No es nada nuevo ni nada que, durante los últimos años, haya dejado de escandalizar a los seguidores de la Iglesia Católica y a quienes han confiado en sus sacerdotes y docentes la enseñanza y educación religiosa de sus hijos para que recibieran, aparte de los conocimientos precisos para poder desenvolverse en la vida, aquellas normas morales y éticas que, la enseñanza pública, parece que no considera preciso incluir en sus planes de estudios; sin que ello sea óbice para que muchos profesores laicos, que forman parte del cuadro de enseñantes de las escuelas y universidades públicas, utilicen sus clases y cátedras para intentar influir en sus alumnos en cuanto a sus creencias y orientaciones políticas.
No es la primera vez que tenemos que recordar la participación y cooperación que el clero catalán viene manteniendo con aquellos ciudadanos que, de una manera u otra, vienen formando parte del soberanismo separatista que viene afectando al menos al 50% del censo catalán y que, ignorando la Constitución de 1978 y el resto de leyes del Estado español por las que se rigen todos los españoles, fueren cuales fueren las autonomías en las que les ha correspondido nacer o vivir y sean cuales sean sus inclinaciones políticas o sus aspiraciones relativas a posibles ideales separatistas, que forman parte de la obligación de todos los españoles y demás personas que residan o visiten España de respetarlas, obedecerlas y cumplir con su mandato; tienen la obligación de respetar.
Es un secreto a voces que el monasterio de Montserrat, en realidad el monasterio de Santa María de Montserrat, ubicado en la sierra de Montserrat, está ocupado por un centenar de monjes que se rigen según la Regla de San Benito (s. VI); es lo que se podría denominar, excluyendo su calidad de templo católico y centro de la devoción del pueblo catalán a la virgen de Montserrat (la Moreneta); un centro de reunión de los miembros de lo que se podría considerar como el referente soberanista de la derecha católica catalana, partidaria de una Cataluña exclusiva para los catalanes y fuera de la tutela de España, a la que vienen considerando como usurpadora de su propia soberanía; aunque es cierto que, aparte de leyendas e historias más o menos manipuladas, el condado de Cataluña catalán siempre, históricamente, estuvo subordinado a la corona de Aragón, algo que no han sabido digerir los catalanistas, ni antes ni después de la dictadura del general Franco.
En Montserrat y en 1970 tuvo lugar el encierro de intelectuales catalanes protestando por el proceso de Burgos. La revista Serra d’Or de carácter soberanista; en 1963 el abad Escarré, desde el periódico comunista francés Le Monde, se manifestó en contra de Franco. Durante los años 70 y 80 tuvieron lugar diálogos entre los monjes de Montserrat con los marxistas. Otro abad de Montserrat, J.L.Cassiá, quiso mediar en favor de los llamados “presos políticos” de la Dictadura. Recientemente, con motivo de los sucesos de Octubre, el abad de Montserrat, J.M Soler, muy activo durante todo aquel proceso, juntamente con el obispo de Barcelona J.J.Omella, quiso actuar de mediador en el tema de los presos “políticos”, cuando era conocedor de que estos señores son presos no lo fueron por ser políticos sino por estar acusados de graves delitos contra la unidad del Estado español.
Es evidente que dentro de la iglesia catalana hay un grupo importante de clérigos que se han olvidado que su misión como sacerdotes católicos no es la de apoyar a aquellos que pretenden levantarse contra el Estado español, un estado democrático, con una Constitución que obliga a todos por haber sido aprobada por una inmensa mayoría en 1978 y, desoyendo aquella doctrina de la Iglesia, basada en las enseñanzas de Cristo, que hacía referencia a las relaciones de los católicos con el Estado: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” parece que intentan meterse en camisas de once varas. Llama la atención que, en uno de los lugares de España donde la insania de los republicanos se mostró más activa, cruel, extremista y anticlerical fue precisamente en Cataluña; donde fueron masacrados multitud de sacerdotes, obispos, seminaristas y fieles católicos que pagaron con su vida el hecho de pertenecer al cristianismo.
Muchas de aquellas víctimas se cometieron por revolucionarios separatistas que no tuvieron en cuenta hacia dónde se dirigían las simpatías personales de aquellos frailes, torturados en las checas y luego ejecutados por los milicianos. Pero ahora, el propio abad J.M. Soler se encuentra ante unos hechos mucho más graves, un tema que, por desgracia, parece haberse convertido en la bestia negra del catolicismo y ante el cual no parece que los tímidos intentos del Vaticano para acabar con esta plaga no tienen éxito y cada día afloran nuevos casos. Se trata de esta epidemia de pedofilia que está desacreditando a la misma estructura de la Iglesia católica, ya que parece que, en este espeluznante pecado que se ha hecho viral entre los sacerdotes, no hay distinción entre los más humildes de los frailes y los más altos magistrados de la curia, incluso la romana, pues ya son varios los cardenales que han tenido que renunciar a su púrpura cardenalicia por haber cometido abusos de menores.
