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Fueron días pasados los que jugaban en mi mente con los recuerdos de mi niñez y juventud, camino de Lora del Río, precisamente acordándome donde Antonio machado puso verso y nostalgia a este poema como símbolo del sentimiento como factor humano.
Alguna vez os habéis preguntado, ¿qué sería el mundo sin librerías? Para todos aquellos que son nuestra tabla de salvación, el mundo se nos haría insoportable. Igual que Audrey Hepburn en Desayuno con Diamantes: todo era mejor, los problemas eran menos problemas en Tiffany's; pues igual que Audrey Hepburn, siento esa misma sensación en una librería.
La publicación de unos cien mil libros o más cada año en España pone de relieve que un buen estilo y redacción es esencial para que la lectura sea un placer y no una tortura. A muchos lectores algunos libros se les caen de las manos, por el estilo poco refinado de su escritura. Esto no supone que todos los novelistas o ensayistas y filósofos tengan que escribir como Alejandro Dumas, Balzac y Flaubert o como Ortega, Julián Marías o Zubiri.
Las artes tienen caites y zapatos. Esto no quiere decir, que lo uno u lo otro tiene más prestigio, pues no. Sería una gran equivocación, porque todo tiene su valor conforme se lo da el autor de la obra. De tal suerte, las artes en la cultura, esencialmente engloba las creaciones realizadas por el ser humano, así expresa la visión sensible acerca de la realidad circundante, bien sea real o imaginario.
En esta barahúnda constante en la que todos combaten a todos, en la que todos dicen verdades y mentiras respecto a la política tanto nacional como internacional, ¿cómo podré orientarme? Hastiado de tanto telediario teledirigido desde el gobierno o al servicio de unos pocos adinerados, opté por refugiarme en la lectura de los diálogos de Platón y poner atención a la Apología de Sócrates, incansable buscador de la verdad y condenado por ello a beber la cicuta.
Con el título de este artículo no pretendo iniciar un canto al futuro de la humanidad y mucho menos la recuperación de un humanismo que se nos han escamoteando con todo cinismo y crueldad, la partidocracia que desgobierna nuestra sociedad y así poder explotarla con más ahínco, convirtiéndola en una complicándola tragicomedia.
De vez en cuando, como para aliviar las penas comunes, las miserias que a veces nos ahogan, llega una noticia importante. Y ayer nos ha caído como si fuera del cielo que, con esto de los encerramientos de cientos de miles de personas, el placer de leer ha aumentado algo así como un quince por ciento. Escribo que es buena noticia porque un pueblo que no lee nunca podrá ser próspero y rico y un poco menos alborotador y escandaloso.
Remolinos en un corral de vecinos con protagonistas de carne y hueso costoso pan de cada día. Ayuso es un abuso y Casado es un cazador en sus propias redes de cantos de aburrimiento populista. Y ante tanto revuelo de falsa quimera, qué hacer sin morir en el intento de la paz debida. Sencillamente no caer en el desaliento de esto no hay quien la arregle.
Albert Camus publicó en 1947 una de sus grandes novelas titulada La peste, obra de una actualidad latente como muestra su contenido. Autor de rica prosa y sólida sustancia literaria y crítica con la sociedad de su tiempo perenne para tener un espacio de todo tiempo en la que sumirse en su lectura. Una historia natural sobre la peste, veneno que hace temblar y encontrar el espejo de contenido que tanto se asemeja a la pandemia que en Europa padecemos.
Los libros, la naturaleza, la virtud, el teatro, la poesía, el detenernos y pensar acerca de lo que nos rodeaba, acerca de nosotros mismos. Aquel volverse a lo real más allá de lo digital, perdido entre las conversaciones de WhatsApp y los textos monosilábicos. Ya no existe ese pensar, reescribir una carta, el mancharse los dedos de tinta y pintar aquello que alguna vez perteneció a la memoria.
La relectura de un autor es la que el tiempo considera un clásico. Luego merecido es recordar tras los años transcurridos del autor de Rayuela desde su último adiós, su permanencia perenne entre nosotros, la creadora vida de prosa y verso, verso y prosa, que al ser leída una y otra vez alcanza la categoría de clásico sublime.
Cuando vencemos esa barrera somnolienta del mundo moderno, la lectura se vuelve una forma más de vivir, de experimentar situaciones y emociones que bien no pertenecen a nuestra realidad pero que indudablemente se vuelve un recuerdo más que se funde en la mentira de nuestra memoria, empezamos a sentir una imagen anterior de otra forma, con otra textura y color.
Con esta novela se muestran los intereses creados por el poder de las cofradías mafiosas enfrentadas, que marcan la imagen del perfil social por el que se lucha. Estamos ante un buen tanto literario que logra ofrecer Alianza Editorial. Sin duda una de las obras literarias más memorables para un verano sin siesta y pandemia, mas el laberinto político que adormece distrae. "Donde se quiere a los libros también se quiere a los hombres" -Henri Heine-.
Es a partir de 1971 con el proyecto Gutenberg cuando se comenzó a crear una biblioteca digital de libros. Con esta iniciativa se comenzó a digitalizar todos los manuscritos que se iban publicando, llegando hasta nuestros días en los cuales muchos de los escritos que se publican ya ni siquiera tienen una versión física.
"Nací en el invierno, en una clínica del barrio de Belgrano. Me contaron que llegué al mundo en un parto difícil, esos en los que al bebé se lo forzaba a salir, usando los fórceps. En definitiva, arrojado —como cualquiera—al exterior desconocido, ése que está determinado por factores que no manejamos, pero que nos conforman, ya sea los antecedentes genéticos, la vida familiar, el contexto político, económico, social y cultural". -Osvaldo Spoltore-
Cuando los que “siempre corren”; los humanos, se adentran en el paraíso, como ocurre con el personaje de la primera historia, que se fía de la inocencia de un niño que polucionaba junto a sus padres y es raptado, y el duende Dind logra regresar. Encuentra solidaridad que le ayuda. ¡Podemos salir de la basura!
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