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A partir del lunes de Pascua se silencian en toda España las bandas y tambores que durante al menos unos días, han apagado el fragor de las batallas políticas con las que nos fustigan diariamente los medios de comunicación, aunque no han podido hacerlo con los tambores de guerra que siguen inundando de terror y muerte las calles y ciudades del masacrado pueblo ucraniano, dispuesto a una defensa numantina de su libertad frente al invasor ruso.
Aquellos que somos excesivamente meticulosos a la hora de digerir las trascendentes alteraciones que se producen a diario en el campo de la política, la economía o la sanidad, asistimos admirados a las frases lapidarias con las que algunos privilegiados dan una solución o, al menos, desechan de su mente, las diversas vicisitudes con las que nos encontramos a diario.
La crisis por la que hoy atraviesa España en el plano nacional e internacional es de tal gravedad, que la figura del jefe de la oposición se hace imprescindible para actuar como portavoz de los sectores de la sociedad que en estos momentos manifiestan su inquietud y desacuerdo ante la caótica y desnortada actuación del gobierno socialcomunista encabezado por Pedro Sánchez.
¿Cuál debe ser nuestra reacción? “Al mal tiempo… buena cara”. Estoy redactando este “segmento” mientras penetran por mi ventana una especie de rayos cósmicos procedentes de la calima que nos envuelve en el día de hoy. ¡A lavar de nuevo el coche! A patinar por las calles en medio de ese barro pegadizo y amarillento. Parece que, como nos hemos desligado del pueblo saharaui, el desierto se quiere vengar de nosotros en forma de lluvia persistente de “agüita amarilla”.
Lidiar con morlacos de 500 kilos no es lo mismo que actuar en un encierro de becerros. Esto que resulta evidente para cualquier ciudadano español, parece que no lo acaba de entender un gobierno, completamente desnortado, ajeno a las realidades de esta nación y guiado, exclusivamente, por su obcecación de transformar nuestra nación en un conejillo de indias sobre el que practicar experimentos libertarios de componentes comunistoides.
Calima, fosca y niebla sucia son tres conceptos femeninos parecidos: Accidente atmosférico consistente en partículas de polvo o arena en suspensión. Niebla densa que oscurece el ambiente. Y nube baja, sucia, que dificulta la visión. Los tres pueden acoplarse a la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados Cuca Gamarra. Con la conjunción ‘y’ o con una ‘o’, disyuntiva, que denota diferencia.
Españoles, os invoco con el grito de guerra que lanzaban los almogávares, bravos entre los bravos, antes de entrar en batalla y que hicieron temblar el Imperio bizantino. Los fenicios llamaron a esta piel de toro en la quehabitamos con el nombre de Spania, que según conspicuos historiadores, significa tierra de conejos. Puede ser que en la época en la que ellos la conocieron estuviese habitada por muchas de estas pequeñas y asustadizas bestezuelas.
Sin duda alguna la humanidad ha entrado en una fase que difícilmente puede llevarnos al optimismo respecto a un futuro que se nos anticipa como un conjunto de abracadabrantes situaciones, ninguna de las cuales positivas. Son múltiples las cuestiones que están actuando sobre nuestra nación que nos hacen creer que puede llegar, a no tardar, un momento en el que todo lo que habíamos conseguido avanzar en años anteriores se pierda, a causa de la mala gestión de los gobernantes.
Se estrena en exclusiva en Podimo el nuevo proyecto de Espido Freire, su podcast “Orgullos y Prejuicios”. En este podcast la escritora más joven en ganar un Premio Planeta se acerca a algunos de los tópicos más inamovibles de esta sociedad, tan libre, tan moderna, tan desprejuiciada… solo en apariencia. "Es una reflexión personal sobre algunos de los temas que más tópicos y prejuicios despiertan en el momento actual", afirma Freire.
Tomo el título de la crónica con la que cerré la pasada semana y la verdad es que cada día todo va mucho más emprecochado en su propio gallinero y para la empobrecida democracia hasta incluso dentro de los de su banda. Aunque no tiene uno que escuchar las declaraciones de Zapatero y Felipe González si la pasta gansa del Emérito con trapicheos no es también un peligro para la democracia.
