No hay que confundir estatuafobia, o estufobia con iconoclastia. Las dos primeras palabras las hemos escuchado o leído en algún medio de comunicación pronunciadas sin rubor alguno por determinados periodistas.
En primer lugar, estas palabas no las reconoce el DIRAE y tampoco tienen el significado que se les quiere dar, pues caso de que las aceptase el mencionado diccionario significarían “miedo a las estatuas”, pero hay quienes la utilizan como destrucción de estas y no es raro encontrar en los medios de comunicación expresiones como estas: “La estatuafobia se extiende por el mundo” o “La estatuafobia crece y ya afecta a Churchill o Colón”.
¡Vamos a ver! Lo que está recorriendo el mundo es una actitud incomprensible e injustificada de ruptura de imágenes o estatuas de personas ilustres a las que se les ha erigido una efigie como reconocimiento del bien que han proporcionado a su país, o a la Humanidad con sus descubrimientos, aportaciones a la cultura, o a la ciencia.
Este ansia de destrucción de estatuas ha sido motivada por el hecho luctuoso y lamentable de la muerte de un negro (sí negro, dejémonos de perífrasis o expresiones tan ambiguas como afroamericano, persona de color y otras pamplinas por el estilo. Son negros como otros son blancos o amarillos. Las razas está demostrado científicamente que no existen. Todos los habitantes del Planeta descendemos de un tronco común, precisamente de africanos).
La palabra correcta que hay que emplear cuando nos referimos a la destrucción de estatuas, es iconoclastia, vocablo procedente de dos palabras griegas: Είκών (Eicón)=imagen, estatua, figura, y el verbo Κλάω= (Klao) romper, quebrar; y quien lleva a cabo tal acción recibe el nombre de εικονοκλάστης= eiconoclasta, iconoclasta.
Esa violencia destructiva se está cebando en imágenes de personajes españoles como Isabel la Católica o Cristóbal Colón, San Junípero Serra y otros tantos que aportaron a los indígenas un bien incalculabes. También contra efigies de Churchill y otros personajes.
Igualmente ha llegado a España, tanto que la presidente de Catalunya En Comú-Podem en el parlamento catalán, Jéssica Albiach, considera que sería una "buena medida" retirar la estatua de Colón de Barcelona. Está visto que el ansia de revancha y destrucción de nuestra historia no tiene límites.
Hay quienes achacan esta actitud destructiva a incultura, falta de conocimientos o vaciedad mental.
Dando por descontado que quienes adoptan esta postura pueden ser analfabetos en el más amplio sentido de la palabra, pienso que, también posiblemente detrás de todo ello, pueden esconderse intereses inconfesables y espurios.
Estas manifestaciones se han propagado por todo el planeta, y, quienes las llevan a cabo, tienen que padecer la represión y los golpes que les propinan para que cejen en su empeño los policías de los países en las que ocurren. Entiendo que hay que ser muy insensato y falto de juicio que alguien se exponga a recibir un castigo corporal si no recibe alguna compensación por ello.
Orillando esta consideración, podemos pasar a considerar, muy someramente, la labor llevada a cabo por España en las nuevas tierras descubiertas.
Se erigieron aproximadamente treinta universidades (los historiadores están en continua revisión de estas), de las cuales, seis, han continuado ininterrumpidamente impartiendo enseñanza. Veintiún colegios mayores. Incontables edificios oficiales. Se trasladaron las formas de gobierno hispanas a las nuevas Españas. Se implantó el juicio de Residencia.
La aculturación hispana allende los mares, y todo el bien que se proporcionó a los nuevos súbditos españoles, como los consideraba Isabel la Católica, es más tema de una conferencia que de una aportación periodística.
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