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En la búsqueda, allá por el año 1980, vivía en la capital de Nicaragua, Managua, dónde fue el cine Dorado una cuadra al sur, en una casa de madera con un arranque de concreto. Tenía poco de haber triunfado la Revolución Sandinista, zona muy poblada.
La noche era oscura y sombría. Observando la luna por la ventana de mi habitación y las estrellas alrededor de ella. La poca luz que había por las calles eran las farolas que alumbraban a los bancos solitarios y a la pequeña fuente que se encontraba en el centro.
El malo huye sin necesidad que lo persigan. El sueño sublime entrelaza dudas y siente temores; de ti me aparto, pero la realidad de estos sueños, con su mirada ansiosa en el espacio como piloto que maneja la nave en la tormenta-donde alma mía, besan la armonía.
Un hombre pequeño, como por arte de magia, apareció y se dirigió hacia acá, donde aún servimos al orden: —No puedo más señor, debe escucharme. Vengo desde muy lejos y he tenido que dormir en las calles y probar alimentos hasta de los botes de basura. Pero aquí estoy.
Las aves atacan y ocupan el laberinto de la vida. Hubo en estos tiempos un laberinto que albergaba infinidades de aves exóticas, unas románticas, otras soñadoras, que volaban alto, pero que no podían salir, ese fue su castigo por el robo del laberinto.
«¡Podéis ir en paz!», dijo finalmente el cura Jesús, despidiéndose de los feligreses. La iglesia el Nuevo Rosario volvió a su antigua condición de silencio, incienso de sándalo y oscuridad.
Era una noche llena de sombras macabras, no se podía garantizar nada, las sombras iban y venían, luna se paseaba en su casa, alumbraba menos del mínimo, era propicio para efectuar cualquier fechoría, pero se abotonaba, y sus ojos iniciaban una relación, pero el ruidaje apagó sus ojos y su voz, siendo imposible oír sus encantos. Todo quedó lóbrego, y en tinieblas.
El sol resplandecía, los pájaros cantaban con sus alas extendidas, la musicalidad del cielo era una sinfonía clásica. ¿Qué maravillosa es la vida, no? Mirando lo profundo de la vida con una sonrisa, observando la preciosidad del amor, la conexión de la amistad, los ojos vivos que susurran “te quiero”…
Cuento partes de mi vida, caídas algo dolorosas que demuestran mi fragilidad, pensamientos y reflexiones sobre mi familia celestial, a la que cada vez se suman más gatos, y se cuidan entre ellos. Y aunque les considere mi familia y lo sean realmente, yo no voy a la Iglesia los domingos, no rezo por las noches desde tiempos inmemoriales, pero sí hablo con Dios,
Si esta biblioteca pudiera hablar y contara todos los acontecimientos misteriosos que han ocurrido en ella, en sus pasillos anchos y retorcidos, en los estantes de libros, donde en muchas ocasiones se vio reflejada en el piso, la sombra de alguien que no estaba. O las mesas y las sillas ordenadas deliberadamente en cruz, sin que nadie pudiera brindar una explicación de lo sucedido.
Ante el vibrante rugido del momento, con aire comprometido y sombría esperanza, un día domingo del mes de octubre, del año de los tiempos, y cuando el barrio se encontraba lóbrego, golpearon a la puerta de la casa donde vivo toc, toc, toc. Abrí la puerta y lo primero que ví fue un niño con una biblia en la mano.
Tenía que esperarte una hora, contando las sombras que pasaban a mi lado, analizando los rostros, diversificando semblantes. En la esquina del coyol y la cuajada, de los tricicleros hambrientos y de goma. Mientras una cantilena de clamor y de venta pretendía a cada instante invadir el espacio de los compradores y también de los ladrones que siempre al acecho de la presa buscaban realizar su gestión del día.
Se iba viajando en tren eléctrico a la ciudad de Oranienburg, la noche había decendido. En esa época, las calles de Alemania la “Ex RDA”, allá por los años 1984 en el mes de octubre e inicios del primer mes del año 1985, se encontraban repletas de abundante nieve, los vehículos en parte atascados por la nieve, las personas transeúntes muy bien abrigadas.
Tuvieron la virtud de hacerse varios ofrecimientos, mientras tanto el tiempo examinaba su libro de apuntes cotidianos, y resultaba que diario se dan cosas distintas, que dan a algunos sabor y a otros sinsabores editando su propia versión de cultura, y que maquillan al día y, aunque el tiempo no hace siesta, su alimento es la misma realidad dentro del tiempo, ese es su plácido plato.
El aposento del escritor estaba desarreglado, era una vieja costumbre y olía a canela y café recién hecho y encima de su mesa de escribano había todo tipo de fotografías filial, era como ver una obra de teatro de una época de reinado.
No se trata de un dúo musical; ni de una pareja de centrales de la selección femenina de futbol. Son dos señoras nonagenarias con las que convivo.
Le cayó la sal porque Los trabajos de artesanía que hacía, en muchas ocasiones no le pagaban. Su muerte fue, por asfixia y cáncer. A lo mejor por doloso está en el infierno.
El mercadillo ideológico que hemos creado puede que funcione un día a la semana, luego, la cruda realidad nos dice que esos mercadillos tienen mucho de “ASOCIACIONES CON INTERÉS DE LUCRO” y muy poco de “SOCIAL DEMOCRACIA”.
Estos sonidos diversos en la medida que descendía la aurora del nuevo día, se iban alejando como cuando una melodía musical va finalizando, pero quedaba impresa en el alma que le sonríe, era una tonalidad tan suave, que dichosamente se tuvo la oportunidad de escuchar y saborear, en ese tiempo que decía adiós.
Los españolitos de a pie debemos hacernos una lista cada mañana con las cosas que podemos creer, hacer o decir. Que esa es otra. También nos imponen el vocabulario con aquello de “lo políticamente correcto”.
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