Según el ánimo del momento, venimos a sentirnos protagonistas o simples arrastrados por los aconteceres del entorno. No siempre van parejas las sensaciones y la realidad, en esa discordancia curiosa provocada por el ensimismamiento. Se trata de una cuestión radical, una disyuntiva permanente; en los sucesos cotidianos e incluso en relación con las remotas causas existenciales. Nos acrecienta el entusiasmo o nos sentimos sometidos, según apreciemos el BALANCEO en la ejecución de las diferentes actividades. Con la posibilidad de caer en dos extremismos lamentables. La pasividad castrante de los inútiles o la excesiva petulancia de los arrogantes dominadores; conducentes ambos al menosprecio de las personas.
Sea por la ley del mínimo esfuerzo, o por pereza, como ustedes quieran; nos amoldamos a los esquemas con cierta apariencia de solidez siguiendo directrices ajenas. Esa tendencia se ve reforzada por la enorme proliferación de presentaciones con buena imagen; quienes las exponen son conocedores de la escasa disposición general por conocerlas a fondo con el esfuerzo consiguiente. Con una dejadez inusitada, buscamos las salidas a través de unos FORMATOS establecidos por gestores desconocidos. Diseñan trayectos ajenos a los anhelos de los particulares, pero cautivadores a base de engaños. Es frustrante el número de seguidores irreflexivos de esos proyectos hacia rumbos extraños.
En esto de la observación de por donde transitamos, las versiones se multiplican de manera inclemente, no logramos abarcarlas; por eso resulta inquietante la andadura. Aún cuando realizamos una actividad sencilla, sus DIMENSIONES alcanzan rincones insospechados. Afectan a sectores próximos, compañía, afectos, sueños, pérdidas o ganancias; pero también repercuten a distancias mayores, sobre el conjunto de la sociedad, animales, vegetación, hasta horizontes extraños. El recorrido de una misma actuación podemos orientarlo hacia los afectos, intereses propios o comunes, engaños u objetivos maravillosos; las opciones permanecen abiertas, aunque los enigmas también y eso complica mucho las cosas.
Una prueba elocuente de los diferentes caminos emprendidos en la vida, de su vistosidad, de sus realidades y de sus miserias; la podemos apreciar con una simple mirada sobre cuanto acontece en los entornos. Junto a los ejemplos relumbrantes muy a la vista de todos, abundan los casos poco vistosos. Si nos paramos en eso, avizoramos únicamente las apariencias. Entre la sobriedad o los grandes adornos, la vivencias son discordantes al buscar la auténtica MELODÍA de la vida, con grandes diferencias debidas a sus protagonistas. Además, los senderos naturales se ven manipulados con frecuencia por las argucias de los manipuladores; hay novedades peculiares en cada caso.
Como hemos aprendido a fuerza de tropezones, en estos trazados no rigen las garantías; la presteza del caminante compite con los obstáculos de diferente calibre y procedencias. Por si esto nos parece poca dificultad, son frecuentes los cruzamientos de los trayectos de consecuencias desconocidas. Entran en juego mentalidades y cualidades de todo tipo en ese carrusel de oportunidades. En semejante madeja son habituales los errores, equívocos o los imprevistos; nos abocan a la IMPROVISACIÓN de medidas por las sucesivas variaciones. La decisión emergente nos lanzará por nuevos derroteros, con la exposición a nuevas suertes. Los riesgos acechan, prestos a poner de manifiesto las deficiencias.
Desde el comienzo, una cierta parte del recorrido dependerá de las decisiones propias, mientras otros detalles vendrán determinados por circunstancias externas. En todo caso, cada persona discurrirá por su pasadizo particular, con el desasosiego de no disponer de una parada tranquilizadora; para bien o para mal, el curso no se detiene. Además, las decisiones adoptadas contribuyen a la configuración de ese camino. Se estructura así un BUCLE del cual a veces cuesta salir. Sin ser plenamente conscientes se produce un encorsetamiento cuyo resultado final está por ver; puede derivar hacia el mantenimiento de las buenas perspectivas o perjudicar los mejores vuelos. Es un nuevo reto a considerar.
Es decir, cuando nos aventuramos en una determinada actuación, sean cualesquiera sus características, arrastramos un importante cargamento; llevamos la casa a cuestas en ese sentido de la identidad personal. Ese conjunto constituyente modela la propia personalidad que irá sumando la serie de pronunciamientos a lo largo del recorrido. La impronta de esos contenidos se traduce en cada instante por un MENSAJE revelador; son las gotas condensadas de la persona en cuestión. Dicen lo que uno pretende comunicar, aunque también demasiadas cosas no controladas; el pretendido diálogo resulta ser más amplio de lo previsto con sus revelaciones inusitadas y reflejan las andanzas por circuitos curiosos.
En cada sendero aparecen recovecos indicadores de los más insospechados aconteceres. La mirada superficial no es suficiente para una valoración adecuada del trayecto seguido, menos aún si añadimos las maquinaciones del protagonista. Las cualidades de un sujeto o la suerte de haberse encontrado con un camino espléndido, suelen mostrarnos ejemplos notables de un éxito arrollador. Esas admiradas GRANDEZAS reúnen condiciones meritorias. Pero hablando de recovecos, pagan sueldos escasos, retribuyen de forma mezquina a sus proveedores, se benefician de la parafernalia del poder y manipulan trayectorias ajenas. Cada camino dispone de sus bifurcaciones y escondites, su complejidad favorece a los grandes.
Como en otras circunstancias de la vida, una buena manera de percibir la calidad de cuantas actividades emprendemos reside en la detección de ruinas o desperdicios dejados detrás. Van más allá de los meros efectos colaterales inevitables, para ser auténticos resultados directos de las labores efectuadas. Unas veces por deterioro del entorno físico circundante, cobrando especial relieve cuando inciden en determinadas personas. Esas lamentables señales RESIDUALES son importantes si al caminar no miramos hacia otro lado. Cito la soledad despreciativa (Ancianos, marginados), frivolidad educativa, trato crispado y despectivo, con notables descuidos de los ambientes, de seres vivos y de elementos inorgánicos.
Los anhelos personales son decisivos en la elección de la senda a transitar y para modelar ese camino; las consecuencias están bien a la vista. El buen equilibrio entre opciones es la mejor aspiración, nunca acabamos de controlar todas las posibles desviaciones. Una de ellas consiste en aferrarse a esa especie de FETICHISMO de lo elegido en un momento dado; sin dar paso a posibles intercambios o modificaciones provechosas en una cerrazón aislante.
Podemos excedernos también en otra dirección, cuando la actitud participante y colaboradora se lanza hacia objetivos sublimes muy alejados, en busca de una UTOPÍA sugestiva, pero con el olvido progresivo de su base de elementos humanos imprescindibles. Es un olvido frecuente y nefasto.
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