"La fórmula sagrada del positivismo: el amor como principio, el orden como fundamento y el progreso como meta”, Auguste Compte.
En este totum revolutum que nos ha tocado vivir en el que parece que, en España, todo anda desquiciado, que no hay el más mínimo entendimiento entre los políticos que, incluso, dentro de cada formación, de izquierdas y derechas, se echan los trastos a la cabeza los unos con los otros en su afán de destacarse, de conseguir posicionarse mejor o de descabalgar al oponente para reforzar su propia posición, con la particularidad de que, las bases, los ciudadanos de a pie, están empezando a impacientarse ante semejante estado de cosas que, pese a la euforia de nuestros ministros y presidente del Gobierno, no parece que se estén dando ninguna de las señales económicas, sociales, financieras o políticas que puedan confirmar de alguna manera de que España ha iniciado su recuperación y que se pueda dar por finalizada la crisis del Covid 19 que, si bien parece que va amainando , todavía queda por ver si las nuevas cepas del virus, como la recientemente aparecida, Delta plus, en Valencia, no van a ser el prólogo de una nueva pandemia que nos retrotraiga a nuevas crisis sanitarias.
Como parece que es habitual que suceda, ante retos de una importancia vital para la marcha de nuestras empresas, como son el grave problema energético que estamos padeciendo con un aumento desquiciado del precio de la energía eléctrica y, parece ser, que le va a seguir otro del gas, añadiendo, en este caso particular, la probabilidad de que para este invierno no tengamos suficiente suministro de este producto para nuestras calefacciones y consumos industriales. Dos temas que ya vienen produciendo efectos en la economía de los españoles con el anuncio de la elevación del precio de los artículos de nuestros supermercados de alimentación, el cierre de algunas empresas que no pueden asimilar los nuevos costes energéticos y la paralización de otras, como empresas de automóviles, como es el caso de la Renault, que ha tenido que suspender la fabricación de un número elevadísimo de coches debido a que le faltan componentes para sus líneas de montaje.
Se ha estado repitiendo hasta la saciedad, tanto desde los grupos de técnicos en la materia como desde la ciudadanía que, si no son técnicos, al menos son capaces de sumar dos más dos, algo que para nuestros ministros parece que les es imposible. Cuando tenemos a una ministra incapaz de entender que, el suprimir la reforma laboral que, a instancias de Bruselas, tuvo que implantar el PP y que ha sido una de las mejores que se pudieran haber hecho, viene la señora Yolanda Díaz, muy comunista ella, a enfrentarse con su propio gobierno para amenazar con ser ella, motu propio, la que iba a dar el do de pecho retirando la reforma que entonces se hizo.
Las consecuencias pueden ser de tal magnitud, tanto en cuanto desde Bruselas, que siguen insistiendo en que se debe profundizar más en aquella primera reforma, que sea muy posible que se tomaran, la derogación de aquella medida, como un acto de rebeldía contra la normativa europea, que pudiera influir de una manera determinante en lo relativo a loas ayudas económicas que debiéramos seguir recibiendo de la parte que se nos asignó del pastel financiero, aunque no de forma indiscriminada y condicionada, evidentemente, al cumplimientode ciertos requisitos que se nos exigen para que podamos seguir recibiendo los fondos de ayuda que nos fueron asignados en el reparto comunitario.
Es evidente que vamos a pagar caro y, con toda probabilidad, durante muchos años la política izquierdista, evidentemente radicalizada y politizada en contra de las centrales nucleares que, como se está demostrando, son las mejores, menos contaminantes, más productivas y las únicas capaces de cubrir las necesidades de España, muy lejos de todas estas energías alternativas, carísimas, con muchos problemas en cuanto a su localización, verdaderos atentados ecológicos y que están muy lejos de poder cumplir con lo que se pide de ellas y es que sean capaces de cubrir las necesidades de todo España, su industria, su comercio , sus instalaciones sanitarias y las necesidades correspondiente al consumo de la ciudadanía y los municipios de toda la nación.
