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Los de mi generación éramos unos niños felices que jugábamos en las calles. No teníamos televisión y apenas unas pocas familias contaban con un armatoste que emitía discos dedicados y seriales radiofónicos constantemente. Tuvimos acceso a colegios donde se nos enseñaban todos los contenidos de la Enciclopedia Álvarez, el catecismo Ripalda y el libro de Urbanidad.
Dice el diccionario de la RAE en su primera acepción que padrino o madrina son “aquellos que presentan o acompañan a una persona en una ceremonia religiosa en la que se recibe un sacramento, como el bautismo o el matrimonio, y que se compromete a cumplir con una serie de funciones religiosas o morales".
Supo de mi romance veraniego con mi co-terapeuta. Y del affaire con la acompañante psiquiátrica que trabajó en la Clínica pocos meses, durante la temporada que tuvimos completo el cupo de internados, y en la que llevamos adelante el Congreso sobre psicosis en el auditorio de Johnson y Johnson. Cuando la doctora Julieta W. me dio calce, no especulaba en ligar con ella.
Es bastante conocido el dicho bíblico que dictamina: “De lo que rebosa el corazón, habla la boca”. “Lc 6.39”. Por consiguiente me veo obligado a emitir mi opinión sobre este tema, tan denostado últimamente por todos los que se consideran propietarios de la verdad, los cuales nos presentan distintos tipos de familias que tan solo sirven para que sus miembros sean utilizados los unos por los otros.
Después de las bodas por la Iglesia, civiles, por ritos exóticos, por poderes, playeras, etc., hemos podido descubrir una nueva modalidad: las bodas para poder cobrar exclusivas. Este es el caso del “paripé” perpetrado por una protagonista mediática de los dimes y diretes “pantojiles”, que se “casó” ante las cámaras a principios de octubre, con el decidido propósito de hacer caja.
Desde hace ya una década que se prevé un nuevo modelo de Registro Civil con el cual los trámites de certificados serían mucho más sencillos para todos los ciudadanos, y los retrasos en sus gestiones deberían ser reducidas considerablemente, pero esto no ha sido así y actualmente las esperas en muchas ocasiones son de varios meses.
El 26 de mayo de 2009 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó al Gobierno español a pagar a María Luisa, “La Nena”, la pensión de viudedad que le correspondía y que la Seguridad Social le negaba porque, según ellos, la “boda gitana” no es un verdadero matrimonio. Ese juicio lo ganamos a pesar de que los tribunales españoles se empeñaron en darle la razón al Gobierno de España.
No debemos juzgar la historia por sus absurdos, sino a los hombres que no supieron corregirlos. No debemos olvidar que las circunstancias históricas de cada cual, ayudan a reflexionar y a comprender mejor, simplemente, por el hecho de saber situarse en el tiempo.
La primera vez que me casé tenía dieciocho años, y… un día decidí vivir sola… Y es que Rudolfhiatt no quería a su marido, Gulbertt Franghión, porque le mintiera, por eso ha decidido, ni siquiera decírselo.
El Certificado de Matrimonio es un documento cuyo objetivo es dar fe de un matrimonio contraído entre dos personas. Son muchos los datos que recoge a lo largo de todo el documento, siendo la fecha, el nombre de los contrayentes y el lugar en el que se celebra el enlace algunos de los más importantes.
Con la llegada de la primavera, además del típico cambio de armario, que la mayoría debe hacer, y las incómodas alergias, llega también la temporada por excelencia de celebración de eventos. Y es que, el buen tiempo además de sacar lo mejor de la naturaleza permite a protagonistas e invitados disfrutar del día, sin tener que estar pendientes de si la lluvia o el frío acabarán con el cuidado look que eligieron para la ocasión.
Las organizaciones por los derechos de los menores están haciendo todo lo posible para cambiar el polémico artículo 40 de la ley de estatus personal de Sudán, y que establece la edad mínima para casarse en 10 años.
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