“Tú, que para mí sin duda alguna eres un porro, sin madrugar ni trasnochar y sin hacer diligencia alguna, con solo el aliento que te ha tocado de la andante caballería, sin más ni más te vees gobernador de una ínsula, como quien no dice nada. Todo esto digo, ¡oh Sancho!, para que no atribuyas a tus merecimientos la merced recebida, sino que des gracias al cielo, que dispone suavemente las cosas, y después las darás a la grandeza que en sí encierra la profesión de la caballería andante.” Don Alonso Quijano
Decía el insigne don Baltasar Gracián, entre otras muchas inteligentes e ingeniosas frases, que: “El vulgo no es otra cosa que una sinagoga de ignorantes, que cuando más hablan de las cosas menos las entienden” y podemos afirmar, sin temor a estar equivocarnos, que nunca estuvo más acertada tal afirmación que en esta época de desvaríos por la que está pasando la nación española, en manos de un gobierno que ha demostrado hasta la saciedad que, lo que menos le preocupa es la salud y el bienestar de los ciudadanos españoles, enfrascado en un único objetivo, consistente en hacer todo lo posible para intentar mantenerse en el poder pese a que, como es evidente que está sucediendo, ello comporte que la nación española y sus habitantes corra irremisiblemente hacia uno de los desastres más catastróficos a los que se ha visto abocada a lo largo de los siglos de su historia.
Difícilmente, incluido el tiempo de la II República, España se ha visto gobernada por personajes tan poco cualificados para hacerlo, ni tan capaces para utilizar la demagogia, la mentira, el engaño, la manipulación y la descalificación del oponente, para ocultar las propias carencias, los errores garrafales en la gestión de una pandemia que primero intentaron quitarle importancia y que, posteriormente, cuando estuvieron informados de la verdadera dimensión de la enfermedad, retrasaron tomar las medidas más urgentes para permitir que se celebraran una serie de manifestaciones multitudinarias que, posteriormente, se ha demostrado que contribuyeron de una manera determinante a la gran difusión de la letal epidemia, en toda la nación española. Si estuvieron desacertados en tomar las medidas preventivas y, más tarde, en aplicar los remedios correspondientes para intentar paliar los contagios, no nos olvidemos de mencionar su completa incapacidad para tocar los resortes económicos necesarios para que, nuestra economía, no haya caído, como está sucediendo, más que en ningún otro país europeo con un desplome del PIB, en el segundo trimestre de este año que, según el INE, ha sido de más del 18’5%, con la previsión de que, a lo largo de todo el ejercicio, pueda alcanzar el 22%; el doble que el promedio del resto de naciones de Europa.
El señor Sánchez ha sido capaz de asustar a toda Europa al permitirse la alianza con los comunistas de Unidas Podemos y, en especial, con este personajillo de la coleta, que ha resultado ser la más nefasta influencia para una España que, hasta su llegada, había ido trampeando con bastante solvencia las dificultades derivadas de la crisis del 2008, una etapa a la que fue incapaz de enfrentarse el presidente Rodríguez Zapatero, una de las personas más nefastas para España hasta la llegada de este nuevo personaje, con ambiciones de caudillo de las izquierdas más enconadas, en la figura de Pablo Iglesias y toda su camarilla de vividores, cuyo único objetivo es y seguirá siendo, convertir a nuestra nación en una de estas repúblicas bananeras que, tan trágicamente, han conseguido convertir a muchas naciones hispano-americanas en verdaderos ámbitos o reductos donde la miseria se ha transformado en la situación corriente entre aquellas pobres gentes, supeditadas a las dictaduras comunistas que las están dirigiendo, cuyo máximo exponente es, sin duda alguna, la república de Venezuela, en manos de un personaje tan atrabiliario como es el señor Maduro, un dictador, modelo de lo que no debe ser un gobernante que se preocupe por el bienestar de su país y sus habitantes.
Pero, incluso a los peores dirigentes les llegan golpes de suerte y, en el caso de Pedro Sánchez, cuando se encontraba atascado incapaz de dar una contestación medianamente satisfactoria a la aparición inesperada de los numerosos rebrotes que, cada día, van surgiendo del Covid 19 a lo largo y ancho de todo el territorio español; se produce un hecho, la famosa serpiente de verano que cada año es habitual que dé pie a que, la prensa, pueda salir del marasmo en el que se encuentra durante un mes, como es el agosto, en el que, normalmente, las vacaciones de muchos ciudadanos suelen dar lugar a que, las pocas noticas que se producen, obliguen a los redactores de los informativos a buscar algún tema que medianamente les sirva para improvisar el artículo que les resuelva la situación.
Este año, sin embargo, la noticia del verano ha sido un verdadero bombazo que, si ya de por sí tenía todos los ingredientes para despertar al pueblo de su letargo veraniego, la forma en la que los distintos partidos políticos la han resaltado y los distintos enfoques que se le ha querido dar al tema, de acuerdo con los sentimientos encontrados respecto a la figura protagonista del notición, en este caso el rey emérito don Juan Carlos de Borbón que, evidentemente, es persona representativa de la casa Real española, por mucho que el recorte decidido por su hijo, Felipe VI, la haya dejado reducida al propio Rey, sus hijas, las infantas, y su esposa Leticia; sin embargo, a ojos de todos los españoles, don Juan Carlos no deja de ser una parte evidentemente representativa del sistema monárquico, como ex monarca de la nación española, que sigue manteniendo la dignidad de Rey.