Pero, según el ramillete de feministas y “feministos” que hoy ocupan la Moncloa, todo va bien, la recuperación es un hecho, y los meses que, todos los ciudadanos de a pie (no se sabe si por una enfermedad ocular de rápida transmisión desconocida hasta ahora) vemos con preocupantes nubes negras respecto a la economía, la crisis energética, el incremento absurdo de nuestra Deuda Pública, la posibilidad de que el desempleo se agudice debido al encarecimiento de la producción y recolección, distribución y venta de los productos de primera necesidad que, al parecer amenazan con ser los primeros que se van a encarecer si no hay un milagro que lo evite.
La señora Yolanda Diaz ya fue objeto de un escrache por parte de sus propios correligionarios que la llamaron traidora, le dijeron que no se sentían representados por ella y que lo que tenía que hacer era dimitir ¡Los comunistas de su mismo partido fueron los que la abuchearon, un hecho insólito en la política española! En realidad se da la extraña paradoja de que, estas izquierdas problemáticas, de tendencias abiertamente absolutistas y que abominan de cualquier partido político que no acepte su supremacía, son, a la vez los que buscan subvertir el orden,, suplantar la Justicia y cambiar las reglas constitucionales mediante trucos, interpretaciones interesadas, cambios y subterfugios para que lo establecido en la Carta Magna, de hecho, quede fuera del hacer político de esta rara asociación, sin duda peligrosa, formada por comunistas y socialistas que, si por separado ya son de temer, cuando se juntan tenemos las condiciones esenciales para la implantación de la tiranía y la, subsiguiente dictadura.
El mismo 40º congreso del PSOE, no ha resultado, como se esperaba por todos, un paseo de rosas para el señor Sánchez. Son muchos los problemas que ha de afrontar el país para que todo el socialismo se muestre de acuerdo con la deriva del actual Gobierno, siete días después de terminado el cónclave todavía se nota la crisis existente en el seno del partido socialista.
El caso, que nunca se debiera de haber producido, cuando la señora Meritxel Batet, presidenta del Congreso, primero se hizo la longuis en cuanto a la aplicación de la decisión del TS y, luego, ante la evidencia de que no estaba en condiciones de enmendarle la plana al alto tribunal, tuvo que retirarle el escaño a Alberto Rodríguez, el empedernido “rastras” comunista, que pretendía salir de rositas después de haber pateado a un policía, cuando ya formaba parte como congresista, de la élite legislativa ¡Dios nos perdone por permitir que sean elegibles personas de semejante catadura! Y, metidos, como se dice, en harina no dejaremos de comentar el comportamiento de uno de estos indultados del Gobierno, que ya advirtieron que no renunciaban a sus artimañas separatistas, el señor Oriol Junqueras, que parece que ha dado un paso más en cuanto a lo que estima defendible y a aquellos derechos que se atribuían los gudaris de la banda ETA, asistiendo, hombro con hombro de este etarra primado por el gobierno de Sánchez, que le permite homenajear a los criminales que asesinaron vilmente a más de 800 personas inocentes, y de las que, todavía, quedan varios centenares que no han sido juzgados y castigados por sus crímenes violentos.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no acabamos de asimilar el que, en Cataluña se consienta, se permita y se considere como algo normal que, las revueltas, cualesquiera los motivos que las produzcan deban de ser toleradas, soportadas y respetadas por la policía cuya función primordial es la de mantener el orden, acatar el mandato constitucional y defender a los ciudadanos en general de los excesos violentos de quienes valiéndose de la violencia, la fuerza y el número pretenden convertir las calles en campos de lucha y revolución.
El hecho de que las fuerzas del orden público, de Cataluña, con las que nos identificamos plenamente, deban de salir a la calle para reclamar sus derechos y el que debería ser fundamental, el de que sus actuaciones, en lugar de provocar medidas disciplinarias de castigo o judiciales en su contra, debieran de estar protegidos por unas leyes y unos reglamentos que les preservaran de ataques, denuncias o infundios que, como sucede ahora, les impiden actuar como debieran, siempre atenazados por el miedo a ser enjuiciados por acciones que constituyen el simple cumplimiento de su función de mantener el orden, como agentes de la autoridad.
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