No cabe la menor duda de que, intentar hablar del presidente de los EE.UU de América es algo arriesgado, quizá poco correcto políticamente y, por supuesto, siempre se corre el riesgo de molestar a quienes ya tienen una opinión formada sobre el personaje que, seguramente, cualesquiera que sean los argumentos que se aporten o sean cuales fueren sus actuaciones desde un punto de vista de persona política, poco van a influir en el concepto que hayan formado del actual presidente de la nación americana, el señor Donald Trump. Aun así, me voy a aventurar a hacer algunos comentarios que creo que son de justicia, si es que queremos tener en cuenta todo lo que ha sido el complicado periplo de este controvertido político americano, durante los más de dos años en que viene ocupando la Casa Blanca que, en honor a la verdad, no han sido precisamente, para él y su familia, un camino de rosas.
Seguramente, puedo decir que soy de las pocas personas que siento hacia él lo que se podría calificar como una cierta empatía, no tanto hacia su persona, sino relativa a ser un verso suelto en política que, en su forma de enfocar cuáles son sus intenciones, sus objetivos y sus planes de futuro se aparta de todo lo que, actualmente, constituyen los actuales partidos políticos, generalmente demasiado burocratizados, endogámicos, muy cerrados en sus convencionalismos basados en ideas políticas, éticas o morales inamovibles; generalmente sujetos a intereses económicos o a ideales revolucionarios respecto los sistemas de gobierno que, cada uno de ellos, defiende e intenta promocionar. Aun reconociendo su carácter un tanto especial, sus salidas de tono, sus errores, sus expresiones fuera de lugar y su lenguaje poco convencional y, con toda seguridad, poco adecuado para una persona que ocupa el puesto de máxima responsabilidad al frente de una nación, que puede que sea la más poderosa del mundo; no nos queda más que reconocer que es una persona que se expresa con claridad, que no se anda con circunloquios cuando habla de un tema, por espinoso que pudiera ser y que es capaz de resistir los furibundos embates con los que le vienen castigando ambas cámaras, no sólo venidos del partido de la oposición demócrata, sino de algunos miembros de su propio partido, el republicano.
No obstante Trump es un señor que ha caído muy mal en Europa y entre sus instituciones. Empezó por cantarles las cuarenta a los señores de la OTAN que, hasta entonces se habían fiado siempre de que, en caso de problemas con alguna nación, especialmente con Rusia y, más tarde, por el peligro del EI yijadista, que ha llegado desde Oriente Medio y que no sólo puso en peligro a Siria y a Irak o, como todavía sigue, al propio Yemen; sino que ha desencadenado una serie de atentados terroristas que, en mayor o menor medida, han venido afectando a todas las principales naciones de la UE; porque sabían que cuando se encontraban en apuros no tenían más que llamar a las puertas de la gran nación americana para que, sus dirigentes, acudieran solícitos, con su armamento y soldados, a sacarles las castañas del fuego a los europeos. Trump dijo que no, que ya bastaba de hacer el primo y que, de ahora en adelante, Europa tendría que solucionar sus conflictos con sus propios medios; algo que significaba que los presupuestos para la guerra deberían aumentar y que la OTAN debería hacerse cargo de lo que, en verdad, era para lo que había sido creada: para la defensa de la UE.
Trump tampoco gustó a los responsables económicos de las naciones europeas, cuando hablo de que imponer aranceles a determinados productos que importaba del viejo continente, cuando comentó el tema de las exportaciones o cuando tocó aspectos fiscales de las grandes multinacionales americanas que deberían ser convenientemente analizados. Trump quería que lo que se pudiera hacer dentro de los EE.UU y representase empleo para sus ciudadanos no se fabricara fuera o que, los beneficios generados fuera de la patria americana, fueran traídos a ella para favorecer al pueblo americano. ¿Era esto malo? Para Europa, evidentemente sí lo era, como actualmente lo es el que la Gran Bretaña, con su brexit, intente abandonar la UE; pero ¿para los EE.UU, era algo descabellado? ¡Evidentemente no! La vieja teoría de Monroe de “América para los americanos” trasladada al siglo XXI.
Donald Trump se había convertido en el guijarro en las botas de los demócratas y la herida de la derrota de Hillary Clinton nunca la han podido asimilar los que perdieron la batalla contra un oponente que se daba por descontado que iba a morder el polvo ante el poderoso partido de los Kennedy. El paso siguiente estaba previsto. Todas la TV, menos la Fox, se lanzaron a degüello en contra del nuevo presidente, los demócratas en minoría en las dos cámaras, no dejaron de aprovechar cada ocasión que se les presentaba para intentar hacer leña del presidente y, lo que todavía ha sido peor ¡dentro del partido Republicano han sido muchos los parlamentarios y los senadores que han contribuido con sus críticas, sus descalificaciones y sus burlas a desprestigiar a su jefe de filas, en las ocasiones en las que más le podrían perjudicar. ¿Cómo el señor Trump podía saltarse la disciplina de siglos del partido del famoso Abraham Lincoln?. Y encontraron en lo que hincar el diente. El yerno de Trump habló con los rusos, y empezó la caza de brujas. Se habló de la posibilidad de una legislatura corta, de que el presidente estaba sicótico y de encontrar la manera de sacarlo del puesto que ocupaba al frente de la nación más poderosa del mundo.
