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La tormenta

​He podido plasmar mi tormenta de ideas y de recuerdos
Manuel Montes Cleries
lunes, 27 de enero de 2020, 11:37 h (CET)

¡Menuda nochecita la del viernes! En mi barrio se convirtieron los cielos en un espectáculo de luz y sonido.

Ya nos habíamos despertado el jueves con una granizada tremenda. Pienso que solo comparable a la que cayó el día que me casé. Aquél 8 de diciembre del 70 amaneció con un cielo panza de burra que acabó con una lluvia de granizo. Se inundaron calles de Málaga de un manto blanco que encantó a los niños malagueños que desconocían la nieve.

La boda era a las 12 en el Sagrado Corazón. Al salir de mi casa, todo empingorotado y del brazo de mi madre, esta pegó un resbalón que desmontó toda la parafernalia de peineta y mantilla, preparadas con esmero, y obligó a la reconstrucción de peinado y atuendo de la madrina.

Después, en el templo, se fue la corriente eléctrica. Puedo decir que me casé a dos velas. El coche de mis amigos los Denis, alivió la oscuridad del escenario iluminando con sus faros el pasillo central de la Iglesia.

Aquel día solo pasé el miedo propio de la situación. Esta vez he sufrido por la gente que vive en la calle y los que habitan en zonas robadas a los ríos por la especulación mobiliaria que sufren, la falta de previsión, y las situaciones que acaban con las casas inundadas hasta los techos. Alguna de ellas fuera de las ordenanzas y arroyos embovedados que son un peligro.

Ante esta situación cuesta trabajo encontrar una buena noticia. Finalmente la encuentras en la ausencia de desgracias personales, la celebración de la Gala de los Premios Goya y la entrega de galardones a los periodistas distinguidos de Málaga.

Creo que soy el único ejemplar de periodista que ha sido jubilado antes de iniciar el desarrollo de su oficio. Así soy yo. Todo lo hago al revés. Pero, en mi caso, soy un tipo que tuvo que jubilarse para poder iniciar sus estudios de periodismo. Cuando acabé, pasé directamente al campo de los eméritos.

Pero no me quejo por ello. A lo largo de esta última docena de años, he podido escribir en los periódicos, hablar en la radio y aparecer en la televisión con programas propios. Por eso disfruto cada año el día de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas. Asisto a todos los actos de dicha celebración y rememoro aquellas redacciones de los medios que conocí cuando era muy joven. La del diario Sur, en la alameda de Colón. La emisora de Radio Juventud en Alarcón Luján, y, finalmente, aquella nave en un polígono malacitano donde me inicié en la tele de manos de Popular Televisión.

He podido plasmar mi tormenta de ideas y de recuerdos. Con ellos quiero homenajear a los viejos plumillas que me animaron a dedicar esta parte de mi vida a comentar las BUENAS NOTICIAS.

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Ironía sí, pero no busque demagogia en el título, pues todo está relacionado, y más con esos algoritmos que no dejan de afinar hasta que consiguen ordenar desde fuera las cosas en las que estamos pensando por dentro. Me ha venido Hitler porque no puedo evitar 1964 cada vez que los de “Gracias a la Constitución…” insinúan que también le debemos la paz desde 1978, como si en uno de sus artículos, de los que se hayan cumplido, se ordenara destruir hasta las pistolas de juguete.


…y las formas ya casi superan al fondo, pues nunca como en esta década he conocido tal censura coincidente con que nunca como en esta década se han repartido tantos fondos públicos a medios de comunicación, partidos políticos, ONGs y sindicatos, que en lo que llevamos de legislatura cobran el doble que el que recibieron en toda la legislatura del gobierno anterior. ¿Incentivados con el dinero de quién? ¿A cambio de qué? ¿Para interés de quién? Un fraude político.

Cansada de sacar lodo y muebles rotos, Greta contempla la montaña de barro que hunde su casa en dos pisos. Un político pasa por allí y le cuenta todas las maravillas que se van a hacer en el barrio. Puentes, viaductos, túneles de policarbonato. Greta coge el rastrillo grande y sigue limpiando la montaña de barro.

 
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