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Temporalidad, automatización y robotización del trabajo o desempleo

“Cree en ti mismo cuando nadie lo haga, eso te convertirá en ganador” Venus Williamas
Miguel Massanet
martes, 16 de julio de 2019, 09:36 h (CET)

Es obvio que la misión, la intención última de los sindicatos de trabajadores y la de cualquier trabajador que quiera pensar en formar una familia sin correr el riesgo de tener que cambiar de trabajo en varias ocasiones, a lo largo de su vida laboral es, sin duda alguna, conseguir la estabilidad, la seguridad de un empleo fijo, la tranquilidad de no tener que pensar en el día de mañana como una amenaza que se cierna sobre el propio trabajador y su familia, con la inquietud de no saber lo que les va a deparar el futuro. Sin embargo, esta seguridad, está especie de seguro que garantice que no va a tener nunca problemas para encontrar un trabajo que le proporcione lo necesario para cubrir sus necesidades y la posibilidad de conseguir una actualización de su salario que le compense del encarecimiento de la vida y, si es posible, que le permita darse unas ciertas satisfacciones marginales que le ayuden a hacerle la vida más agradable; cada vez, a medida que nos hemos acostumbrado a vivir con más comodidades, que la competencia por alcanzar un puesto de trabajo se va haciendo más feroz y que, cada vez, las exigencias de formación para ocuparlo se van convirtiendo en más duras, a consecuencia de la automatización, digitalización, robotización y complejidad de los medios y útiles de trabajo que, como es sabido, a medida que se van creando nuevas empresas en las que se busca, ante todo, la eficiencia, la competitividad, el ahorro, la calidad, la perfección y, por encima de todo, la reducción de la plantilla de trabajadores y, evidentemente, sus costes.

A medida que los avances sociales han ido consiguiendo mejorar las condiciones de trabajo de los obreros y empleados de las empresas, que se les ha ido dotando de más medios para reclamar sus derechos, el aumento de sus salarios, la mejora de su seguridad, la mayor comodidad en sus puestos de trabajo, el estar debidamente atendidos en caso de enfermar o tener un accidente laboral; el disponer de botiquines, comedores, de empresa, economatos, vacaciones pagadas y derecho a un retiro subvencionado cuando cumplan unas determinadas condiciones; el problema de la plantilla se ha ido haciendo más gravoso económicamente para el empresario y, a la vez, cuanto mayor sea la plantilla, mayores van a ser los problemas laborales que se van a ver obligados a enfrentar, algo que, a la vez, puede significar huelgas, entorpecimiento de la producción, absentismo, etc. junto a la necesidad de precisar de la asistencia de técnicos especializados que sean capaces de negociar, asistir a juicios, tramitar expedientes o enfrentarse a la negociación de convenios colectivos en los que, tanto los representantes de los trabajadores como los de la empresa, necesitan de todos sus conocimientos y habilidades para evitar que acaben con rupturas que, en definitiva, no favorecen a ninguna de las partes.

Los avances que la humanidad ha conseguido durante la segunda mitad del siglo pasado y los años que llevamos del corriente, se pueden calificar, sin temor a exagerar, de sorprendentes, trascendentales, imprevistos y, por encima de todo, capaces de darle un vuelco de trescientos sesenta grados a cuantos métodos, prácticas, sistemas, técnicas y procedimientos de investigación, producción, comunicación, transporte, automatización y robotización de los nuevos elementos de producción de modo que, a medida que se van extendiendo por la cadena productiva, van dando lugar a una modernización, un abaratamientos, una mejora, mayor rapidez y, lo que se puede considerar como un cambio revolucionario, que ya no tiene marcha atrás, en cuanto a la sustitución de los trabajadores poco cualificado e, incluso muchos de oficiales y técnicos de poca cualificación, por máquinas robóticas capaces de sustituir con ventaja a cientos y miles de trabajadores, sin que, aparte de la inversión original, amortizable en unos pocos años, tengan otro coste que el energético, el mantenimiento, y la sustitución al cabo de unos años; con la ventaja de que no faltan al trabajo, no piden aumentos de sueldo ni amenazan con huelgas ni necesitan que los sindicatos se ocupen de reclamar sus derechos.

