Hace más de un año que comenzamos a vivir este vía crucis particular. Se han ido sucediendo las etapas llenas de promesas incumplidas. La resolución de las mismas se ha ido disolviendo en el tiempo como si los compromisos jamás se hubieran realizado. Un montón de mentiras y de recomendaciones, cuando no imposiciones, totalmente contradictorias.
En medio de todo este marasmo informativo, nos encontramos los mismos “sufridores” de siempre: los pertenecientes al “segmento de plata”, especialmente los que estamos entre los 70 y los 80 años. Estamos inmersos en una especie de “limbo” generacional, que nos impide acceder a las vacunas específicas recomendadas para los muy mayores, o a las más asequibles (por su cantidad y menor precio) para los menores de 65 años.
Al final, como siempre, nos están toreando. Las fechas se van dilatando. Ahora dicen que nos “tocará” a mediados de abril. Me conformaría con que nos vacunaran a mi esposa y a mí antes del verano. Entretanto, el cerco se sigue cerrando sobre la sufrida población. No se como nos vamos a poder meter en las piscinas o en las playas con la mascarilla puesta. Supongo que inventarán la careta terapéutica sumergible. Cosas veredes…
Seguimos esperando como “agua de mayo” esa inmunidad de rebaño de la que nos hablan y que yo no termino de comprender. Parece ser que se trata de una especie de barrera que impide el contagio cuando un buen grupo de individuos de un colectivo sea vacunado y, por consiguiente, alcance la inmunidad. Es decir, que cuando casi todos estemos vacunados al resto no le hará falta. Largo me lo fiáis. Lo que sí está claro es que nos hemos convertido en un rebaño.
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