Lo que haya hecho particularmente don Juan Carlos no debiera de ser algo que pusiera en cuestión su comportamiento como rey de los españoles, y esto lo dice un republicano de derechas, porque todos sabemos que los que intentan el desprestigio de la monarquía, los que husmean en las cloacas de la política, para encontrar errores que achacar a sus enemigos, que no adversarios, por el mero hecho de que no piensan como ellos y los que, sin embargo, cuando se trata de los suyos, de sus colegas de partido, de los hechos reprobables de sus representantes o de la vida privada y el enriquecimiento dudoso de sus cabecillas, lo primero que hacen es acusar a quienes delatan tales abusos, de desleales con el Gobierno, de manipuladores de que pretenden derrocar a los legítimos gobernantes y de representantes de la opresión de la derecha que, para ellos, no está legitimada para la crítica simplemente porque se atribuyen una superioridad moral que les permite estar por encima no sólo de las leyes, sino de cualquier abuso que cometieran, que siempre intentarán justificar con la coletilla de que todo lo hacen para evitar que la derecha pueda gobernar de nuevo. Nada que ya no se haya repetido en infinidad de países donde, con estos mismos métodos, las izquierdas consiguieron hacerse con el poder y, valiéndose de estas ideas demagógicas, convertir una supuesta democracia en una dictadura, justificada siempre por la idea de que no se debe permitir nunca que las derechas ostenten el poder.
El rey Juan Carlos I no está “investigado”, no ha huido de España, porque está en su derecho de viajar a dónde le dé la gana y, mientras la Justicia no demuestre lo contrario, puede hacer de sus actos lo que le venga en gana si no se ha utilizado dinero público para ello. El propagar, como hacen los comunistas, noticias falsas sobre la situación legal del anterior monarca, no es más que un insulto gratuito y una manipulación de los hechos que se han conocido hasta ahora.
Es evidente que están jugando con que se los acuse de calumnia porque, hasta dónde se conoce, lo único que se está dirimiendo hasta ahora en un problema fiscal, sobre unos dineros fruto de una donación particular, de un rey árabe, hecha personalmente al monarca, no un regalo oficial a la monarquía, que pudiera entenderse que se había hecho al pueblo español, como es el caso de ahora que se ha reglamentado el destino de los regalos que reciben los reyes y los mandatarios de un país.
En realidad, lo que ocurre es evidente: por una parte al señor Sánchez, hábil en disimular y actuar con toda la hipocresía de la que es capaz, que es mucha, le va de perillas que los comunistas, encabezados por Pablo Iglesias y los separatistas dirigido por el felón de Torra intenten, por todos los medios, envenenar las investigaciones que los tribunales suizos y españoles están llevando a cabo con el objeto, no de poner en apuros a don Juan Carlos, una persona amortizada desde que se lo quitaron de en medio, cuando renunció a su categoría de Jefe del Estado. No, lo que ahora pretenden es, a través del desgaste de la figura del anterior monarca, ir debilitando la credibilidad del sistema monárquico, minar la simpatía que el pueblo español siente por el actual monarca y, de paso, relacionar al sistema con la derecha con la que pretenden identificar ambas instituciones.
Y, como regalo adicional, ocultar tras esta cortina de humo, utilizada como arma arrojadiza contra Felipe VI y la institución monarquía, todo el gravísimo problema que van a tener que solucionar de lo que se nos viene encima para este otoño que, al parecer, ya se está adelantando para este mismo verano, no solamente por el caso del Covid 19 y sus consecuencias en la salud de los españoles; sino que van a tener que enfrentarse a la evidencia de que nuestra situación económica, laboral, social, industrial y financiera puede colapsar, cuando ya hemos entrado en recesión debido a que llevamos tres últimos meses en los que nuestro PIB viene decreciendo. Y que nadie piense que estos ciento cuarenta mil millones de euros que, en teoría vamos a recibir de Europa, van a ser la bagatela que va a acabar con nuestros problemas. En primer lugar porque Europa nos va a vigilar atentamente y se van a gastar en proyectos concretos que la UE autorice; en segundo lugar porque solamente la liquidez que precisan las empresas españolas para poder seguir funcionando ya se calcula en 300.000 millones de euros; en tercer lugar, porque la cifra de paro va aumentando y los ERTES van a tener que mantenerse más tiempo de lo que en un principio se había calculado.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, estamos viendo cómo se está intentando cargarse el trabajo parlamentario mediante el método de ir minando todo acción de la oposición, encaminada a intentar poder colaborar en la reestructuración de nuestra economía, para evitar que los partidos de derechas pudieran tener el más mínimo protagonismo y, al propio tiempo, irles acusando de no colaborar y de intentar obstaculizar la acción del Gobierno; nada nuevo y que no sea conocido de cualquiera que conozca mínimamente cómo se comportan los partidos de izquierdas cuando intentan hacerse con el poder absoluto. Y cerraremos este comentario con otra de las célebres frases de Gracián: “Errar es humano, pero más lo es culpar de ello a otros.”, lo que veníamos diciendo.
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