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En este totum revolutum que nos ha tocado vivir en el que parece que, en España, todo anda desquiciado, que no hay el más mínimo entendimiento entre los políticos que, incluso, se echan los trastos a la cabeza los unos con los otros en su afán de destacarse, de conseguir posicionarse mejor o de descabalgar al oponente para reforzar su propia posición, los ciudadanos de a pie están empezando a impacientarse ante semejante estado de cosas.
Han acordado por consenso comprometerse a implementar la Estrategia Iberoamericana de Cultura y Desarrollo Sostenible, aprobada durante la XXVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en abril en Andorra. También se apoya la creación del Fondo Iberoamericano de Garantías Recíprocas como una medida que contribuirá a la recuperación del sector cultural.
En el actual «desGobierno» todo es tristeza para el contribuyente y jolgorio permanente para la clase más inepta y aprovechada del sectarismo del ala más siniestro ideológicamente. La hipocresía, junto con la deshonra que los atenaza, lo basan en dos conceptos absurdos: la agenda 2030 y el para ellos desconocido cambio climático; no dejan de ser arreadores simples y obedientes de sus dictatoriales jefes del globalismo penitente de la cuadra de George Soros.
Mal comienza el curso político ese enjambre que aposenta sus posaderas en sillones que no merecen, recorren alfombras de niveles a los que no llegan y cobran sueldos que no se ganan ni trabajan ni merecen. Con su espantada de las Cortes cometen fraude al contribuyente; precisamente ese que les paga el sueldo y los mantiene en situación de parásitos desnortados y sin provecho.
Pedro Sánchez, entrevistado por Carlos Franganillo, en la uno de TVE. Tras el verano, expectación para ver por qué el presidente del Gobierno iba a la tele. Reedición del ‘Aló presidente’. Autobombo. Puesta en escena para encarar el curso político. O el anuncio de medidas destinadas, primero, a asegurar su inquilinato en la Moncloa y, después, a encarar los problemas nacionales. Con esos supuestos: Profesionalidad en TVE. Manipulación. Preguntas pactadas.
Me gusta que Alberto Garzón sea el titular del Ministerio de Consumo. Nunca el consumo había quedado tan ridiculizado como con él al frente. No es ningún secreto decir que su fama le ha llegado por sus torpezas y sus meteduras de pata, nunca por sus propuestas y soluciones. Con ministros así no tendrá tregua el ridículo que salpica a Sánchez a diario.
España no había dejado de ser una olla a presión y el presidente, como si todo estuviera resuelto en España, se marcha de viaje ocioso e inútil a Nueva York. Lo cierto es que allí no ha conseguido nada: ni inversiones, ni confianza, ni nuevas promesas de facturación, La desconfianza económica en España es tal que, mientras el empleo esté en manos comunistas y la política con dependencia socialista, tendremos menos inversiones foráneas que un tacaño en Cataluña.
Los cambios en el Gobierno no han hecho que España deje de ser una olla a presión. El Presidente pensaba que había tomado la iniciativa, enderezado el carro y comenzado el segundo tiempo del partido. Pero no ha sido capaz de ver que esa segunda parte comenzaba sin ocho consagrados ‘jugadores’, aunque muy chapuceros alguno de ellos, y que eran reemplazados por aficionadas municipalistas que no habían mostrado nada en política y tampoco su eficiencia en la división de honor.
El todavía hoy ministro sigue en el Gobierno porque ha habido alguien que ha rechazado el puesto de ministro sin que sepamos por qué (¿miedo a la responsabilidad; rechazo a la tarea de continuar, modificar o tapar lo hecho; desconfianza con el Presidente; alergia a los compañeros de gabinete, recelo para participar en una responsabilidad colectiva desconocida con efectos y consecuencias imprevistas?). Los motivos pueden ser amplios, y muy duros.
El Gobierno tiene muchos frentes abiertos. Conoce la teoría, pero desconoce la didáctica y las soluciones. Al no tener un presidente y sí un ‘semipresidente’ pasan estas cosas. Digo “semi” (mitad) porque ha quedado patente que no domina al sector de la extrema izquierda. Ahí tienen los resultados de la última crisis de Gobierno donde a los ministros más desgastados e innecesarios ni siquiera se ha atrevido a cambiarlos.