Todos los que estaban en su contra, incluidos muchos senadores y parlamentarios republicanos, se alegraron pensando que Trump no podría resistir la presión y que, en un momento u otro, acabaría por ceder y desistiría de seguir con lo que, para muchos, eran políticas equivocadas, como ha sido el caso del muro para evitar la invasión de migrantes que, desde México, cada año entran en los EE.UU por aquella frontera. Cinco mil millones de euros pidió el señor Trump para acabar con aquella invasión y, en cada ocasión en la que lo ha pedido, le ha sido denegada su demanda. Últimamente ha empleado otro sistema consistente en declarar aquella obra como una “situación de emergencia Nacional”, facultad que les está atribuida a los presidentes de la nación americana. Todos sus adversarios se le tiraron encima para intentar impedir que consiguiera su objetivo. ¿Pero, qué ha ocurrido mientras tanto con la economía americana bajo la presidencia de Trump? Reproducimos unas líneas de un artículo de Amanda Mars (Narshville) que se puede decir que resume lo que sucede en los EE.UU bajo la presidencia de Trump: “Estados Unidos experimenta su segundo mayor periodo de expansión continuado de la historia, solo superado por los 120 meses de la década de los noventa, según datos de Bloomberg. Y si para julio de 2019 no ha sufrido ningún tropezón, ya será el ciclo más largo al alza. Los miembros de la Reserva Federal calculan que cerrará este año con un crecimiento del 3,1%. Y la tasa de paro se encuentra en el 3,7%, el nivel más bajo desde la Guerra de Vietnam. Wall Street sigue en niveles de récord. Se podría decir eso de “Amanece de nuevo en América”.
Pero Trump acaba de tener una magnífica noticia. El fiscal general de los Estados Unidos, Bill Barr explicó que el fiscal especial Robert Mueller concluyó su investigación ( respecto a una posible relación de Rusia en la campaña de Trump y una imaginaria colaboración con los negocios del magnate) tras 22 meses de investigación, llegando a la conclusión de que: “no hay pruebas que permitan demostrar que la campaña electoral de Donald Trump conspiró con Rusia para influir en las elecciones presidenciales del 2016”.Tanto el fiscal Barr como el vicefiscal Rosenstein han concluido que no ha habido “obstrucción a la Justicia” y, como ha añadido la portavoz de la Casa Blanca: “ Estados Unidos experimenta su segundo mayor periodo de expansión continuado de la historia, solo superado por los 120 meses de la década de los noventa, según datos de Bloomberg. Y si, para julio de 2019, no ha sufrido ningún tropezón, ya será el ciclo más largo al alza. Los miembros de la Reserva Federal calculan que cerrará este año con un crecimiento del 3,1%. Y la tasa de paro se encuentra en el 3,7%, el nivel más bajo desde la Guerra de Vietnam. Wall Street sigue en niveles de récord. Se podría decir eso de “Amanece de nuevo en América”. Para Sarah Sanders “las conclusiones del Departamento de Justicia suponen una total y absoluta exoneración del presidente de los Estados Unidos”.
Claro que, para los demócratas, constituye la peor noticia que se les pudiera ofrecer, dado que han gastado sus mejores bazas en intentar acabar con Trump apoyándose en la supuesta traición del presidente que, según ellos, habría sostenido presuntas relaciones para que los rusos interfirieran a su favor en la campaña electoral americana. Ahora, tras una investigación que ha durado 22 meses, a cargo del fiscal especial Robert Mueller, ven en la exculpación del presidente Trump el gran fracaso de su campaña de desacreditación y, por añadidura, el gran apoyo que para el presidente supone el haber salido limpio e indemne de tan peligroso trance del que ha salido victorioso, lo que le sitúa en una posición de fuerza de cara a nuevos intentos, que los habrá, de sus enemigos dentro de los republicanos y de sus adversarios políticos, los demócratas. Sin duda alguna le va a reportar muchos votos para las próximas legislativas si sabe usar con inteligencia lo que, para él, ha sido una verdadera inyección de popularidad que, evidentemente, va a moderar las críticas tan habituales en su propio partido, el Republicano, y obligar a los demócratas a pensárselo dos veces antes de volverse a embarcar en otra campaña de desprestigio hacia la figura del actual presidente de la nación. Otro fracaso los condenaría, inexorablemente, a perder toda posibilidad de ganar las próximas legislativas.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos entre asombrados y complacidos, el fin de una aventura que, a todas luces, intentaba minar la credibilidad del señor Trump, simplemente por tratarse de un político que decidió ir por libre y salirse de los moldes por los que se han ido rigiendo los dos partidos tradicionalmente ocupantes del poder en la gran nación americana. Puede que, de hoy en adelante, todos aquellos que sistemáticamente, han ido acusándoles de todo aquello que las mentes maliciosas han estado urdiendo en su contra, se frenen de hacerlo, viendo lo que les ha sucedido a los demócratas americanos. Esto no es óbice para que quienes se oponen a las políticas de Trump, sigan en sus intentos de apearle de la presidencia del país. Con su pan se lo coman.
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