidades que tiene este estado de disfrutar de “la alegría de vivir”. Pertenecemos a una generación –por lo menos, este es mi caso- que ha vivido angustiada pendiente del porvenir.
El número de pensionistas que existen en la actualidad en España roza los nueve millones, de acuerdo a los datos ofrecidos por el INE. Cada vez son más los pensionistas que tienen problemas para llegar a final de mes, y es que casi una de cada cinco personas que reciben una pensión contributiva (2,2 millones) necesita un complemento a mínimos para alcanzar la pensión mínima. A esto hay que sumar la incertidumbre sobre la viabilidad a futuro de este sistema.
Según la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (UATAE), la pensión media de jubilación del colectivo de trabajadoras y trabajadores autónomos es un 40,6% inferior a la del régimen general, y un 50,6% inferior en el caso de las mujeres autónomas. El porcentaje de pensionistas autónomos que necesita el complemento de mínimos es del 32%, frente al 19,5% de asalariados.
La pandemia ha supuesto un punto de inflexión para la mentalidad de las nuevas generaciones de profesionales que han comenzado a valorar más la calidad de vida que el volumen de trabajo. El 78% de los menores de 35 años cambiarían de residencia a un lugar más pequeño si con ello consiguieran mejorar su calidad de vida y alcanzar un estado personal que les permitiera vivir sin preocuparse por el dinero.
Como habrán comprobado a través de mis escritos, soy un gran defensor e investigador del “segmento de plata”. Ese grupo de personas que constituyen el grueso de cuantos hemos pasado la etapa laboral y nos encontramos en el “paraíso” de la jubilación. Ojo, pero con las suficientes fuerzas para seguir prestando un servicio a la sociedad. En este caso: “gratis et amore”.
Quizás estamos viviendo la etapa más difícil de los últimos cincuenta años y, con seguridad, la más dura de este siglo. La humanidad la soporta con cierta displicencia y un escaso respeto. Los mayores, por el hecho de ser personas de riesgo, la vivimos con temor y una notable dosis de desconcierto.
A partir de que se planteó esa disyuntiva, siempre se ha considerado que es preferible enseñar a los necesitados a que se busquen su sustento con su propio trabajo antes que otorgarles una ayuda sin que hagan nada para conseguirla.
Jhon Maynard Keines, en su conocido libro “Teoría General de la Ocupación, el interés y el Dinero”, allá por el primer tercio del pasado siglo XX.
Las vacaciones se acercan,
pero sólo serán tres días,las merecidas vacaciones.
El pasado verano hablaba de mi amigo Juan Caparrós, el último marengo del Rincón de la Victoria, con el que enhebro largas conversaciones a lo largo de la mañana mientras jugamos al dominó. En esta partida nos enfrentamos a otros “indígenas” cuya forma de pensar, de actuar y de vivir es completamente diferente.
El tema de las pensiones es uno de los más candentes siempre que se acercan las elecciones. Todos los partidos políticos incorporan a sus programas nuevas medidas, propuestas o ideas para asegurar la sostenibilidad del sistema. Según datos aportados por la plataforma Epdata, el gasto total en este aspecto en el país fue de 9.576,48 millones de euros en marzo de 2019, lo que supone un aumento del 7,04% con respecto al mismo mes del año pasado.
En muy pocos años, la mayoría de los que a partir de los 65 ya eran considerados como ‘abuelos y abuelas’ será reemplazada por la generación de los ‘baby boomers’, los nacidos entre 1960 y 1975, la generación más numerosa de la historia a la que, cuando les llegue la edad de jubilación, aún les quedará una larga y activa vida, sin olvidar los obstáculos económicos y de salud que tendrán que superar.
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