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Etiquetas | libertad | Política

Las obras de ficción y la ficción de nuestras libertades

Los que nos gobiernan diseñan nuestro papel que aceptamos sin más
Francisco Rodríguez
lunes, 15 de octubre de 2018, 08:30 h (CET)

Cada película, cada obra de teatro, cada serial de la tele y hasta un espectáculo de marionetas ha sido concebido por alguien que ha diseñado la trama, el carácter de los personajes, buenos y malos, y el desenlace. Si tiene éxito de público el que creó la obra seguramente tratará de añadirle más episodios y hasta más personajes.


Cada uno de los que intervienen en la producción de la obra tiene claro que es distinto del personaje que le toca representar, ya sea de protagonista, ya sea de figurante o de extra.


En la vida real seguramente no nos damos cuenta de que alguien también ha diseñado nuestro papel. Una personalidad que no llegamos a conocer, seguramente colectiva, ha trazado, con escuadra y compás, una idea del mundo que desea construir y de la mente de las personas que lo formamos.


No existen más problemas que los que nos inculcan lasencuestas, los noticiarios y las tertulias de la tele, ni más soluciones que las que ellos nos digan. Es posible que la gente, tanto jóvenes como mayores, que salen a gritar, vociferar y agitar los puños, piensen que está haciendo uso de su libertad, de sus derechos y no caiga en la cuenta de que están siendo utilizados por potentes fuerzas políticas, económicas, ideológicas o subversivas en los que nuestro papel no pasa de modesto figurante, de extra de película, de votante, cuando nos llamen a meter un papelito en la urna.

Pero los medios a través de los cuales nos llegan las órdenes, sugerencias o mensajes subliminares, son de alguien a quien no conocemos, ni calibramos su poder. Hay extrañas unanimidades a la hora de etiquetar a cualquier persona o colectivo a abatir o se decreta una barrera de ominoso silencio sobre ellos, algo así como darlos por muertos o amortizados. ¡Viva la libertad de opinión y abajo los que no piensan como yo!


Podemos pensar que existe una pluralidad de partidos con programas diferentes y diferentes estrategias. Nada más falso: ninguno se atreve a enfrentarse con las ideologías “progres”, ni tratan de erradicarlas. Sea cualquiera su color todos miran lo que pueda decir el tinglado de la Unión Europea o el macro-tinglado de la ONU.


Por muchas vueltas que le demos lo que existe en los partidos es un ansia de poder no para conseguir el bien común, sino para disfrutarlo, haciendo seguramente lo que hiciera el anterior y el verdadero gobierno en la sombra (que estoy seguro que existe), comprueba constantemente si sus propios intereses puedan sufrir algún daño o merma, si ganan unos u otros.


He leído este fin de semana que las condenas por las famosas tarjetas black apenas han hecho ruido, seguramente porque pocos españoles las habrían rechazado si se las hubieran ofrecido. Otras tarjeta igual de negras en Andalucía han levantado algún revuelo porque habían servido para pagar servicios de prostíbulos, pero pasará sin levantar la más mínima repulsa, como los famosos ERES que nadie sabe cuándo terminarán.


En cuarenta años de gobierno socialista en Andalucía se curioso que sigamos a la cola del desarrollo, a pesar de las ayudas europeas. No es seguro, ni mucho menos, que en las próximas elecciones cambie el partido gobernante. El papel adjudicado a los andaluces está claro que no pasa de figurantes.

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