En el segundo año del reinado de Nabucodonosor rey de Babilonia el monarca tuvo un sueño que perturbó su espíritu, pero no lo recordaba. Llamó a los magos para que tranquilizaran su alma, pero no lo consiguieron. “El secreto le fue revelado a Daniel en una visión nocturna” (Daniel 2:19). “Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos para saber lo que había de ser en lo por venir, y el que revela los misterios te mostró lo que ha de ser” (v.29). “Tú, oh rey”, le dice Daniel, “has visto una estatua que era muy grande, y cuya gloria era sublime” (v.31). La imagen estaba construida con diversos materiales: oro, plata, bronce, hierro y barro. (vv. 32,33). “Estabas mirando hasta que una piedra fue cortada, no con mano, e hirió la imagen en sus pies de hierro y barro cocido, y los desmenuzó” (v. 34). La interpretación que Daniel hace de tan extraña escultura es que a partir de la cabeza de oro que es Nabucodonosor hasta los pies de hierro y barro representa imperios que van desapareciendo el uno detrás del otro.
Esta colosal y extraña imagen representa grandes imperios que se mantienen en pie sobre una base muy frágil, “unos pies en parte de hierro y en parte de barro cocido” (v. 33). El barro y el hierro no se unen. Todo lo que se construya sobre una base tan débil es de corta duración. Los imperios nacen pequeños, crecen y cuando llegan a su máximo esplendor, desaparecen. Todos sin excepción.
El motivo de este escrito no es hablar de imperios, sino que a partir de la imagen que soñó Nabucodonosor, referirme a la Iglesia que según el apóstol Pedro tiene un cimiento sólido, adecuado para duración eterna. “Acercándonos a Él (Cristo), piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, más para Dios escogida y preciosa…Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí pongo en Sión (Iglesia) la principal piedra del ángulo, escogida y preciosa: y el que cree en él no será avergonzado” (1 Pedro 2: 4,6). El cimiento que mantiene inconmovible a la Iglesia es el que se edifica “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio va creciendo para ser un templo santo en el Señor, en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu” (Efesios 2: 20-22).
El apóstol Juan hallándose desterrado en la isla de Patmos “por causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 1: 9), escribe mensajes a las siete iglesias que se encontraban en Asia (Turquía) (Apocalipsis 2 y 3). Cada mensaje contiene una alabanza y una amonestación. Estas iglesias tenían pies de hierro mezclado con barro. La fuerza de la Palabra de Dios y la debilidad de las filosofías paganas. De estas siete iglesias solamente quedan restos arqueológicos que sirven de atracción turística.
Bajar el listón no sirve en religión. La Biblia nos enseña a edificar las iglesias sobre el fundamento apostólico y profético que tiene como base a Jesucristo, piedra principal del ángulo. Si hacemos una mirada crítica constructiva a la doctrina que enseñan las iglesias descubriremos que es una mezcla de verdad y de paganismo. Cimiento de hierro mezclado con arcilla, que no mantiene firme el edificio que se construye sobre él. Estamos muy orgullosos de nuestras iglesias, cada uno de los mensajes que el apóstol Juan manda a las siete iglesias de Asia contiene una invitación al arrepentimiento, a dejar de edificar sobre cimiento tan débil como es el hierro mezclado con arcilla.
Jesús en el llamado Sermón de la Montaña nos habla de dos cimientos: roca y arena: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa, y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera que me oyes estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato que edificó sobre la arena, y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu en aquella casa, y cayó, y fue grande su ruina” (Mateo 7: 24-27).
Hoy, con la filosofía de que todas las religiones llevan a Dios, la Iglesia adultera la pureza de la doctrina bíblica, con ello la riada del paganismo y de las falsas religiones es la amenaza que se cierne sobre las iglesias que no se edifican sobre la Roca que es Jesús que murió y resucitó para salvación del pueblo de Dios. Tal vez es el Islam el tsunami que destruirá a las iglesias que no edifican sobre la Roca que es Jesús y su Palabra.
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