Según “The Economist” España ha perdido la categoría de “democracia plena” para entrar en la de “democracia defectuosa”. Es muy posible que para muchos de nuestros conciudadanos este cambio, esta rebaja de calidad democrática no signifique nada, acostumbrados como ya estamos a que vayamos descendiendo en los distintos rankings de la UE.
Cuando yo era joven se decía que los periódicos solo publicaban lo que les decía la Secretaría General del Movimiento ya que estábamos en un estado totalitario. Hoy, después de andar presumiendo de democracia y libertades públicas, todos los canales de televisión publican las mismas cosas a todas horas, incluso con el mismo formato.
Aquel refrán que dice: “Ande yo caliente y ríase la gente” sigue estando de actualidad y forma parte de la idiosincrasia de estos nuevos políticos de conveniencia, que siendo prácticamente unas nulidades o, mejor dicho, personas nada relevantes ni que se distingan por sus especiales aptitudes, utilizando el ascensor de la política y usando de trampolín los partidos políticos, logran alcanzar puestos de relevancia dentro del mundillo que vive del trapicheo político.
No ha pasado un día en calma en nuestra quería España, desde que un macrogobierno de macroinútiles, tomó las riendas de un macroejecutivo que no hace nada más que perjudicar a todos y cada uno de los habitantes de este inigualable país. El manijero es un hombre cateto, sin principios, plagiador, embustero y ególatra, que solo actúa para seguir sentado en un sillón que no merece.
Cualquiera que conozca la negativa gestión del Gobierno en cualquiera de los ámbitos donde ha metido la mano, no puede por menos que llevarse las manos a la cabeza; ahí tienen la pandemia en la que el actual Ejecutivo ha quedado descolgado respecto a la mayoría de los países de la UE. Y si lo prefieren investiguen sobre cómo se ha llevado a cabo la vacunación: el propio Gobierno se ha hecho el loco y ha dejado que fueran las comunidades quienes gestionaran el proceso.
Tarde o temprano aquellos que basan en el engaño, la superchería y la mentira su forma de dirigir una nación, acaban teniendo que rendirse a la realidad porque, por mucho que sean hábiles en disimular sus errores y en ocultar sus fracasos llega un momento en el que “los números cantan y las palabras se las lleva el viento” como dice el proverbio.
Estamos a punto de entrar en un nuevo ciclo, un año 2022 cargado de interrogantes y con la epidemia del virus ómicron en pleno desarrollo, dispuesta a amargarnos la vida a vacunados y no vacunados. Y, como ya es habitual, con los ciudadanos divididos entre los que creen lo que se nos dice desde el Gobierno y aquellos otros que pensamos que se nos está tomando el pelo para conseguir implantar, en España, un sistema de gobierno en el que la democracia tenga poco que hacer.
Comenzó la semana con la noticia del fallecimiento de la actriz Verónica Forqué, una veterana actriz del cine y la televisión de nuestro país y que, a lo largo del último año, se había adentrado en nuestros hogares por su presencia en el programa Master Chef. Apenas hayamos prestado atención a su recorrido por el concurso, habremos podido observar que la apreciada actriz no se encontraba en su mejor momento emocional.
Alguien, en este país, sigue empeñado en presentarnos una España idílica cuando, la realidad cotidiana, nos está diciendo lo contrario. El Gobierno se niega a admitir que estamos ante una situación complicada y que la mayoría de las promesas que hizo, sus pronósticos, sus afirmaciones de que estábamos recuperándonos, no son más que intentos baldíos de tergiversar una terca realidad.
La Biblia, Josué 24:15 dice: el hombre (nunca citan a la mujer) posee la facultad para obrar según desee, independientemente de si sus decisiones son buenas o malas. Lo hace con la frase «escoged hoy vosotros a quien servir». Pero en la actualidad, sobre todo los de derechas, ultraderecha y elementos que se dicen demócratas de centro; se contradice a como aparece en su libro sagrado. Para ellos la libertad de las personas es relativa.
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