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Equívocos fatales

Destacan los muchos lamentos, frente a la escasez de cambios coherentes en la educación, comportamientos o rasgos comunitarios
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 21 de diciembre de 2018, 00:01 h (CET)

Vivimos instalados en un progreso notable, al menos en cuanto a la acumulación de adelantos impensables hasta ahora y logrados a toda velocidad; ni tiempo disponemos para su aprovechamiento adecuado, con enormes dificultades para su asimilación individual o colectiva. De manera subrepticia nos vemos lanzados por ese TOBOGÁN sin posibilidad de retroceso, apurados en el recorrido hacia delante. Son importantes las ventajas adquiridas y aún mayores las expectativas generadas; prestando poca atención a la distribución sectorial o personal de dichos recursos. A ese ritmo, apenas nos detenemos en la consideración de los inconvenientes, padecidos antes que asumidos.


Nos desenvolvemos a enorme distancia de la soñada armonía. Si vendrá a ser una utopía, una entelequia o una aspiración sin fundamento; son ideas para la elucubración permanente. La música introduce ese concepto con la integración de los diversos elementos representados en la brillante composición final. Hasta las estructuras del cosmos presentan sus funcionamientos armónicos. Por eso destaca la obstinación de los humanos por la creación de ciertos DESFASES sin fundamento, pero de consecuencias lamentables. De manera especial, cuando cerramos los ojos a realidades notorias con malos augurios o cuando las actuaciones desarrolladas rompen todos los esquemas razonables.

Somos recalcitrantes en esos desfases, la misma reiteración de los comportamientos inadecuados provoca un acostumbramiento nefasto; los hechos expresan una normalidad incongruente entre gente provista de inteligencia. El simple relato de los sucesos desagradables no resuelve nada. Surge como un clamor esa lista ominosa de violaciones, ASESINATOS en el área doméstica, sobre todo de mujeres y niños; como demostración de una crispación latente, en la que es manifiesto el descuido preventivo de todos aquellos factores conducentes a los desmanes posteriores. Habrá que plantearse de una manera más radical donde asienta el equívoco de las actitudes individuales y colectivas.


Incluyo en este triste liderato de comportamientos degradantes a esa amplia casuística de abusos sexuales. Es deprimente el conocimiento incesante de nuevos casos sobre víctimas de todo género. La PEDERASTIA abruma por la cantidad de niños sometidos a sus manipulaciones, con situaciones disimuladas detrás de actividades religiosas, deportivas o amistosas. Repugna una vez más la complicidad de numerosas personas próximas a dichos comportamientos, si no de manera activa, al menos por su silencio, por su mirar para otro lado. Directores de colegios, compañeros de trabajo, etc. , es imposible que no detectaran situaciones reiteradas durante años. Son ejemplos delatores de implicaciones diversas.


Algo sigue fallando y debe poner de manifiesto la necesidad de pensar en el revulsivo necesario para evitar esas desgraciadas actuaciones. Son:


EQUÍVOCOS FATALES

Lo manifestamos en amplios rasgos

Reiteramos las sabidas torpezas

De corregir las andanzas malvadas

Sin el menor cuidado en los principios


Optamos por trayectos libertarios

En actitudes sociales rumbosas

En educaciones desmadejadas

Y atenciones con perfiles borrosos


Reclamamos soluciones ajenas

A cuyos mentores dejamos solos

Mientras no corregimos las conductas


Siguen los trágicos asesinatos

Se suceden acciones depravadas

Sin que enmendemos los mismos equívocos


Quizá hartos de las trapisondas ajenas que nos aturden, quizá engreídos por la cantidad de medios disponibles en una veloz progresión, o quizá convencidos de una libertad ilimitada a la hora de las actuaciones personales; hemos abocado a una PROYECCIÓN costumbrista de índole pragmática, orientada a una simple confluencia de fuerzas. Y lo que es peor, elevada a ser un criterio básico de convivencia. Al fin, las ínfulas libertarias son intolerantes, no atienden a razones, sólo a la presión de los números, decibelios, mentiras, silenciamientos o procedimientos radicales inconfesables. De semejante elaboración, las expectativas son claras, proliferarán los equívocos reiterados.


En las prácticas, convertidas en procedimientos habituales, a los Derechos Humanos no se les permite la entrada a pesar de las engoladas proclamaciones. Los derechos citados suponen grandes logros, pero parten de su traducción en el trato cotidiano, en el cual se introducen detalles cruciales, que no por su pequeñez pierden su importancia; de no tenerlos en cuenta anulan las pretendidas maravillas de mayores pretensiones. La cortesía suaviza los diálogos y las discusiones, mientras los improperios avivan procesos de finales impredecibles. Las emociones exigen una modulación racional ejercitada en los períodos formativos, que en la actualidad no parecen muy adaptados al cultivo de las mejores cualidades.


Uno de los errores graves reside en el escaso aprecio con el cual nos acercamos a los esfuerzos necesarios para obtener las cosas valiosas, a las obligaciones derivadas del hecho de estar asociados al mundo que nos circunda y al resto de las personas; error prisionero de ese ensimismamiento. No remedian aquella pretendida libertad incontrolada, ni las ilusiones enajenadas. Nos adherimos con facilidad a una LIGEREZA fantasiosa, cuyas consecuencias son patentes y con frecuencia lamentables. Sobrepasan con creces las organizaciones legislativas o correctoras , por otra parte, creadas bajo la misma ligereza o peores intereses.


Enbarcados en los navíos rutilantes de la civilización avanzada, pobres de carga espiritual y alucinados por ensoñaciones inquietantes; en plena navegación nos apercibimos de un olvido manifiesto. ¿Dónde quedó ubicada la persona de cada uno de los pasajeros? Ni se sabe. Con tales rumbos, pero escasos cuidados, las trayectorias arrollaron las presencias individuales. Alguien obtuvo beneficios momentáneos, aunque con notables desperfectos colaterales. Cabe preguntarse si alguien considera los sufrimientos derivados y las víctimas humanas. Se impone, pero se olvida, el RESCATE de las PERSONAS como tales de cualquier edad o circunstancia, como objetivo primordial irrenunciable.

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