El pasado 15 de abril se celebraron a lo largo y ancho de España una serie de manifestaciones en defensa de la vida. Desde su concepción hasta su último momento.
Nos estamos acostumbrando a participar de estas manifestaciones, salir en la foto, publicarla en las redes sociales y esperar a la siguiente. Nuestra generación se ampara en la multitud para presentar sus reivindicaciones, pero a nivel personal ya es otra cosa.
Sin querer, nos estamos convirtiendo en una masa detrás de una pancarta. Lo cual está muy bien. Pero después nos llega el día a día. Los medios se parten el pecho por defender a la naturaleza, la ecología y la defensa del cangrejo rubio del Amazonas. Me están haciendo sentir culpable por comerme un huevo duro o un filete de vaca. Sufro al pelar una gamba al pensar el sufrimiento que habrá sentido la pobrecita.
¡Pero que trabajo nos cuesta defender a los fetos condenados por sus padres o la sociedad a causa de diversas circunstancias! ¡Qué poco nos preocuparnos de esos mayores, o esos enfermos terminales, que sufren enfermedades que comprometen a sus cuidadores a hacer algo que no les resulta agradable y, subliminalmente, están propugnando y defendiendo la eutanasia!
Como suelo decir, el secreto está en la Y. A Dios rogando Y con el mazo dando. Manifestarnos, sí. Pero también actuar. Cerca de nosotros hay unos “animalillos” (a ver si así se enteran, leñe) superiores, que se merecen toda nuestra atención. Hay niños que no nacen porque algunas “almas caritativas” les sugieren que no vale la pena tenerlos o no están suficientemente respaldados, económica, cultural o familiarmente. Otros aceleran el proceso final de sus deudos con desatención, abandono cuando no dejadez y falsos consejos.
Cada vez que he dicho a una posible madre en vías de abortar que me hacía cargo de las necesidades del niño, me han respondido positivamente. Se sienten respaldadas. Creo que debemos mirar a nuestro alrededor con atención y dedicación. El ecologismo no tiene sentido si no se tiene en cuenta al rey de la creación. La persona humana. Seamos humanos responsables que damos respuesta con nuestro compromiso y nuestra participación. Así diremos rotundamente “sí a la vida”.
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