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Analizar causas o explorar nuevas posibilidades, deben poseer la base de sostener la responsabilidad, una responsabilidad ineludible. Hecha esta breve introducción, mis ideas sostienen la idea de que la diversidad y la pluralidad no son siempre aceptables: el rol diferencial siempre ha de estar presente.
Poner las teorías al día implica hacerlo respondiendo al desafío de admitir que no existen ciencias sociales puras ni neutras, porque no son ajenas a los sistemas valorativos y a las prácticas que buscan modificar las estructuras que han condicionado pueblos atrasados, pobres y dependientes.
Define nuestro diccionario el pluralismo como “sistema por el cual se acepta o reconoce la pluralidad de doctrinas o posiciones”. Por otro lado, la voz diversidad se precisa como “variedad, desemejanza, diferencia” y, en una segunda acepción, como “abundancia, gran cantidad de varias cosas distintas”.
No es oro todo lo que reluce en las ciencias, así nombradas en plural y con minúscula, frente a una concepción más metafísica que se escribe Ciencia. Cuando de ello hablamos, o escribimos, nos referimos al avatar contemporáneo del viejo Logos.
Sumido en el contexto de estos días y de estos meses, extraigo del fondo de la memoria la reminiscencia de una frase inquietante del gran Francisco Umbral: “Qué triste le pone siempre a uno la alegría de los tontos, en el manicomio como en el fútbol o en la tele”. No entro en la trama o situación que dio lugar a semejante afirmación, pero me resulta ilustrativa de la España que, últimamente, nos cobija.
Sus infinitas particularidades impiden la similitud de unos con otros; en realidad todos son insustituibles. En especial si consideramos su vertiente proyectiva; de cara al futuro se abren posibilidades sin parangón. Apreciados como continente de quienes actúen en ellos y también como suma total, si añadimos las actuaciones de cuantos seres vivos emerjan desde sus estructuras. Vistos así, son una espléndida manifestación existencial.
En general, no se trata de dar soluciones definitivas, sino de encontrar los trayectos accesibles en un determinado momento. Entre otras disquisiciones, nadie dispone de las prerrogativas requeridas para una imposición al resto. Las discordancias surgen en cualquiera de los roces existenciales, con los consiguientes intentos de una adaptación circunstancial.
Metidos en las escenas de la vida, atravesamos los caminos con imperiosas reacciones de réplicas, miedos, indignaciones, pretensiones, satisfacciones e incluso actitudes enajenadas. Inmersos en esa VORÁGINE percibimos la relación con el mundo al son de esas agitadas relaciones; un tanto pasivos es cierto, sin tiempo para más.
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