Montserrat, un monasterio de renombre entre los catalanes. Con un coro famoso formado por niños cuyas voces son la admiración de todos los que acuden a la basílica para escucharlos cantar. Una comisión de investigación especialmente ordenada desde el Vaticano ha hecho importantes descubrimientos capaces de poner en la picota a dos de los frailes que, al parecer, se aprovechaban de los jóvenes cantantes que residían en la basílica. ¿Estaba enterado de ello el abad Soler? Se supone que tenía sospechas. ¿Actuó con la diligencia debida ante unas sospechas tan escandalosas? Pues nos tememos que no, ya que se ha descubierto por otros medios, lo que hace sospechar que se pretendía encubrir el tema por miedo a que sucediese lo que, finalmente, ha tenido lugar. Un escándalo mayúsculo. ¿Cuándo va a presentar su dimisión el abad separatista de Montserrat por su negligencia “in vigilando”? Pues parece ser que el papa Francisco no se lo ha pedido todavía ni parece que el abad tenga intención de hacerlo porque, en caso contrario, ¿a qué espera don J.M. Soler? Seguramente a que los independentistas a los que ha apoyado en sus reivindicaciones, incluso desde el púlpito de las iglesias, le devuelvan el favor e intercedan por él ante el Vaticano.
¿Hasta cuándo vamos a tener que esperar por un nuevo concilio para la Iglesia Católica? Parece que el concilio Vaticano II convocado por el papa Juan XXIII ya está agotado y que la iglesia católica necesita urgentemente poner en orden sus ideas, a la vista de la serie de circunstancias que necesitan ser aclaradas, entre ellas la del posible matrimonio de los sacerdotes, lo que es muy posible que sirviera para que no se dieran tantos casos de abandono, pederastia, relaciones de hecho entre sacerdotes y mujeres o incluso el número de homosexuales y lesbianas que pueden estar latentes dentro de las comunidades religiosas, que todavía no han salido a la luz debido a los intereses de las partes, aparentemente implicadas, en ocultarlo.
Uno, que ya hace mucho tiempo que se viene barruntando que la Iglesia precisa un repaso general que ponga orden a determinados privilegios, libertades, suntuosidades, intrigas o contradicciones que tienen lugar dentro de la curia, entiende poco que un abad de una orden religiosa se dedique con más ahínco, intensidad, devoción y fervor a la defensa de unos señores que se han levantado en contra del Estado al que pertenecen, que mezcle política con religión con sus arengas desde los púlpitos de las iglesias o que intervenga sobre temas que le son ajenos antes que, y en esto sí que hay responsabilidad, ocuparse en vigilar a aquellos monjes que dependen de él, que están sujetos a los pecados de la carne y que, además y para más INRI, tienen a su cargo a unos cuantos jóvenes, menores de edad, que se han convertido en el objeto de la lascivia de dos sinvergüenzas, indignos de llevar los hábitos que visten para vergüenza de la orden religiosa a la que pertenecen.
Lo peor es que, por muchos que se haya investigado estos casos concretos, queda en el aire la sospecha de lo que pueda haber quedado por descubrir que pudiera dar lugar a que, semejantes situaciones imperdonables, pudieran volver a repetirse teniendo en cuenta que quedan, en el coro de la abadía, muchos otros jóvenes que pueden ser objeto del deseo impuro de sus propios enseñantes. El Vaticano y el papa Francisco I debieran de tomar las medidas rigurosas, por supuesto, para que se tenga la seguridad de que los casos de pedofilia en Montserrat no volverán a repetirse nunca más.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, creemos que hemos entrado en una fase de nuestra historia en la que no dejamos de sorprendernos de lo que está ocurriendo en un mundo, que parece haber entrado en una época similar a la que nos anuncian aquellos que vienen prediciendo el fin del planeta Tierra, si es que nos queremos atener a la disminución de la natalidad, los abortos, las revoluciones comunistas, la pérdida de los valores morales y éticos, el desprecio por las familias, etc. Y luego nos preocupamos por el brexit de los ingleses que, al fin y al cabo, no va a ser más que nuestra venganza en frío por lo ocurrido en la batalla de Trafalgar.
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