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Fue ayer, cuando cayó el alba, me distes cien mil besos robados...
De regreso, regresó mi mente e ingreso a los recovecos de la misma, dónde estuve cavilando...
Gracias, Lucrecia y Manuel, mis dulces progenitores, por vuestros años mejores, plenos de amor, hecho miel. Y por dejaros la piel en sacrificios sin cuento...
Cada segundo, el tiempo pasa, en tu prisa por quererme y no agotarme.
Aunque él no lo sabe, está ya más muerto, que los habitantes de los cementerios. Muerto para España, para Europa muerto, y el resto del mundo lo tiene por muerto.
Puede llevarse el Ocaso en un arranque oportuno el dolor que en una caja, guardado, he dejado en mi mesilla...
Creemos en Dios, sin saberlo siquiera...
Mar, eterno mar.
Salían los mineros, de modestas casas, con sus caras limpias, sus ropas lavadas.
La mayor miseria de este mundo se encuentra en el hombre, mis hermanos.
Apariencia, de mi sombra en mí, de cada suspiro perdido.
Día Uno de Mayo, de grandes contrastes, por ser del Trabajo también de las Madres.
Hoy me he sentado a la mesa, de mi modesto escritorio, que es como un reclinatorio cuando el alma se me espesa.
Cuando éramos jóvenes, nos quisimos los dos, los dos olíamos a miel.
Un castillo de larga trayectoria, señorea la sierra cordobesa, controlando el llano y la dehesa sobre una roca repleta de historia.
Subió a la luz...
Que mueves tus alas y la brisa llenas, que con tus colores los ojos del alma, alegras.
Tú viniste, Señor, a nuestro mundo, conociendo que perderíaslaVida, a manos de una masa enloquecida sustentada en un odio furibundo.
Parece un contrasentido, mi Divino Redentor, que en esa Cruz del dolor nos hubieses redimido.
Al ver al Cristo de los Estudiantes he sentido un gran escalofrío; la imagen muestra el rigor impío que soportó en escarnios degradantes.
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