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Por supuesto, los muertos importan. Mucho, aunque sea uno solo. Por ello, hay que saber en qué momento pueden morir, a manos de quién o bajo qué responsabilidad. Porque la responsabilidad primera, última y única porque las engloba a todas es de la persona en quien el Estado ha depositado la autoridad para velar por la seguridad y vidas de todos: El ministro de Interior Grande-Marlaska.
En Estados Unidos, el fiscal general del estado de Minnesota, Keith Ellison, presentó cargos contra los cuatro policías de la ciudad de Minneapolis involucrados en la muerte de George Floyd, ocurrida la semana pasada, que desató protestas aún en curso en todo el país.
En Francia, el Gobierno está dando marcha atrás en sus intentos de aumentar la edad de jubilación, mientras los trabajadores del transporte y otros sindicatos continúan una huelga masiva que ahora está en su sexta semana.
En todo el mundo, se celebró el año nuevo con manifestantes volcándose a las calles para exigir más democracia y para protestar contra la austeridad económica.
En India, el número de muertos a causa de la represión del Gobierno contra las protestas generalizadas ha aumentado a por lo menos 27 personas, con un saldo de más de 1.000 detenidos.
En Francia, manifestantes interrumpen el transporte público por quinto día consecutivo en medio de multitudinarias manifestaciones de protesta contra la reforma del sistema de pensiones propuesta por el presidente francés, Emmanuel Macron.
En Brasil, hay informes de un nuevo ataque contra defensores de tierras indígenas, en medio de una serie de asesinatos perpetrados contra líderes indígenas brasileños que intentan proteger el medio ambiente de la tala ilegal.
En Chile, el número de muertos en las protestas contra el Gobierno ha aumentado a 18.
“Quiénes hacen imposible una revolución pacífica, harán que una revolución violenta sea inevitable”, estas son las palabras que John F. Kennedy pronunció en 1962 y que se pueden aplicar a movimientos sociales que sacuden medio mundo estos días.
En Hong Kong, decenas de miles de manifestantes desafiaron el sábado la prohibición de usar máscaras faciales y marcharon bajo una lluvia torrencial mientras la prohibición entraba en vigor.
Cafés repletos de hombres y mujeres de negocios que hablan de finanzas, pensionistas que ojean el valor de sus inversiones en la bolsa mientras viajan en metro y adolescentes con uniformes de un blanco impoluto caminando rápidamente. Es la imagen, que unos días después, hacen olvidar la escena sin precedentes vivida el pasado 1 de julio en Hong Kong.
Dos millones de personas, según los organizadores, volvieron a colapsar este domingo las calles de Hong Kong en la protesta más multitudinaria vivida desde 1997. Vestidos con camisetas negras, familias enteras, jóvenes y jubilados caminaron varios kilómetros pidiendo a gritos la dimisión de la jefa del ejecutivo. Los asistentes dejaron claro que la suspensión temporal del proyecto de ley anunciada por Carrie Lam no era suficiente y exigieron su cancelación total.
Carri Lam, la jefa del ejecutivo hongkonés, ha anunciado la paralización de la polémica ley de extradición en una rueda de prensa en la sede del gobierno este sábado. Su declaración no supone la retirada de la norma, sino una tregua sin que se haya dado a conocer una fecha concreta para retormarla.
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