Tenemos el ejemplo de un Gobierno con un semipresidente acogotado, incapaz de decir que el de Cuba es un régimen dictatorial y protector de asesinos. El propio ministro de exteriores se ha despachado con unas declaraciones vacías, blandengues y torpes, por las que ya lo han calificado como “Calimero”. Ha hecho un ridículo espantoso y calamitoso.
El comunismo ha encontrado un freno con el que no contaba. La ‘Yoli’ lo sufre; Ione Belarra no sabe desbloquearlo; Castells pasa de todo; Garzón sigue enfrascado en sus guerras con los chuletones y la “marquesa” se ve con un pie fuera y el otro en ninguna parte porque ni representa a las mujeres ni ellas creen en ella.
Dentro del socialismo a la española es todo un acontecimiento que un secretario de organización del partido renuncie a su cargo estando tan cerca el congreso federal. Ábalos es así: no ha dado explicaciones ni las va a dar, salvo esa sencilla aclaración sobre la falta de confianza. Es cierto que no ha salido a la luz ningún tipo de enfrentamiento entre Sánchez y Ábalos, pero se acumulan los problemas en el entorno de ambos.
Confieso que nunca me hubiera imaginado que José Luis Ábalos o Iván Redondo pudieran quedar fuera, aunque la verdadera sorpresa la recibí cuando supe que Carmen Calvo también sería despojada de su cargo. De los dos primeros no tengo nada que decir. Sin embargo, que Carmen Calvo no siga ocupando el puesto de tan alta responsabilidad como el que tenía no alcanzo a entenderlo.
Hace apenas unos días, Pedro Sánchez confesaba a Ferreras que no era su prioridad hacer una crisis de Gobierno. Fue escuchar lo que dijo y pensé que eso no tenía recorrido; es más, estaba convencido de que en unos días iba a hacer una remodelación. Conociendo al presidente, sabemos que miente casi siempre, de ahí que hayamos empezado a interpretar al revés cuanto afirma. Y, claro, bingo.
Los despropósitos se le acumulan a Sánchez y da igual la cuestión o asunto que se aborde. Empieza a ser insostenible la situación para la ciudadanía. Cuanto antes se convoquen elecciones generales, antes acabaremos con el trauma y los desprecios de los que se ha hecho merecido acreedor. A la calle no hay quien la calle.
Sin elecciones a la vista, con Sánchez al timón, y con una legislación como la que tenemos, despreciando golpes de Estado y otras chorradas peligrosas y muy caras del espectro, no queda otra opción que aguantar. Por patriotismo de Sánchez, podría haber alguna solución-dimisión, pero no es el caso.
Hace unas semanas nos parecía que el Gobierno estaba moribundo y tenía los días contados. Hoy ya sólo veo ‘difuntos’ en el Gobierno. “No somos nada”, dice la tan manoseada expresión de duelo. La tentación no ha encontrado flaco al Gobierno porque llevaba mucho tiempo ocioso y fondón, remedando las palabras de San Francisco de Sales.
Sánchez no puede esperar más para hacer cambios en el Gobierno. Desde que se inició la pandemia, sobre todo, hemos presenciado barbaridades mil en los diferentes ministerios. Enumerar todas sería excesivamente prolijo y, en algunos casos, más propio del chiste y el meme que de la seriedad que se le supone a cualquier Gobierno digno.
Desde Felipe González no ha faltado ministro destinatario de chistes y chascarrillos. Uno de los primeros, dicho sea, con respeto, fue Fernando Morán, a quien se le aplicaban todos los chistes como cuando preguntó por la temperatura de Rusia para saber qué ropa llevar en un viaje. Al contestarle que “cero grados”, su respuesta no se hizo esperar: “¡Cojonudo, ni frío ni calor!”. Un ministro que se hacía querer y cuya cara delataba toneladas de bonhomía.
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