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¿Y nuestros productos?

​Nuestro sector agrícola se muere
Manuel Ibañez Ferriol
jueves, 11 de julio de 2019, 12:28 h (CET)

La Unión Europea, se ha pasado por el forro los intereses de los agricultores españoles, negociando determinados acuerdos con Mercosur, que pueden hundir en la miseria a los sectores productivos primarios. ¿Que hacen mientras tanto los políticos españoles? La respuesta es sencilla: NADA. Ellos van a subirse los sueldos, a hacer el paripé de los acuerdos con otras formaciones y a no formar ni tener ganas de crear un gobierno estable, firme y con ganas de defender de verdad los intereses de todos los españoles -incluidos catalanes, gallegos y vascos-.

Nuestro sector agrícola se muere. Los acuerdos firmados, provocaran el consumo de productos del campo venidos de América Central y del Sur. No contentos con importar patatas y cebollas de Túnez y Argelia, naranjas de Sudáfrica, cerezas y kiwis de Nueva Zelanda, aceite de oliva de Marruecos, uvas de Chile, bananas de Costa Rica, piñas de Nicaragua, Mango de los países del Caribe y sandías de Egipto y Siria. Si nos vamos al sector pesquero, el otro día nos dijeron que el pulpo, se traía de Marruecos, la sepia, de la India y la merluza de Patagonia (Argentina-Chile). Y no digamos de las carnes. Nos llegan de países como Rumanía, Bulgaria o Pakistán.

Esto solo son algunos ejemplos que los consumidores españoles tenemos que soportar, porque nuestras autoridades no han negociado correctamente, y les han colado por las dos bandas, que si queremos comer hemos de tragar y pasar por el aro. Se han reído de nuestros intereses, dejandónos en la estacada, porque los que nos deben de defender, pasan olimpicamente: solo les interesa su bolsillo, porque queda demostrado que el de sus paisanos, les importa una higa.

¿De verdad los españoles quieren gobiernos con políticos que solo van a enriquecerse? Y aquí no podemos excluir a nadie: tanto que el partido de la voz -VOX-, clama por España, con sus actuaciones, más parece que clamen por ellos primero y luego, a los españoles les daremos las migajas, si es que quedan. Lo pongo como ejemplo, por ser en mas novedoso, en todos los sentidos.

Necesitamos que se defiendan nuestros intereses en materia “agropecuaria”. Tenemos la mejor de las huertas, con unos productos de altísima calidad, nuestras naranjas son únicas, el arroz, el mejor del mundo, las hortalizas, son de un sabor excepcional; los tomates, con molla y riquísimos y sabrosos; y así, tanto nuestras verduras como las frutas, son excelentes. Nuestros pescados, riquisimos, con un sabor muy especial, ya que el Mediterráneo, nos da todo tipo de mariscos y peces, finos, ricos y deliciosos: gambas de Denia, langostinos de Vinaroz, merluza del Golfo de Valencia y nuestras clochinas, criadas en la conocida “chitá”, en el Puerto de Valencia. Las carnes, criadas en libertad, pastando hierba natural. Los huevos camperos, únicos y hasta con dos yemas. La leche, tan importante para todas las edades, rica, y de gran calidad.

Reclamemos que nos atiendan, que nuestros productos sean consumidos de forma preferente en los países de la Unión Europea, que no nos dejen abandonados, sobre todo porque también formamos parte de la Unión, y parece que seamos los apestados.

Cuando vayamos a la compra, no lo hagamos en las grandes superficies, que son las culpables de que nos entren productos de otras latitudes. Volvamos a hacer la compra en las tiendas del barrio: fruterias y verdulerías, ultramarinos, carnicerías, pescaderias, hornos … Son los garantes de que consumamos nuestros productos españoles. Lo demás, es contribuir a la ruina de nuestros agricultores, ganaderos y pesadores. Y eso no lo podemos permitir.

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Corría el mes de abril de 1994 cuando un grupo de malagueños celebramos la Semana Santa en el lejano cantón Valais de Suiza. Por aquellos tiempos dedicaba buena parte de mi tiempo a transmitir, en la medida de mis posibilidades, el Evangelio. Estaba totalmente involucrado en las tareas de evangelización del Cursillo de Cristiandad. Una tarea gestionada por seglares.

Al referirnos a las expresiones del habla cotidiana, las quejas son las principales protagonistas. Independientemente de cómo se exprese cada cual, somos muy perspicaces en la crítica dirigida a los demás y poco propensos al examen del escaparate propio. Sin embargo, no es tan sencillo pronunciarse al respecto, debido a las imprecisiones propias, las tretas ajenas y los muchos factores implicados.

Los que desde muy pronto y ya sin interrupción hemos tenido un contacto frecuente con los libros sentimos cierta incomodidad al oír consejos y expresiones como “leer es bueno”, “un libro es un amigo” o “lee lo que quieras, pero lee”. Es como si alguien dijera: “¡viva la comida!, da igual qué comas, lo importante es que comas”, o “beber es vivir, sea lo que sea que bebas, bebe”.

 
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