Así es, señores, como tenemos la sensación de que el problema de la producción de los productos que precisa la humanidad, aparte de aquellos trabajos relacionados con el I+D+I que, al menos hasta que haya robots que puedan sustituir con ventaja al cerebro humano, van a continuar dependiendo de científicos que se ocupen de tan trascendental e imprescindible actividad, en beneficio de toda la especie humana, no va a consistir en que se sigan manteniendo grandes y conflictivas plantillas como ha venido sucediendo hasta ahora, sino en lo que se va a hacer con los millones de puestos de trabajo que van a ser sustituidos por los nuevos sistemas de automatización y robotización que se van a poner en marcha, con mucha mayor celeridad de la que muchos se hubieran figurado, si es que nos atenemos a los últimos trascendentales adelantos ( vean ustedes los conseguidos por la industria japonesa de fabricación de robots, encaminados a cubrir todos los campos productivos y administrativos de la industria e, incluso, los destinados al servicio doméstico de las personas) que podemos ver que se están logrando en esta faceta de la robótica industrial.

Por eso, cuando escuchamos a los sindicatos (algunos de sus dirigentes parece que todavía siguen anclados en la edad media cuando se expresan) hablar de que hay que erradicar la temporalidad de los trabajos, que los contratos fijos deben ser el objetivo a conseguir, que se ha de disminuir la jornada de trabajo o que se han de promover los trabajos a domicilio para que así las mujeres o los hombres que tengan responsabilidades familiares puedan compaginar sus trabajos con el cuidado de sus familiares; nos parece que estamos escuchando a Noé dando instrucciones a Sem, Cam y Jafet, sus tres hijos, sobre cómo deberían ensamblar los distintos elementos del Arca en la que deberían afrontar el diluvio universal. Seguramente, deberemos prepararnos, como ya está sucediendo en otras naciones, para que los puestos de trabajo fijos desaparecerán por completo. Si una empresa automatizada tiene que afrontar un periodo de crisis de ventas se limitará a parar aquellas cadenas de producción que ya funcionarán solas mediante robots y las dejará inoperantes, sin gasto alguno de energía ni pago de salarios, durante el tiempo en el que se produzca la falta de demanda. Ni huelgas, ni bajo rendimiento, ni absentismo, ni manifestaciones políticas, ni sindicatos, solamente parar el interruptor y todo se detendrá.

Es posible que lo único que quede, salvo los técnicos imprescindibles para mantener en funcionamiento los ordenadores que se ocuparan de controlar a los robots y máquinas automáticas, sean puestos de trabajo de temporada, reparaciones, trabajos de obra determinada, campaña, fijos discontinuos etc. y el de pequeñas empresas de tipo familiar o negocios de autónomos que, como ya está sucediendo ahora, no quieren contratar a personal fijo si saben que sólo durante épocas de turismo o de recolección de frutos se necesita a una plantilla reforzada de la que, una vez terminado el objetivo de la campaña por el que se realizó la contratación del nuevo personal, se prescinde del mismo y no se vuelve a utilizar, hasta que se vean las necesidades previstas para el nuevo año, al siguiente ejercicio. La alternativa sólo es una: el paro. Personal que aumentará las listas del desempleo, siendo misión del gobierno la de ocuparse de qué solución se le puede dar a esta masa que, sin duda alguna, se va a producir tanto entre personas jóvenes como entre mayores, de modo que, por mor de los adelantos de la civilización no van a tener más remedio que quedarse en el desempleo, con la particularidad de que van a tener que encontrar cómo ocupar su vida de ocio, lo que supondrá otro de los graves problemas con los que el Estado va a tener que bregar.

No es desacertado lo que ya se viene rumoreando respecto a que es posible que vaya a ser necesario imponer una tasa o un impuesto sobre las máquinas automáticas para que, con él y como una parte del beneficio adicional que le va a representar al empresario la mecanización de su industria, se pueda contribuir a subvencionar a las personas que se jubilen, el resto de incapacitados, los parados forzosos y todos los gastos que van a suponer para la Administración, mantener ocupada y distraída a toda a esta ingente masa de presuntos ociosos, motivados por el cambio de rol que, la moderna concepción de la producción robotizada, va a suponer para los gobiernos de los países que se consideran civilizados.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos el temor de que lo que, para Isaac Asimov, era una mera idea de lo que pensaba que podría llegar a suceder algún día, cuando escribió “Yo, robot”; no sabemos si, afortunadamente o como castigo por la insensatez de la humanidad, ya no se trata de una simple teoría o fruto de su imaginación, sino que ya lo tenemos a la puerta de casa, esperando a que, en unos pocos años, se convierta en algo que no vamos a poder evitar y con lo que nos vamos a tener que enfrentar. ¿Se seguirá entonces hablando de trabajo temporal o empleos fijos? Mucho nos tememos que la cuestión va a ser mucho más complicada y más trascendental para la humanidad.

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